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Por: Isabela Gómez, Laura Álvarez, Edward Hincapié, Cesar Moya, Yajeithxy Padilla, Karla Pajaro

La historia de Carlos y su panadería en Soledad se convierte en una metáfora de la lucha diaria de miles de colombianos frente a un sistema energético deficiente y desigual. A través de una narrativa inmersiva y con datos que sostienen la experiencia personal, se expone cómo los altos costos de la electricidad, los constantes apagones y la falta de soluciones efectivas afectan tanto a emprendedores como a sus comunidades. La lucha de Carlos trasciende lo individual y refleja una problemática estructural que reclama atención urgente.


Es la una de la madrugada en un rincón de Soledad. En el silencio roto solo por el eco de algún perro lejano y la brisa que nunca es suficiente, Carlos se prepara para encender los hornos de la panadería familiar, su razón de vivir y su legado. Sin embargo, esta noche, como otras, lo rodea la oscuridad; la electricidad, tan costosa como ausente, le ha jugado una de tantas malas pasadas. “Cada apagón es una herida que se hace en mi negocio y en el futuro de mi familia”, murmura, sosteniendo la linterna de su celular, con los ojos marcados por el agotamientos, la obstinación y derrota.

Horno indispensable del negocio, 27/10/2024. El Punto

En Soledad y en el Atlántico en general, donde el precio de la luz es el más alto del país, Carlos y miles como él no solo enfrentan el peso de las facturas altísimas; también cargan con el fantasma de la incertidumbre, de si logrará vender como lo ha soñado. Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la inflación ha empujado el Índice de Precios del Consumidor (IPC) a un 44.4%, golpeando con fuerza los bolsillos de Carlos y los demás ciudadanos. En barrios como Los Almendros o Las Malvinas, los cortes de luz son de hasta siete horas. La realidad es tan implacable que para algunos, los recibos de luz ya no significan progreso, sino una deuda que se pagaría con la vida.

Carlos, un joven de 26 años, dejó sus sueños de aviación y negocios para tomar las riendas de la panadería que sus padres levantaron con sacrificio. Hoy, entre hornos apagados y vitrinas vacías, batalla no solo por mantener las puerta abiertas, sino por sobrevivir en un mercado más adverso. “Nunca imaginé que el verdadero reto de tener un negocio así sería mantener las luces encendida, o hacer que funcionen lo aparatos”, comenta, dejando ver un desazón.


El problema va más allá del precio. Los apagones destrozan la operatividad de sus negocio. El punto frío, donde se conservan los productos refrigerados, es casi un lujo. Cuando la luz falla, todo se pierde, significando perdidas mensuales. La tarifa eléctrica ha escalado a los 1,211.29 pesos por Kilovatio hora, y a pesar de eso, el servicio sigue empeorando. A nivel nacional, los informes hablan de una pérdida del 16% de la energía distribuida, atribuida al hurto, el desgaste de las instalaciones y las fallas en el transporte, con un costo anual de 777,000 millones de pesos. En el Atlántico, más de 333,946 usuarios acumulan una deuda total de 1.5 billones de pesos con Air-e, mientras que en las zonas más vulnerables, el índice de recaudación no supera el 25%.


La panadería no es solo su sustento; es también su hogar. En el segundo piso, su madre y sus hermanos soportan el calor asfixiante, amplificado por los cortes eléctricos. “A veces decimos que deberíamos meternos en los refrigeradores para refrescarnos, pero tampoco tienen luz para funcionar”, comenta Carlos intentando mantener el buen humor en medio de la situación.


Se escucha la voz de una mujer hablando fuerte y con decisión, sin verla, se puede sentir que es una mujer con carácter fuerte. Carlos sonríe con algo de vergüenza y dice “es mi mamá” y continua nuestra conversación. Esta mujer que acabamos de escuchar se presenta, sonríe: “Hola, mucho gusto chicos, soy Ingrid, la mamá de Carlos, gustan algo de tomar?” se sienta con nosotros y también nos cuenta con una mirada un poco caída y una voz quebrada que su negocio muchas veces trabaja para pagar facturas de electricidad. De repente se levantó sin decir una palabra, tardos unos 5 minutos en volver, cuando volvió llevaba consigo unos papeles, que, por su rostro, no eran diplomas o papeles por los que sentirse orgullosa al mostrar en una entrevista, sino que eran facturas de un alto valor de la empresa que le ha quitado parte de su sustento de vida.


Primero nos muestra uno de estos papeles que en todo su centro se evidenciaba la gran suma de $1.000.070, del cual especifica que su suspensión de energía se realizaría a partir del 31 de Julio, mes del cual se le estaba cobrando en la factura. Pero eso no es todo, nos muestra otro del siguiente mes, que por sus ojos, se notó que era el que más le preocupaba, por un valor de $1.039.640. Recibieron casi 40 mil pesos más de consumo y con apagones durante el mes.

Facturas julio- agosto 2024 de luz de la
Panadería y Repostería Carlipan, 27/10/2024. El Punto

Cada día, el equipo de colaboradores que trabaja con ellos, enfrentan la misma incertidumbre que Carlos y su madre, los cortes eléctricos que golpean a la producción y, por ende, sus ingresos. En un día normal, los panaderos ganan entre $30.000 y $35.000 pesos. Es una suma modesta, pero para muchos significa el sustento diario. Sin embargo, cuando la electricidad falla y la producción se detiene, Carlos se ve obligado a tomar decisiones difíciles. Aunque intenta reconocerles algo por el tiempo que pasan en la panadería incluso en los días sin luz, la falta de ventas y la pérdida de productos limitan sus posibilidades de pagarles un sueldo digno. Les entrega algo parcial, pero él sabe que no es suficiente para compensar la jornada que no pudo concretarse.


Carlos está atrapado entre la responsabilidad de mantener el negocio funcionando y su compromiso con las personas que lo acompañan día a día. Siente el peso de no poder pagarles su salario completo cuando la electricidad falla, porque entiende que ellos, al igual que él, depende de ese ingreso para sobrevivir, porque al igual que Soledad, muchos municipios incluyendo Barranquilla, su intento de emprender no es de ‘vivirlo’ sino de sobrevivir. Aun así, la realidad no se vuelve más sencilla. La falta de electricidad convierte cada día en una apuesta: ¿habrá producción suficiente para cubrir los sueldos, o será otro día de pérdidas que todos deben asumir?


Llevaba más de 15 años en la panadería, viendo cómo el negocio había crecido y cambiado de manos. “He visto crecer este negocio desde que los padres de Carlos lo manejaban hasta que él asumió las riendas. Aquí es donde he pasado la mayor parte de mi vida”, menciona Elvis, uno de los trabajadores más antiguos del negocio. “Me gusta el oficio, amasar el pan, ver cómo se hornea y después sale calentito… Hay algo especial en eso, en saber qué haces algo que le gusta a la gente”, agregó.

Cuando no hay luz, todo se para. Los hornos, todo. A veces están en la oscuridad, esperando y esperando a ver si regresa la luz. Y cuando ya ven que no vuelve, pues toca irse a casa. Eso sí, ese día no laboran, pero Carlos si asume los transportes para que regresen a su hogares. De repente, tuvimos 10 minutos de electricidad en el sector…

Zona de horneado y almacenamiento de panes, 27/10/2024. El Punto

A pesar de las quejas presentadas contra Air-e, la empresa rechaza el 80% de las reclamaciones. Los reclamos que llegan a la Superintendencia de Servicios Públicos son resueltos a favor de los usuarios en más del 50% de los casos. Sin embargo, muchas personas desconocen que se puede realizar la queja a la ‘Super’, y parece que ni eso es suficiente justicia para aliviar la frustración de miles que, como Carlos, enfrentan facturas asfixiantes y constantes apagones.

Al amanecer, cuando la luz del sol sustituye la electricidad que tanto necesita, Carlos se prepara para otro día, impulsado por una fuerza que ni él mismo sabe de dónde viene. Reflexiona sobre el impacto de las políticas y la gestión energética en la vida de miles de personas como él. Su historia no es solo la suya; es el reflejo de una realidad nacional que aún está lejos de cambiar. “Irónico, ¿verdad?”, comenta Carlos, con una sonrisa resignada. “Cobran tanto, pero en realidad, lo que nos dan es oscuridad.” Esa frase, lanzada al aire con amargura y resignación, encapsula no solo su frustración, sino la de toda una comunidad que vive bajo la sombra de un servicio esencial que, en vez de brindarles luz, parece empeñado en oscurecer sus vidas.

Infografía realizada por Isabela Gómez, Laura Álvarez, Edward Hincapié, Cesar Moya, Yajeithxy Padilla y Karla Pajaro
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