Diez años después de que Latifi Yassin fuera por primera vez al Líbano, volvería a ir, pero esta vez recordándolo todo.
Menos de dos horas era el tiempo que separaba a Lafiti de encontrarse de nuevo con su abuela ahora que había pisado el suelo del Líbano otra vez. En Baaloul (بعلول) se encontraba ella, un pequeño pueblo al sureste del Líbano que descansa tranquilo entre las áridas montañas. Hoy Baaloul no sobrepasa las mil doscientas personas, pero no siempre fue así. A principios del siglo pasado gran parte del pueblo emigró hacia el continente americano, entre ellos el padre de Latifi, en búsqueda de nuevas oportunidades. Muchos de ellos llegaron a nuevas tierras pensando cada momento en regresar a su hogar. Algunos nunca volvieron.
Y ahí, en aquel pueblo estaba la abuela, esperándola junto a su hermana y los tíos y primos de su nieta. Hubo todo un banquete. La mesa estaba llena de fatteh, fattush, pollo al horno, sopa de verduras, puré de papas, carne con champiñones y fatayer; acompañadas con jugo de naranja, Pepsi y 7up.
El momento fue único.
Latifi estaba en la tierra de los orígenes de su familia, el pueblo que vio nacer y crecer a su padre. Él, que ahora no estaba, pero que ella podía reflejar en sus ojos… así se lo decía su abuela al verla. Allá estuvo durante casi sesenta días, caminando entre los suyos y sobre una tierra a la que siente pertenecer. Pero ella es colombiana y este también es su país. La abuela llegó a Colombia un año después de la visita de Latifi a su pueblo y acá vivió durante cuatro años.
Maicao y Barranquilla son los dos lugares de Colombia con mayor presencia libanesa, respectivamente. Y si bien la cultura caribe es muy distinta a la árabe por todo nuestro sello latino, no se puede negar que hemos acogido muchos de los elementos de lo que se vive en las cálidas tierras del medio oriente. Pero el legado árabe no sólo ha sido cultural, sino también político y económico. Tanto así que a finales de los años setenta Colombia tuvo un presidente que venía de familia libanesa: Julio César Turbay Ayala. Y en el lado económico, por ejemplo, fueron los árabes los que ayudaron a impulsar el comercio en Maicao; un municipio que hoy se mantiene vivo por el comercio y que, a su vez, tiene la mezquita Omar Ibn Al-Jattab, una de las más grandes del continente.
De allá viene Latifi. Hoy hospedada en Barranquilla, una ciudad que también está permeada por la cultura árabe. La abuela volvió al Líbano a mitad de este año después de haber estado tanto tiempo en tierras colombianas. Ya han pasado varios meses y Latifi, mientras tanto, sigue construyendo su vida en la ciudad y seguramente esperando volver a tener un encuentro con su abuela.