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Por: Dayana Muñoz

Entonces vinieron a mi mente aquellas palabras de mi madre cuando me lo obsequió: “Hijo no te lo quites para nada, este escapulario tiene poder”, y yo solo pensaba a dónde estaba y por qué no lo traía conmigo. 

Abrí los ojos, y cuando entre en uso de razón me di cuenta que aun estaba en mi cama, completamente sudado pero sin poder moverme.  Intenté gritar lo mas que pude para pedir ayuda pero no, absolutamente nada salía de mi garganta, ni un suspiro. El sufrimiento se hacía cada vez más lento.

Miré hacia la ventana y observé la silueta de una mujer, pero lo único que pasó por mi cabeza era cómo carajos podía existir una mujer de ese tamaño. Como mi habitación se encontraba en un segundo piso, era algo ilógico pues ella seguía ahí. No veía su rostro sino solamente una sombra enorme, que hacía mover las cortinas, aun estando la ventana cerrada.

Cerré mis ojos, tratando de imaginar que solo era un mal sueño. Conté hasta tres y cuando los volví abrir, ya no estaba. Perfecto si era una pesadilla, pero había un problema: aún no me podía mover y fue en ese momento cuando comprendí que esa noche de calvario apenas empezaba.

Mientras intentaba moverme sentí un fuerte cosquilleo en los pies que subía lentamente. Agarraban mis manos como con una atadura con la textura de una piel suave pero fría, muy fría; sentí la voz de una mujer en el oído y poco a poco una fuerte presión en el pecho, una presión que  aumentaba y me dejaba sin respirar. No podía hacer nada me ahogaba y luchaba con todas mis fuerzas.

La presión se hacía cada vez más intensa y  en ese momento de agonía recordé que no llevaba puesto mi escapulario del sagrado corazón de Jesús. Entonces vinieron a mi mente aquellas palabras de mi madre cuando me lo obsequió: “Hijo no te lo quites para nada, este escapulario tiene poder”, y yo solo pensaba a dónde estaba y por qué no lo traía conmigo.

Intenté concentrarme y orar pero cada vez que iniciaba, aquella sombra con aspecto de mujer se acercaba a mí y pasaba sus uñas por mi pecho. No entendía lo que pasaba ¿por qué alargaba el sufrimiento? ¿por qué a mi? ¿por qué nadie llegaba?

Cuando sentí que ya no podía más, que sería el fin, comencé a orar el credo con fe. Sin titubear y con el ceño fruncido, la sombra se se fue despegando de mí a gritos, cada vez que decía en mi mente una frase. Era como si me estuvieran arrancando la piel y me dolía, pero aun asi no paraba. Mis manos empezaron a moverse poco a poco y mis labios se pudieron abrir.

Solo me quedaba una frase mas y cuando empecé diciendo “Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna, amén” grité lo que más pude y me levanté de mi cama. Al parecer ya no había nada en mi habitación.

Salí corriendo de mi cuarto y me dirigí al de mi mamá a contarle lo sucedido, pero no me creyó. Le pregunté por mi escapulario y me dijo que estaba en el garaje así que fui hasta allá y cuando me lo puse sentí un alivio en mi cuerpo. De todos modos no pensaba regresar a mi habitación y así que seguí hasta la de mi hermana.

Ahí me acosté en la otra cama, agotado de tanto luchar y solo bastó cerrar los  ojos para quedar completamente dormido.

A la mañana siguiente mi madre abrió la puerta del cuarto con una carcajada, se dirigió a mi hermana: “¿qué pasó con tu hermano ayer? ¿y que lo estaba molestando una bruja?” Mi hermana se levantó de la cama sin entender lo que sucedía ni por qué mi madre le preguntaba a ella.

Ya con un tono serio mi madre preguntó si se había levantado conmigo en la noche, pero los dos negamos con la cabeza. Sus ojos se abrieron bruscamente y sus manos se tensaron, se sentó en la cama y no pudo ocultar la angustia. Tras dos suspiros, nos contó que vio una mujer detrás de mí cuando cruzaba para el garaje pero que se imaginaba que era mi hermana y por eso no le había dado mucha atención.

Lloró por haberme ignorado y con voz temblorosa nos dijo que por nuestro bien jamás nos quitáramos el escapulario, porque su poder se hacía más grande con nuestra fe.

EDITOR: Alexis Posso / DISEÑO Y COORDINACIÓN EDITORIAL: Andrea Cancino / REVISIÓN DE ESTILO: Emil Osorio / EQUIPO PERIODÍSTICO: Meza Perez, Mauro Meza, Dayana Muñoz, Sharon Nugent, Diana Ordosgoitia, Carlos Orduz, Cristian Ortega, Jose Paba, Laura Pacheco, Alexis Posso, Keiner Quiroz, Alvaro Redondo Milian, Jisse Rivera, Andrés Rodriguez, Maria F. Romero, Lyznaydyz Salas, Katheryn Sanguino, Nathalia Tarazona, Jorge Tobon, Maria F. Tolosa, Maria Vasquez. / DIRECCIÓN MULTIMEDIA: Carlos Orduz / DISEÑO WEB: Andrés Tobón y Andrea Cancino.

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