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Por: Deisy Viviescas

Un repaso crítico por una de las obras más emblemáticos de uno de los directores más celebrados y reconocidos de las dos últimas décadas

En una semana exacta, el 2 de noviembre, a las 7:30 p.m., el director británico, Christopher Nolan, marcará historia en Estados Unidos, cuando en la capital del país norteamericano, Washington D.C., se dirija a una congregación de espectadores que presenciarán un diálogo entre el británico con la bibliotecaria del Congreso de los Estados Unidos, Carla Hayden, alrededor del tema de la preservación del patrimonio fílmico.

La aparición pública de Nolan será ciertamente histórica, ya que planteará retos y perspectivas sobre la actividad de conservación del trabajo fílmico, como parte de la Junta de Preservación de Cine Nacional de la biblioteca más grande de todo el mundo: la Biblioteca del Congreso, ubicada en la 10 First ST S.E., de Washington D.C.

El director, mejor conocido por su exitosa trilogía de películas de Batman, el Caballero de la Noche, también ha marcado a críticos y audiencia con entregas tan reconocidas como su último largometraje, la epopeya de guerra Dunkirk (2017), su aventura espacial Interstellar (2014) y, por  supuesto, la ya icónica Inception (2010) que, tomando elementos de la película japonesa Paprika (2006) se convirtió en uno de los trabajos más celebrados del director nominado tres veces a los Premios Óscar.

Una película llena de argumentos

Inception es película que juega con la mente humana, creando universos distintos y usando la arquitectura paradójica de los sueños como su inspiración, siendo esta la construcción de objetos dentro de nuestros sueños que asemejan al mundo real.

Este film es sobre un hombre, Dom Cobb (Leonardo Di Caprio) especializado en la extracción de información mediante la invasión de los sueños, quien se convierte en un espía, primero, y tiempo después de un trabajo fallido se convierte en un fugitivo de la ley. Pero su historia cuenta con aristas, y así, surge un nuevo trabajo en donde debe hacer una inserción para poder recuperar su vida.

La película juega con ciertos aspectos básicos y comunes de nuestras vidas para desarrollar su historia argumental de manera que el espectador se sienta identificado: la realidad es algo que nos cuestionamos diariamente, inclusive algunas veces podemos llegar a pensar que nuestros sueños son la realidad verdadera y nuestra realidad es solo un sueño más. Esto no parece ser ajeno a nadie, cierto, pero también podría decirse que la realidad es la reconstrucción hecha por  nosotros de manera diaria a través de la memoriam como un proceso para hacer entendible al mundo que nos rodea.

Riqueza técnica y utopías

Bajo esas mismas premisas, este filme -como todos los de Christopher Nolan, incluso- tiene una técnica contemporánea en donde se reta siempre al espectador a cuestionarse la interpretación de la obra y también de la realidad vs el sueño, puesto que su objetivo no es más que el de hacernos entender que, en últimas, esa realidad concebida como inamovible e inalterable no existe.

A lo largo de la película el uso de las elipsis es lo que ayuda a construir esos universos utópicos, que engañan al espectador para que no sepa cuál es el mundo real y cuál es el sueño en el que se desarrolla la trama. La famosa frase que reza la “utopía de hoy es la realidad de mañana” teje los hilos de las distintas puestas en escenas logradas al máximo detalle en la historia, la cual, por medio de imágenes que se mueven entre lo real y lo onírico, nos presentan como los sueños son construidos a través de laberintos y como el arquitecto tiene el poder de transformarlo todo y hasta jugar con la física de este.

 

 

Para no perder el hilo de la realidad en esta película, se presentan unas escenas claves que pueden ayudar al espectador a no perder el “nivel del sueño” en el que se encuentran los personajes. Estas escenas muestran como todo se mueve por medio las sensaciones y cómo el subconsciente no se puede controlar pero sí se puede guiar por el camino que queremos.

Una de esas escenas sería cuando el director utiliza la repetición de elementos y abundancia de espejos para recrear un espacio infinito. También cuando se usa el contraste de los elementos al igual que con las luces y le agrega a un arquitecto como nuevo personaje clave, mostrándolo también cuando Ariadne le enseña cobb sus habilidades, no solo la de crear laberintos, sino también que a pesar de tener un primer intento fallido, puede recrear escenarios distintos en donde no solo juega con las reglas manipulando las leyes físicas del sueño al doblar la ciudad sobre sí misma y planteando planos visuales como el Nadir, haciendo lucir al espectador como un Dios que todo lo controla.

 

 

Además de tener esas escenas en donde se explica la complejidad de los sueños y cómo se deben transformar sin que el subconsciente se dé cuenta, Inception muestra el poder del mismo, al tener presente cómo se materializan proyecciones de la mente de Cobb, las cuales pueden arruinar la misión. También nos muestra, dentro del laberinto al cual estamos sujetos los espectadores, como dentro de nuestros sueños existe un infierno, en donde están todos esos momentos de remordimiento y mayores pecados. En esa manera, el mensaje de Nolan también es moral, no solo basándose en la construcción y el artilugio visual para sorprender al espectador. Es decir, tal como en la narración, el director también planta una semilla en la audiencia: una idea que permanece implantada.

En últimas, el sueño de las utopías es el sueño de todo arquitecto, siendo su imaginación el único limitante, y en donde los recuerdos son la materia prima y nuestra niñez es el refugio de las fantasías, pero esto tampoco puede ser simulado, debe provenir de un proceso mental. Y de ahí surge esta película, pensada, montada y dirigida para defender una posición de tan arriesgada naturaleza.

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