Por: Jessica Bula, Valentina Casalins, Daisy Viviescas y Gilmar Sandoval – Foto: Jessica Bula
Delirio de persecución, ojos atentos, calor húmedo e irritante, y una ráfaga de aromas combinados que no pueden descifrarse con una sola olfateada: así es un paseo por el mercado de Barranquilla, específicamente el sector de “El Boliche”, un lugar en donde cientos de comerciantes formales y estacionarios se dan cita todas las mañanas para vender sus productos.
Sin embargo, estas decenas de trabajadores se ven afectados por la inseguridad de la zona, ya que con estas condiciones, grandes masas de posibles clientes no se acercan, y como si fuera poco los propios vendedores se convierten en víctimas de atracos.
Maryury, una vendedora estacionaria de frutas, afirma que ha sido víctima de atracos dos veces, un problema que se acentúa por el hecho de que su jefe no le cree. Inclusive, ha sido acusada de ser quien toma el dinero. “¿Me toca venir con un tiro o una puñalada para que me crea?”. Casos como este son normales en El Boliche. Richard, otro vendedor estacionario, también afirma que todos los días sucede algo.
Por otro lado, las cifras muestran que en el sector se ha reducido la inseguridad. Según datos de la Policía, este año se han presentado sólo 19 casos de robo, tres menos que el año pasado. Esto no impide que compradores y no compradores sigan sintiendo miedo del sector. En cuanto a feriados como Navidad y el Carnaval, las ganancias aumentan, y con éstas la inseguridad, pese a que la policía despliega más personal para resguardarlos, según comentan algunos vendedores.
Varios clientes afirman que al visitar el sector están siempre alerta. Por otro lado, quienes no frecuentan El Boliche, la mayor causa de su lejanía se debe a las condiciones de sanidad y seguridad, y que de no modificarse éstas, la posibilidad de acercarse al sector es mínima. Quienes se abstienen de visitar el Boliche afirman que, a pesar de los precios, prefieren comprar en los supermercados, donde encuentran precios aceptables sin exponerse.
Además de esto, los comerciantes aseguran que han perdido la confianza en la policía, debido a la poca eficiencia de sus sistemas y afirman que al realizar una llamada para reportar un robo, las autoridades se presentan en el lugar de los hechos más de una hora después, lo que dificulta la identificación de los delincuentes y su rumbo.
“Estamos cerca de un lugar donde tenemos un algo a lo que le llamamos “zona negra”
Las condiciones de seguridad son cuestionables. Sin embargo, esta situación no recae exclusivamente en la policía. La problemática es resultado de la deficiencia en las estrategias de algunas entidades como El Fondo de Seguridad, el ayuntamiento, las oficinas encargadas de la salubridad, administración del sector, así como la coordinación entre estas.
Heriberto Bengochea, arquitecto de la Alcaldía y encargado de varios proyectos del mercado, asegura que la estrategia principal es recuperar los espacios físicos y la reubicación de aproximadamente 1.500 vendedores estacionarios en un lugar llamado “El Gran Bazar”, así como también el mejoramiento de las vías y la infraestructura. Aunque llegue a darse dicha reubicación, Bengochea admite tener ciertas dudas sobre el proceso, pues hay comercios de la zona que no se apegan al plan, como por ejemplo el mercado negro, la compraventa de bienes robados, que son un factor determinante de la seguridad del sector.
Según fuentes cercanas al Fondo de Seguridad a varios comerciantes se les hizo entrega de unos teléfonos, y unos botones de pánico. Pero en las entrevistas con los vendedores no se hace referencia ninguno de estos elementos. Incluso Daimer Sarmiento, un vendedor formal desde hace 28 años, critica la medidas adoptadas por la autoridad en el tema de la inseguridad. “No vienen por acá. El Alcalde no nos avisa nada ni invita a los comerciantes a alguna charla. Estamos a la deriva, al cuidado de Dios”.
Muchos de estos comerciantes afirman que les gustaría tener las mismas oportunidades dadas a los “carro mula”, quienes recibieron viviendas y ayudas para la creación de negocios en lugares con mejores condiciones de higiene, ya que con las condiciones actuales, incluso su salud se ve perjudicada. Los cambios repentinos en el tiempo atmosférico de la ciudad hacen necesario amarrar las mesas para evitar que el agua se lleve lo que les da el sustento para sus familias.
Promocentro
Las plazas de mercado tuvieron una administración, un sindicato llamado Promocentro, que se encargaba de la seguridad y la limpieza del sector. Desde hace 15 años esta organización viene luchando con los pagos de los trabajadores y terminó por liquidarse en el año 2017. Posteriormente, la Alcaldía tomó mando de las 11 plazas y según informan los cambios se verán a partir del año 2018. Pese a esto, varios vendedores declararon no saber nada de Promocentro, y de los servicios que dicha institución les brindaba. Debido a su estado de liquidación, no fue posible contactar con los representantes de dicho sindicato.
Aunque fuentes del Fondo de seguridad aseguran que Promocentro es una entidad de la Alcaldía, siendo la oficina que maneja el tema, lo cierto es que dicha oficina ya no existe.
Manuel Vargas, vendedor estacionario, afirma que “entre los ladrones se avisan, cuando un policía se va a otra esquina, viene uno y le hace señas a otro para que cometan sus fechorías”. Por su parte, Yeison pérez, teniente de la Policía, asegura que miembros de la entidad siempre se encuentran en constante movimiento y que por eso las personas dicen que nunca los ven.
“La problemática es resultado del crecimiento no planificado”, dice Davis Díaz Florián
El docente de Economía en la Universidad del Norte, Davis Díaz Florián, plantea que la problemática es resultado del crecimiento no planificado de las ciudades, y hace referencia a la importancia histórica de las plazas de mercado que han ido perdiendo protagonismo a medida que las ciudades se modernizan.
Díaz menciona que el espacio público ocupado ilegalmente presenta problemas de sanidad y seguridad que se han ido solucionando muy lentamente y que, a lo mejor, el modo de controlar estas falencias sería establecer un sistema de plazas a escala por localidad para pequeños negocios y la reglamentación del espacio público. Dicho proyecto permitiría recuperar zonas del centro histórico y reducir el clima de seguridad de la zona.
Las plazas de mercado son el lugar de los intercambios en pequeña escala y la gente seguirá acudiendo a los mercados. El problema es que la venta informal derivada del desempleo crea problemas de seguridad, sanidad y congestión en dichos lugares. Estas dificultades, sumadas al crecimiento no planificado, las estrategias poco efectivas, la desinformación, el descuido y la falta de coordinación entre entidades dan como resultado plazas desprotegidas, vendedores afectados y compradores asustados en un lugar donde reina el caos.