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Por: Laura Perdomo Bacca

Hoy, en su examen de grado, como el mismo Humberto de la Calle definió la cuarta versión de la Maratón de Pedagogía por la Paz, el equipo negociador del Gobierno tocó puntos fundamentales de los Acuerdos.

Desde su primera intervención, el Alto Comisionado para la Paz, De la Calle, manifestó que ese sería un espacio para escuchar con absoluto respeto las críticas y para hablar con franqueza. Además, se refirió al Plebiscito como un punto de quiebre para el país, ya que define si comenzaríamos a ensayar la paz o las cosas seguirían como estaban.

Me llamó la atención el término ensayar. Ya sabemos muy bien cómo hacer la guerra. ¿Estamos preparados para ensayar la Paz? Es algo que nunca hemos hecho y para lo que deberíamos prepararnos con devoto compromiso. Más allá de que la respuesta que dé el país al plebiscito el próximo 2 de octubre, esta ha sido una gran oportunidad para todos los colombianos para pensar en la paz, un tema tan coyuntural que ha tocado incluso a indiferentes.

El proceso de paz en Colombia ha provocado que emerjan muchos cuestionamientos que anteriormente no tenían cabida en nuestras conversaciones cotidianas. ¿Qué es la Paz? ¿Cómo puede hacer el Gobierno la Paz? Pero más importante que eso, ¿Cómo podemos hacer nosotros la paz? De no estar de acuerdo con lo que se concertó en La Habana, ¿qué otras opciones tenemos para aspirar a vivir algún día en Paz?

Estábamos acostumbrados a pensar que la solución era atacar al enemigo, ahora que “el enemigo” quiere dejar de serlo ¿Cómo vamos a responder?

Huberto de la Calle reconoce que el Acuerdo no es absolutamente perfecto, sin embargo, asegura que es el mejor acuerdo posible. Al menos una certidumbre entre tantos temas en los que no se tiene certeza en nuestro país. A veces trato de ponerme en su lugar y pienso en la responsabilidad que él asumió de conciliar con un grupo terrorista que no tuvo ni la más mínima compasión durante más de 50 años y que dicha conciliación dejará satisfecho a todo un país que vivió la barbarie. ¿Difícil no?

Pero él lo hizo, por eso ahora tiene que viajar por el territorio nacional a explicarle a los colombianos por qué deberían apoyar el Acuerdo que haría posible el fin del conflicto con la guerrilla más antigua de Latinoamérica.  

Tal vez lo opuesto a la Paz no es la guerra, es el miedo. ¿Por qué le tememos tanto al cambio? Nos aterra salir de la zona de confort. Algunos quieren que “el enemigo” siga siéndolo y todos los demás las víctimas. Negarnos a la oportunidad de poner en marcha un proceso de Paz único y sin precedentes en el mundo, porque no sabemos hasta dónde puedan llegar 10 personas de las FARC en el escenario político, es un poco egoísta de nuestra parte, a mi parecer. ¿Acaso no estamos dispuestos a silenciar los fusiles y escuchar voces?

Las FARC tienen la voluntad de reincorporarse a una sociedad que tiene un sinnúmero de motivos para odiarlos y están confiando en un gobierno que no es precisamente ilustre, según lo que yo sé. Marcar Sí en el tarjetón el 2 de octubre es un acto fe, una acción motivada por la esperanza de llegar a ser capaces de construir la paz desde la individualidad y pensando en colectivo. Es un proceso que exige maduración y tiempo, pero sobre todo, confianza. 

A Colombia le falta muchísimo para poder pensar en la Paz como un concepto absoluto, requiere de un esfuerzo significativo de todas las partes, pero sin duda, este es el primer paso hacia algo grande.

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