Juan Gossaín y Daniel Samper Pizano conversaron en el Hay Festival Cartagena sobre la palabra ‘Corroncho’. Ellos examinaron de tal forma el término que lo hicieron una metáfora de los conflictos regionales del país.
Juan Gossaín se sienta. En frente está una mesa sobre la que hay dos yucas, una poncherita de suero, dos abarcas de rejo tres puntas y un sombrero de vuelta. Luego llegaría su amigo Daniel Samper Pizano. En esta ocasión no están en una terraza del Caribe, están en el Caribe sí, pero en la tarima del Teatro Adolfo Mejía de Cartagena que cuenta con sus cinco pisos repletos de gente.
—Hay un meollo, un núcleo de este asunto, se lo propongo a la gente: la palabra corroncho y todos sus derivados ofensivos —propone Juan Gossaín que viste una guayabera celeste—. ¿Por qué sucedió todo esto?
—La palabra corroncho no es propia del lenguaje cachaco —dice con sorna el bogotano Daniel Samper—. La palabra corroncho fue agresiva y peyorativa, pero poco a poco ha dejado de serlo y cada vez deja de serlo más. Hay gente que individualmente o en grupos se tildan de corronchos, procuran reivindicar la palabra.
—Pero el experto en diccionarios es usted —agrega Samper señalando a Gossaín.
—Acá tengo varias consultas —responde Gossaín.
El diccionario de Colombia de Jorge Alejandro Medellín y Diana Fajardo que fue publicado en el 2005, dice: “Corroncho: adjetivo despectivo, costeño de mal gusto, usado especialmente en el interior del país para referirse a las gentes del Caribe”. Segundo significado del mismo diccionario: “En Colombia se utiliza para calificar a alguien de ignorante y de modales burdos”.
Juan Gossaín le advierte al público que en el Diccionario de costeñismos colombianos, edición 1942, encontró una de las definiciones más curiosas que ha podido encontrar de la palabra ‘Corroncho’: “Expresión que se usa en Riohacha para referirse a una persona enjuta, seca, flacuchenta, escuálida”. En el mismo diccionario también subraya que es la forma como en Medellín le llaman al pescado de nombre Coroncoro. La popular canción La Niña Emilia hace referencia al pescado “coroncoro se murió tu mae, déjala morir”
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Juan Gossaín cita tres definiciones de otro diccionario: El Lexicón de colombianismos, del momposino Mario Alario Di Filippo. La primera: “Pez de río, pequeño, de escamas ásperas y de color apizarrado o grisáceo. Es de cuerpo deprimido, labios negruzcos y carne blanca”.
En eso Daniel Samper lo interrumpe y le pregunta “¿Usted está describiendo al pescado o a algún amigo suyo? Porque yo tengo varios que son igualitos”. Luego de las risas del público, Juan Gossaín cita la segunda acepción: “Aplicase la expresión corroncho a la persona intratable, incivil y de genio áspero”. De inmediato lee la tercera: “Aplicase a la persona tarda de mente, poco vista en el hacer y en el decir”.
Juan Gossaín agrega que el Coroncoro no es solo un pez de río, sino uno de las extrañísimas especies que son de río y de mar. El coroncoro, originalmente llamado corroncho, se pescaba en grandes cantidades en el Ciénaga Grande del Magdalena. Acota Gossaín que el único lugar donde siguen llamando corroncho al coroncoro es en Lago de Maracaibo.
En el diccionario de la Real Academia de la Lengua los significados varían por regiones, anota Samper. En Venezuela: “Dicho de una persona: lenta, tarda y pausada”. En Honduras: “Escamoso, áspero y duro”. En Costa Rica: “Arroz tostado que queda pegado en el fondo de la olla al cocerlo”.
Juan Gossaín menciona que Wikipedia se refiere al corroncho como “Término que se utiliza en la Región Caribe de Colombia para referirse despectivamente a personas ordinarias, que no tienen cultura, costumbres, modales, sin estudios o educación, independientemente de su condición social, creencias religiosas o lugar de origen”.
Ante toda esta diversidad de definiciones en su mayoría ofensivas, Juan Gossaín dice que investigó que la primera vez que se usó la palabra corroncho fue en el siglo XVII para referirse a “la corteza de árbol especialmente ordinaria, gruesa y rústica que se revienta en el verano con el calor”. Luego a un árbol se lo denominó con el término ‘corroncho’, luego fue el pescado.
—El uso despectivo de la palabra no empezó aquí (en la Costa), Daniel bien lo sabe.
—La forma peyorativa del término nació en Bogotá.
—Hablando muy seriamente quiero decir, Daniel, que parece que lo hubiéramos ensayado. Como Tola y Maruja.
Juan Gossaín continúa con la palabra y reflexiona: “Una de las características colombianas más tristes es lo que nos hemos atropellado unas regiones a otras a lo largo de la historia. Aquí nos acostumbramos a creer en eso: Aquí todo costeño es flojo, perezoso. Ah sí, pero todo bogotano es hipócrita”. En ese momento el teatro revienta en aplausos. Gossaín hace una pausa y sigue: “Entonces el bogotano dice sí, yo soy hipócrita, pero el paisa es un avivato, cuidado. El paisa dice, pero el pastuso es como tonto, por cierto. El pastuso dice sí, yo soy tonto, pero el opita es como bobo”.
Juan Gossaín levanta el dedo índice y pregunta para responderse “¿Ustedes saben cómo se usaba la expresión corroncho acá donde nos encontramos, en el Caribe colombiano? Se usaba como un término cariñoso, afectivo y casi de admiración, corroncho era el nombre que se le daba al campesino, no rústico salvaje, sino al puro”. En la primera fila se encuentra el músico sabanero Adolfo Pacheco quien asiente con la cabeza la definición.
Juan Gossaín admite que hace un tiempo escribió su propia definición de corroncho, dice así: “puro y genuino, auténtico como el agua de una acequia, como una rama de tamarindo, como un cagadón de burro, ¡puro!”.
Daniel Samper pregunta cuándo esa definición sana y elogiosa se transforma en peyorativa. “Cuando va a Bogotá, no el campesino, sino la palabra”, responde Gossaín. En Bogotá usaron la palabra corroncho para tildar al costeño de rústico, de ordinario y de bajos modales.
Lo irónico del caso es que la palabra ‘Cachaco’ también nació como un elogio “un señor elegante y bien puesto”. “Allá voltearon al corroncho y acá volteamos al cachaco, ¡Por Dios! Esa es la triste historia entre el corroncho y el cachaco en el lenguaje”, se queja Juan Gossaín.
—Ajá y ¿usted no va a decir nada? —le protesta Gossaín a Samper.
—Yo lo que quiero es relacionar el concepto entre el corroncho y el del lobo.
“El lobo en Bogotá es una persona que está tratando de llegar a una clase económica, social y estética un poquito superior, y se pasa o se queda. El lobo tiene una casa elegante, ve un jarón de treinta centímetros y lo cambia por uno de metro y medio. El lobo es una persona desfasada estéticamente. En mi familia me consideran lobo, pero como me gusta tanto el Caribe me dicen lobo de mar”, explica Samper entre risas.
Por si alguno no entendió la definición de Samper, Gossaín agrega “es el que se vuelve muy rico y entonces compra un cuadro de Picasso en Nueva York y busca a alguien para que se lo retoque”. A esta altura cada frase de los periodistas desata una erupción de risas y aplausos en el público.
Juan Gossaín dice que por su tierra, por los lados del Bajo Sinú, le contaron la historia de un campesino que consiguió una plática a punta de siembra. Los familiares lo convencieron de que fuera Bogotá a visitar a su tía Josefita. Lo montaron en un avión y llegó a Bogotá con su maleta de madera. Después de un rato lo vio un taxista y dijo “este está perdido”. Se le acercó y tuvieron la siguiente conversación:
—Amigo, ¿Lo llevó? —preguntó el taxista.
—Sí, compa, lléveme —respondió de inmediato el campesino.
—¿Para donde lo llevó?
—¿Y usted no sabe dónde vive mi tía Josefita?
¡Puro cagadón de burro! —comenta Samper—. Entonces la diferencia está en que el lobo intenta imitar algo y comete desatinos, mientras el corroncho es genuino y donde llega impone su estilo, como el cagadón de burro.
Así es —afirma Gossaín—. Ahora tenemos con nosotros a un corronchazo, el hombre que asumió esto como un arte, con nosotros el cantautor Hernán Villa.
Entra al escenario Hernán Villa con una camisa roja incandescente y saluda con un estridente “wipijii”. De ahí en más el conversatorio se convirtió en una fiesta de corronchos, el cantautor interpretó, entre otras canciones, su principal legado, la canción ‘Yo soy corroncho’.
Al final Juan Gossaín y Daniel Samper, miembros de la Academia Colombiana de la Lengua, afirmaron que pronto se reivindicará el corronchismo. Y a los asistentes los despiden con la frase “¡Por favor, sea corroncho!”
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Artículo realizado en alianza con lachachara.org