Por: Ever Mejía
A miles de kilómetros de los ojos del estado se encuentra la vereda La Desilusión, un terreno montañoso que se convirtió hace más de 50 años en el territorio de asesinos, extorsionistas y secuestradores. Y en el que una noche hace 14 años, nació Álvaro, sus llantos eran casi imperceptibles ante el ruido de las metrallas.
Como todos los niños de la vereda, Álvaro no creció escuchando los boleros clásicos de su región, sino el turbulento ruido de los fusiles. Su infancia fue realmente tormentosa, al punto en que una noche vio cómo dos hombres asesinaban a su padre porque no tenía el dinero de las vacunas que cobraban semanalmente, aún con la inocencia de un niño, creció recordando todas las noches la escena en la que vio por última vez con vida al ser que más amaba.
En la adolescencia, observaba como los equipos de fútbol de la vereda cada vez tenían menos integrantes, mientras muchos de sus amigos empezaban a cargar las armas, la violencia estaba dejando grandes heridas en su corazón y a su mente la estaba perturbando.
La semana pasada miles de soldados del ejército llegaron a la La Desilusión para intervenirla, combatieron con los que estaban en armas y los derrotaron. Hoy están haciendo un proceso de investigación a cada uno de los habitantes del pueblo para saber quiénes son los culpables.
A las personas que solo han sido víctimas de la violencia le están ofreciendo reubicarlas en La Esperanza, un gran terreno baldío donde se piensa integrar a todas las personas de las diferentes veredas que han sufrido la violencia en el país para ensayar la construcción de paz que hasta hoy no han vivido. El próximo 2 de octubre cada quien tendrá que decidir qué camino escoger.
Álvaro tiene miedo. Está inseguro, cree que en La Desilusión puede encontrar un mejor camino y piensa que La Esperanza es una trampa, que ese terreno estará infectado, que habrán otros grupos violentos, que no recibirá recursos con que ponerse en pie y que el estado los traicionará.
Les pido a todos los colombianos que quieren seguir en la guerra que reflexionen. Es natural que ante un momento tan importante tengamos miedo de lo que puede venir, que tengamos recelo de que no podamos construir lo que anhelamos, pero recuerden que no dejamos atrás nada bueno.
¿Qué puede ser peor que ocho millones de víctimas del conflicto armado?, si esta guerra nos ha dejado siete millones de personas desplazadas de su hogar por el terror de las balas, más de un millón de personas asesinadas con armas, 150.000 personas de las que nunca se supo su destino, 34.000 personas secuestradas, 10.000 personas que han sufrido las consecuencias de las minas antipersonas, 9.000 niños que como Álvaro, dejaron de jugar con una pelota, un carrito o una muñeca por sufrir las consecuencias de la guerra. (cifras: http://rni.unidadvictimas.gov.co/RUV )
En pocos días tendremos la oportunidad de elegir un camino diferente, la firma del Acuerdo de Paz solo es el primer paso en la construcción de un camino de una paz estable y duradera. Así ensayemos el camino con todos los riesgos y desafíos que trae por delante, pido que lo intentemos.
“Yo votaría el sí, yo no entiendo cómo pueden preguntar por qué de una paz, por qué seguir con un conflicto que lleva más de cinco décadas, no tiene chiste, no entiendo. Qué van a perder en tratar de buscar un futuro diferente”, afirmó la Nobel de paz Jody Williams durante su estadía en Barranquilla.
Es apenas natural que tengamos miedo en dejar la guerra porque es el único camino que conocemos. Pero recordemos que atrás solo dejamos dolor, sufrimiento y un millón de personas asesinadas, la construcción de la paz traerá consigo muchos desafíos e incluso pueden surgir problemas, pero considero que nada puede ser peor que la guerra. Por eso le pido a Álvaro y a todos los lectores que nos demos la oportunidad de intentar construir algo diferente, y que recuerden que atrás, no dejamos el paraíso.