Por Andrea Valentina V
Fotos: Nathaly Pabón Calderon
A las diez de la noche del primero de marzo fue nombrada ‘Michelle Obama’ como Reina del Cadillo y, en ese momento, El Tanganazo se silenció por segunda vez. La barra de ‘Michelle Paola’ no tuvo más remedio que guardar sus bombos y platillos para otra ocasión, porque la corona principal estaba en la cabeza de su rival.
Ese mismo día, pero más temprano, la población de Baranoa, municipio del departamento del Atlántico, se dividía en dos: unos, preocupados por eliminar sus pecados carnavaleros, asistían a la iglesia para colocarse la cruz de ceniza, que daría inicio a lo que se conoce como la Cuaresma. Otros, en un afán por acortar su tristeza por el término del Carnaval, se alistaban con su mejor pinta y se dirigían a una de las casetas más populares del pueblo.
En ese lugar se celebra desde hace varios años el Reinado del Cadillo, un evento que se realiza el miércoles de Ceniza y que tiene una particularidad: los ‘machos’, que se jactan todo el año de su masculinidad, se convierten en mujeres por una tarde. Allí, con vestidos extravagantes y excesivamente emplumados, coloretes, pelucas de diferentes colores y labiales rojos, logran rendirle un homenaje a la mujer con una digna imitación.
Sin embargo, lo que hoy es una fiesta reconocida por los baranoeros comenzó siendo una broma entre un grupo de amigos quienes, cansados de los ‘gorreros’ -esos seres despreciables que se emborrachan a costa del trago del prójimo-, decidieron rendirle tributo a aquel acto bochornoso.
En una parranda de amigos fue coronado Guillermo Iglesia
Muchos años atrás, frente a las cuatro esquinas, la canillona de Ron Blanco estaba en la mesa mientras los amigos Alonso Acosta, Julio Viloria, y algunos más, se encontraban reunidos para festejar el término de su jornada laboral. Allí fueron divisados por dichos personajes, cuya maniobra es la de enganchar a los incautos para poder beber gratis toda la jornada. Pero no contaban con la astucia, y aquel grupo salió corriendo a finalizar su parranda en el barrio Loma Fresca.
Muy animados empezaron a referirse a esos sujetos como ‘cadillos’, haciendo alusión a esa planta que se pega a la ropa y que es casi imposible quitar. Fue ahí cuando uno de ellos, Juan Pablo Silvera, trenzó una corona de bellísima y proclamó a Guillermo Iglesia como reina del Cadillo. Fue paseado por las calles principales de Baranoa en el caballo de su amigo, el ‘Nene’ Peña.
Nadie sabe con certeza en qué fecha ocurrió tal acontecimiento, pero sí que lo repitieron tres veces y luego no continuaron. Lo paradójico es que la primera reina dejó de carnavalear. Ya no está para los asuntos del mundo, y de esa recocha de amigos no quiere ni acordarse. Ahora solo queda el recuerdo de aquel momento, y del cadillo de su casa –ya marchito- que, como si de una obra divina se tratara, está lleno de escombros sepultando la mata –y también su vida pasada.
Guillermo Iglesia preparándose para su reunión con los Testigos de Jehová.
En la puerta del Tanganazo, los olores a chuzo asándose, humo de cigarrillo siendo expulsado por las bocas de quienes lo consumen, cerveza regada en la mesa y el ‘polvorín’ desprendido de la calle sin pavimentar se mezclaban en el aire. Las piedras no eran un impedimento para que las personas bailaran desde las dos de la tarde, hora en la que empezaban a entonarse con ron y la música a reventar que retumbaba a los alrededores la caseta, cortesía del picó El York.
Los vendedores ambulantes conversaban uno con el otro mientras la gente se reunía en la entrada. Parecía que fuesen a ingresar, pero en realidad esperaban que la candidata que apoyaban saliera para realizar el tradicional recorrido por las calles aledañas. Era Miércoles de Ceniza, pero ellos no querían aceptar el término de la fiesta más grande del Atlántico, así que un último desfile no le haría daño a nadie.
Cuando hicieron el llamado, ‘La Pechocha’ fue quien arribó primero. Portaba un vestido de colores verde, rosa y amarillo, similares a los de varias comparsas de Son de Negro. Aunque llevaba un maquillaje exagerado y una notable faja, sus facciones y su cuerpo daban fe de que se trataba de un hombre.
Uno como todos los que hacían su llegada a las afueras de la caseta, como ‘Sharick Paola’ quien, con el pitido de una moto, donde venía encaramada, y un guache, hizo su aparición como intentando decir ‘aquí está su reina’. Una a una, las demás concursantes hacían su aparición en la arenosa entrada y a su alrededor unas mujeres con camiseta verde fluorescente les hacían señas.
Ellas, las hijas, nietas y esposas de los organizadores, no son más que la prueba de que la tradición familiar de los Silvera perdura de generación en generación.
El rescate de una tradición
Todo comenzó en 1969 cuando Juan José, más conocido como ‘Juan Pablo’ Silvera, decidió seguir con ‘la recocha’. Después de realizar tres veces aquel acto con sus amigos, tomó la determinación de que debía continuar haciéndolo pero de buena manera. Por eso él, un mesero que trabajaba arduamente los cuatro días de Carnaval, instauró el Cadillo el día después de la muerte de Joselito, aquel en que la mayoría de la población descansaba o se ocupaban de asuntos religiosos.
En sus inicios, quien era coronada como reina le hacían entrega de una botella de Ron Blanco. Solo desde hace 25 años se viene entregando dinero en efectivo, el cual es recogido del producido del evento por los actuales organizadores, los hijos de Juan Pablo. Ellos no han querido que la tradición muera, ni mucho menos después de la muerte de su padre. Así pues, decidieron no guardar luto y realizar en aquel año el reinado como si nada hubiese pasado.
A lo lejos, dentro de la caseta, se podía divisar a una mujer con la cruz de ceniza en su frente. Sin embargo, parecía ser la única porque la gran mayoría sólo tenía marcas de maicena en todo el cuerpo. Pese a esto, no hay guayabo en el rostro de nadie, más bien, estaban ansiosos porque el evento comenzara lo más rápido posible.
Pero nadie podía estar más ansiosas que las candidatas, quienes, luego de un recorrido por el barrio, se instauraron en un camerino abierto donde revelaban todas las artimañas con las que intentaban convencer a las personas de que podían ser confundidas con ‘mujeres de verdad’.
Mientras ellas se arreglaban, Michael Jackson Criollo hacía su aparición en el escenario para entretener a la gente que llegaba. Aún no estaba completamente lleno, pero las barras de las concursantes hacían tanto ruido como si de un pelotón se tratase. Sin embargo, no era nada comparado a cuando la candidata que apoyaban fue presentada frente al público.
De ellas, Michelle Paola era quien contaba con una barra excepcional. Sólo la fanaticada que acompañaba a Kimberly, una rubia arrebatada, le podía hacer competencia. En el otro extremo, cuando mencionaban a Michelle Obama, unos cuantos aplaudían que fácilmente eran identificados como sus familiares.
Mientras que los movimientos casi epilépticos de Kimberly eran celebrados por la mayoría de los asistentes, la cumbia suave y el frenético mapalé de Michelle Obama y sus movimientos estilizados no recibieron la misma respuesta. Quizás la actuación más memorable la tuvo Michelle Paola, quien no se limitó a bailar, sino que además interpretó una canción mientras meneaba sus caderas al son de la cumbia.
Y ni hablar de Mara Paola, quien desde lejos se notaba que era mayor. Con 42 años era él -¿la?- concursante con más edad del reinado y, también, la única de ‘ellas’ que sabía caminar y bailar todos los ritmos que le colocaran con tacones a la perfección. Así que en la pasarela no tuvo mucho problema, cuando desfilaron por la tarima con trajes elegantes y esperaban pacientemente para ser llamadas a responder la pregunta.
— Párale bolas, ahora las más bonitas son las más brutas— comentaba uno de los asistentes, lo que provocó la risa de los que estaban a su alrededor.
Lo que no sabía aquel señor era que las preguntas ya eran estudiadas previamente por las candidatas. Sólo debían escoger un número al azar y recordar la respuesta. De este acto, solo cinco de ‘las chicas’ pasaban a la fase definitiva.
Emocionada, Kimberly dio un paso al frente por ser la primera en ser llamada; le siguió Michelle Paola, quien casi se dobla el pie en la pasarela; de tercera fue nombrada Martina la Peligrosa, una que no había hecho mucho ruido pero tenía porte; luego, Mara Paola y su barra hicieron vibrar la tarima cuando fue escogida y, finalmente, la muy tensionada Michelle Obama fue sorprendida y abrazó de inmediato a su compañera, La Pechocha.
Para la última pasarela, solo Mara Paola se quedó con los tacones. Los demás optaron por ir descalzos o con cotizas, debido al cansancio que ya era notorio en sus rostros. Luego de la última tanda de preguntas, la deliberación de los jurados tomó tiempo. Las barras de Kimberly y Mara Paola se enfrentaron, ya que eran las que más se hacían notar. En medio del bailoteo, a una de ‘ellas’ se le ocurrió la idea de sacar a bailar a la Reina del Carnaval de Baranoa -la jurada más importante de la noche-, por lo que la mayoría de los que estaban arrimados a la tarima coincidieron en que se trataba de una estrategia para quedarse con la corona.
Finalmente, la espera concluyó: el ambiente estaba tenso pues cualquiera podía ser coronada como Reina del Cadillo. Sin embargo, solo una podía tener el honor. Martina la Peligrosa y Mara Paola fueron nombradas como tercer y segunda princesa, y sólo quedaban tres finalistas. Kimberly tenía sus ojos cerrados y sus manos unidas y pegadas a su labio inferior; Michelle Paola sonreía tensamente al igual que su tocaya, Michelle Obama, miraba a cualquier parte del lugar excepto al presentador del evento.
Fue entonces cuando el Tanganazo se silenció por primera vez. Kimberly, la extravagante rubia, fue nombrada primera princesa para el descontento de la gente y de su barra. Así, la cosa quedaría entre ‘Michelles’. Ambas se tomaron de las manos, como si estuviésemos en el Reinado Nacional de Belleza, y el presentador volvió a tener la palabra. Ya no se trataba de saber el nombre, ahora la gente quería saber si era Paola u Obama lo que lo acompañaba.
Cuando fue nombrada, Michelle Obama no pudo contener las lágrimas. Lloró como toda una Miss siendo coronada por primera vez. Lloró con su hermana, lloró con sus amigos e incluso mientras declamaba su discurso, las lágrimas caían por sus ojos, casi idénticas a las que la ‘real’ soltó cuando su esposo y ella dejaron la Casa Blanca. Así fue como la versión número 48 del Reinado del Cadillo concluyó, entre sinsabores y resignación de varios asistentes porque el quinto día del Carnaval se había acabado.