Por: Angie Vásquez
Estamos atravesando uno de esos momentos que marca un antes y un después en la historia de un país, y es ahora -en la mitad- cuando debemos analizar y prepararnos para lo que se nos viene por delante. No es cuestión solo de política y justicia, va más allá, es de qué tan dispuestos estamos realmente a dejar los prejuicios de lado y darle un chance al cambio.
Hace unos días, me dirigía a la universidad en un colectivo cualquiera y el señor que iba de copiloto le ha dicho al conductor (un señor de edad madura): “usted que ha vivido tanto, cuénteme ¿qué le parecen esos acuerdos de paz? porque usted con su edad debe saber más que muchos” el conductor le respondió que no tenía mucho conocimiento de los acuerdos. Sin embargo el copiloto continuó hablando de manera efusiva acerca del tema, y aunque no les presté mayor atención porque era de esas conversaciones en las que los argumentos realmente no existían, me captó la atención un momento muy específico de ese recorrido, y fue cuando el señor copiloto (quien para colmo tenía pinta de profesor) ha dicho “yo no sé pero la verdad a mi me gustaría darle plomo a toda esa gente” y bueno, me pregunto yo, es que él con ese pensamiento ¿se supone que está del lado de “los buenos” de la sociedad?
Es increíble que en pleno siglo XXI todavía exista quien ve la ley de Talión, eso del “ojo por ojo, diente por diente” como algo acertado, quien en medio de una oportunidad de cambio y peor aún, después de un anhelado cese al fuego, piense que la solución sería acribillar a los miembros de las FARC.
La política debe ejercerse en la práctica, no solo en el discurso y habrán muchas situaciones en las que no estaremos de acuerdo, pero es un paso a la vez como se logran las cosas; y es que todo este bombardeo mediático nos han vendido la idea de un inicio a la paz perfecta, pero es que la paz no existirá nunca si seguimos cerrados a la aceptación, a la tolerancia y sobretodo si no estamos dispuestos a convivir.
Colombia es un país con muchos problemas, y las FARC solo es uno de ellos, grande, pero uno de tantos, es muy fácil autodenominarse como buenos ciudadanos y que los que deben mejorar son los desmovilizados, pero si se sigue actuando en violencia y pensando en venganza ¿estamos realmente cumpliendo nuestras propias expectativas de “buenas personas”? aún falta un trecho largo por recorrer para una sociedad armónica, esto es solo una oportunidad de reinserción, de tranquilidad, de un nuevo comienzo, pero se necesita de un cambio por parte de todos y sobretodo. es necesario dejar los bandos y empezar a hablar como un todo, como una sola comunidad que debe trabajar junta en pro de un crecimiento social.
Cuando la gente no está feliz no es solo por como vive, sino por como piensa, por cómo siente. Una verdadera paz surge de un cambio de mentalidad, y habrán fallos pase lo que pase, habrán daños colaterales y gente disgustada, pero nada es gratis y es necesario un poco de sacrificio por parte de todos, jóvenes, adultos, niños, desmovilizados, fuerzas militares, desplazados, campesinos, de todos, para que realmente funcione, porque en teoría ya está, lo que sigue es la práctica y ahí realmente viene lo pesado. Como dijo Juan Pablo II “Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad , verdad, justicia, y solidaridad”
Independientemente de que suceda después del 2 de octubre, de sí gana un SÍ o gana un NO, será decisivo para el país, y ante todo debemos concientizarnos: la paz no es un proceso mágico e inmediato, es algo que tomará años, trabajo y sobretodo tolerancia. Porque a fin de cuentas no es solo desarmar las manos, es desarmar el corazón y la mente, sacar la violencia que tenemos a diario en nuestros pensamientos para ahí sí poder aspirar a una paz verdadera entre todos.
No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla -Eleanor Roosevelt