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Por: Carolina Valera Solano.

La newyorkina, con corazón barranquillero, demuestra el amor hacía su profesión y sus clientes.

Sentarse a conversar con Nancy Cabrera es prepararse para hablar desde lo más básico, como los ingredientes para un postre, hasta lo más complejo, como la política del país. Llega a su restaurante luego de grabar un cortometraje “de esos que pasan en Cine Colombia. Es sobre la arepa e’ huevo y soy la protagonista”. Me saluda con un “ya eres de la familia” y me abraza como una madre lo haría con su hija. Es ella quien inicia la conversación y parece que fuera ella la que va a entrevistar, indagando un poco sobre mi vida. Nancy tiene esa cualidad que en muchos se ve forzada, pero que en ella es natural, te atrapa con su derroche de personalidad y alegría.

Nació en Nueva York pero al hablar y moverse, te das cuenta como dentro de ella hay sangre barranquillera. Desde pequeña supo que quería estar dentro de una cocina, moviendo sartenes, preparando nuevas recetas, pero sobretodo, sirviéndole a la gente. “Desde antes de nacer lo único que me importaba era cocinar. Me encantaba ver cuando mi mamá nutría a la familia, no solamente con el amor, sino que era una combinación del amor a través de la cocina. A mí desde chiquita no me importaba sacar buenas notas sino lo que llevaba en la lonchera.”

“Desde chiquita la tenía clara, mi sueño lo quería volver una empresa.” Lo ha logrado a la perfección, pues actualmente, cuenta en Barranquilla con tres restaurantes, “Nancy Cabrera Restaurante y Repostería”, “Nancy Cabrera Expreso” y “Cucayo”, reconocidos por sus espacios, atención, pero sobretodo, por la calidad de sus platos. “Hacía cosas súper ricas, las llevaba en mi lonchera y las vendía en el colegio. Luego, más grande, estudié durante muchos años y empecé a vender a un público mi sueño, que es este. Así empezó todo.”

En contra de sus padres, decidió estudiar gastronomía. Estudió Artes Culinarias y Pastry Arts en el New York Restaurant School, en Estados Unidos, graduándose con honores lo que le permitió un inicio profesional por lo alto en el restaurante The Sign Of The Dove, institución gastronómica en Nueva York. Rodeada de hombres en la cocina, Nancy no se dejó intimidar. “Soy firme creyente que no hay ninguna diferencia entre hombres y mujeres, solamente cuando vamos al baño (risas). Cuando estuve en Nueva York, eran muchos hombres, yo era la única mujer, latina, minoría y mido 1,50 cm. El ser minoría me hizo más fuerte y me di cuenta que es solo una mentalidad.”

Crecer, vivir y estudiar en Nueva York, le forjó su visión gastronómica. Describe a Nueva York como una fusión cultural, lo que le permitió conocer diferentes ingredientes y condimentos, para la creación de sus platos más representativos. Además, agradece de la ciudad, la disciplina con la que se trabaja, pues eso se puede ver reflejado, a la perfección, con el simple hecho de pisar uno de sus restaurantes.

Para ella su profesión dejó de ser un trabajo desde hace mucho tiempo. El ser empresaria y chef, lo ha logrado forjar a la perfección, que demuestra que nació para vivir en la cocina.  “Para mí, esto es un estilo de vida. Cuando yo entendí, que mi vocación y mi profesión, era exactamente para servirle a otras personas, yo sacrifiqué todo, tener familia, tener esposo y lo adopté como un estilo de vida. Todo tiene un precio. A mí me encanta el precio que yo pago.”

Habla con gran pasión sobre la gastronomía, su trabajo y sus clientes. En la atención ofrecida se refleja el amor y empeño que Nancy pone a su profesión. Deja de ver a las personas que visitan su restaurante, como unos simples clientes, los considera parte de la familia. “Mis clientes son el por qué he sacrificado tanto. Espero siempre, de todo corazón, brindarles lo mejor que yo tengo.” Físicamente y mentalmente, es una profesión desgastante. Esto se ve reflejado en sus juanetes, consecuencia de estar tantas horas de pie en la cocina y en sus manos dedicadas a cortar, manejar sartenes y elaborar platos a la perfección. Es una luchadora, lo demuestra, al ser sobreviviente de un diagnóstico de cáncer en el 2001, por lo que idea el eslogan de la campaña de la Liga Contra el Cáncer del 2015: “Vivir es una dulce receta, el mejor ingrediente es la prevención”.

Los grandes logros que ha tenido a lo largo de la carrera, no le han robado ni una pizca de sencillez y humildad. Lleva más de tres décadas en el quehacer profesional, viajando y conociendo diferentes personajes públicos y políticos, como el Papa Francisco, del cual tuvo su bendición, y lo describe como el mayor honor de su carrera. Todavía no se cree lo que ha logrado y forjado, pues se define como “una simple cocinera”

Cita a Aristóteles, “sólo sé que nada sé”, al referirse a su futuro. Nancy Cabrera siente que apenas está comenzando, que le falta mucho por recorrer. Es ambiciosa, en el buen sentido, y va por más, no sólo en su trabajo, sino del lado social. “Quiero luchar por la democracia de Colombia, no soy política, pero si una persona influyente. Quiero que las cosas se hagan bien, que personas jóvenes que no tuvieron que vivir ni los 80’s, ni lo 90’s, vayan a ser víctimas de un mal acuerdo, de una mala decisión en las próximas elecciones de Colombia.”

Pasar la tarde junto a esta barranquillera de corazón y con un buen cappuccino, es un deleite. Es llevarse un ejemplo de vida y superación. Es tener tips para “salir más bonita” en las fotos. Es llegar a la casa y empezar a practicar la receta que te enseñó. Por último, me recalca, “hay que salir a votar, hay que salir a hacer la diferencia, hay que salir a defender a Colombia”. Se despide, como lo hizo al saludarme, y se va a hacer lo que mejor sabe hacer, servirle a la gente.

 

 

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