Por: Victoria Ortiz, Daniela Garcia, Raul Fernandez e Isabella Otalora
“Si me acuesto con un man porque sí, ¿por qué no me voy a acostar con otro por plata?”
Aunque parezca sacado del guión de una narconovela, fue dicho por Tati*, una joven delgada, voluptuosa, cabello castaño, ojos color miel, tez trigueña y labios gruesos. Es estudiante de Relaciones Internacionales y quien aclara que no es prepago, como prejuiciosamente algunos la señalarían.
Hablar y escuchar de prostitución no es nada nuevo. Ahora hablar de Internet y prostitución es una relación que toma fuerza cada vez más. Estos términos están más estrechamente ligados de lo que podemos imaginar. Desde hace algunos años se viene desarrollando en la red el negocio de ‘Sexcam’, donde miles de chicas se desnudan frente a una cámara y son remuneradas. Recientemente se ha desarrollado una forma distinta de utilizar las redes sociales como Facebook, Instagram y Tinder, donde puedes escoger a la chica con la que quieres concretar el acto sexual -se dedique o no, de tiempo completo a la prostitución- y que esto quede en la clandestinidad. Es algo así como un burdel, pero en versión digital.
El Internet y las redes sociales han pasado de ser una simple herramienta de entretenimiento y comunicación, a cambiar la forma en la que muchos ven, sienten y viven la sexualidad. Con la aparición de las nuevas tendencias sexuales como el sexting, que se refiere al envío de mensajes de texto eróticos o imagenes eróticas, no podemos dejar por fuera la configuración que ha tenido la prostitución con el actual auge de las redes sociales. Las chicas dedicadas al trabajo sexual, han encontrado en esta invasión tecnológica, la oportunidad para ofrecer sus servicios.
El uso de las redes como un medio para la prostitución tiene diferentes beneficios: facilita la consecución de clientes de una forma discreta, permite reclutar chicas con tan solo publicar una historia en Instagram, ofrecer los servicios directamente en Tinder, desconocer fronteras y abrirse a nuevos públicos en Facebook y, además, les ofrece la posibilidad de mantener el oficio camuflado bajo la fachada del modelaje.
De la calle a la WEB
La prostitución en las calles y burdeles de Barranquilla se sigue dando. No es un trabajo ajeno para la ciudad, y hoy en día vive otra realidad: ahora puede desarrollarse a la vista de todos, alejado de los prejuicios y de alguna forma de control.
Barranquilla ha ido avanzando hacia la equidad y la igualdad laboral, académica, política y social de la mujer. La ciudad cuenta con la segunda menor tasa de desempleo. En las 23 ciudades y áreas metropolitanas estudiadas, las tasas de desempleo más bajas se registraron en Cartagena con un índice de 7,4%; Barranquilla con 7,5% y Santa Marta con 7,9%.
Desde las diferentes clases sociales es notorio visualizar como muchas mujeres encuentran en la prostitución una solución a sus problemas económicos o, como muchas otras, una forma de poder satisfacer sus gustos.
Vanessa* es una joven de 23 años, su tarifa varía entre $100.000 y $300.000. Por esa tarifa hace de todo, menos sexo anal. Ella prefiere no dejar ningún cabo suelto; hace parte de una sede, que es un apartamento donde ella y un grupo de amigas atienden a sus clientes. Muchos de ellos conseguidos por redes sociales y páginas como Mileroticos.com. Sin embargo, Vanessa no deja espacio libre para perder clientes, ella tiene presencia digital pero también atrae clientes de la calle.
“Yo trabajo en un apartamento en el norte de la ciudad… esos $300.000 incluyen todo”.
Conversación telefónica entre *Vanessa y cliente
¿Follow, like, Dm: sexo?
Follow, like, Dm: sexo, si, así de sencillo puede resultar conseguir sexo por medio de redes sociales. Instagram ha eliminado las muchas barreras que había entre las trabajadoras sexuales y el cliente, ahora, el proceso de selección es mucho más fácil, discreto, con acceso a millones de clientes desde su propia casa y sin tener que entregar un gran porcentaje a sitios web o a sedes.
Aquí el proceso de selección es bidireccional. Escoge el patrocinador/cliente pero también la chica/conveniente que realizará el servicio. Para que se de el acto sexual, lo único que debe existir es un Instagram impecable, un buen intermediario, que normalmente es amigo (a) cercano de alguno de los dos. La intervención no es siempre necesaria. La conveniente y el patrocinador pueden comunicarse libremente a través del lenguaje digital; follow, muchos like – incluyendo fotos viejas- para que no quede duda del notorio interés y si la conveniente devuelve los like, el cambio de luces perfecto, para que el patrocinador de el siguiente paso. Enviar un mensaje directo y lograr concretar algo desde ahí o trasladar la conversación a WhatsApp. Si esto ocurre es porque la conveniente visualiza en el perfil del interesado un patrocinador potencial, un padrino perfecto.
El proceso anterior descrito fue explicado por distintas jóvenes convenientes, quienes cuentan hasta con cuatro y cinco patrocinadores. Son estudiantes, provenientes de familias económicamente estables pero que como ellas lo expresan “no se prestan para cumplir sus caprichos”. Ninguna visualiza esta actividad como un trabajo y mucho menos como el proceso de intercambiar lujos/dinero por sexo.
Para ellas, los viajes, los regalos, los lujos son algo que merecen; están entregando su tiempo, cariño y compañía a un hombre y eso debe ser recompensado.
En Instagram es frecuente encontrar los perfiles de las tan aclamadas “bendecidas y afortunadas”, las mismas mujeres convenientes, dedicadas al trabajo sexual que escudan sus lujos bajo la excusa de “bendiciones” económicas dadas por “el señor”. Estos perfiles suelen contar con características particulares que permiten identificarlos a simple vista: viajes, paseos en yate, lujos, joyas y una gran cantidad de “bendiciones” o mejor dicho, lujos de los que nadie puede dar fe de su proveniencia.
Para las convenientes Instagram funciona de catálogo de ventas en el que el único producto y servicio es su cuerpo. En estas plataformas sociales tienen la posibilidad de negociar con sus clientes sin necesidad de encuentros previos, sin estar expuestas en la calle y guardando en lo posible su buena imagen, de mujer emprendedora y trabajadora.
Con las prostitutas de la nueva era; nacen nuevos términos, nuevos clientes, nuevos espacios. Aunque las caminatas en la fría noche aún siguen vigentes para una parte del mercado de la prostitución, ahora ha tomado fuerza el acto de conectar clientes desde la comodidad de su sofá, con un smartphone en la mano y con la simple acción de publicar una foto atractiva, acompañada de una frase mojigata o agradeciéndole al señor las bendiciones – quizás al señor de la prado- y esperar la lluvia de follow, like, dm, oferta de dinero a cambio de… ¡sexo!
Por esto y más Instagram se ha convertido en la red social favorita de los jóvenes… y de las trabajadoras sexuales, también.
Las convenientes
“No soy prostituta, ni prepago, ni puta, solo la paso bien y recibo algo -dinero- por eso”, expresó Tati*.
En este medio se vive una relación de tres: conveniente-intermediario-patrocinador. Juntos son los que le dan vida a una parte del ecosistema digital. Aquí no hay tarifas fijas, te venden amor, caricias y tiempo, ¿a cambio? el patrocinador/cliente debe conquistar, llenar de regalos y lujos a su apadrinada. Además, debe darle una comisión regular al intermediario -si lo hubo en el proceso-.
Las convenientes se identifican por no ser chicas de bajos recursos ni con necesidades obvias. Sus motivaciones principales son poder llevar una vida ostentosa, donde no haya espacios para ningún tipo de falencias y que el dinero dé para realizar múltiples intervenciones quirúrgicas.
Entre risas, “¿tengo cara de necesitarlo? solo me doy los gustos que mis padres no quieren darme, me gusta el sexo ¿a quién no? además, si me acuesto con un man porque sí, ¿por qué no me voy a acostar con otro por plata?”, expresó Tati*, quién es conveniente desde hace 2 años, tiene 20 y cuenta con un padrino que le permite tener un novio -o con un novio que le permite tener padrino, nunca lo sabremos.-
Sacada como de un cuento de hadas – o más bien de Instagram-. Tati* luce con orgullo su último bronceado, luego de regresar de uno de sus tantos viajes a una isla en una de las hermosas playas de la Costa Caribe. Ella ama el mar, y así es como justifica sus viajes frecuentes. Este tipo de paseos no toman por sorpresa a sus seguidores, ya es costumbre ver semanalmente los respectivos vídeos de ella bailando en el yate, en vestido de baño, teniendo de fondo música electrónica o el reggaeton del momento.
El spam de esta clase de contenidos es normal para la convenientes, y es aun más normal, el hecho de mostrar la bendiciones pero no el santo o el padrino.
Los viajes, la ropa de marca, las fiestas, las fincas: la vida ostentosa que llevan las convenientes es dada por dos o más padrinos y es ocultada, normalmente, con la justificación de que se dedican al modelaje.
Los proxenetas, que ahora son llamados “intermediarios”, se encargan de ser el puente de comunicación entre los clientes y las prepagos. Suelen ser personas de apariencia confiable, con una gran presencia en las redes sociales y un buen argumento para atraer chicas jóvenes, en muchos casos universitarias, ofreciendo por medio de este trabajo una oportunidad de tener mejor vida, mejor status y una posibilidad de ingresar al mundo del espectáculo.
El intermediario conoce las necesidades de las chicas a quienes selecciona y utiliza sus puntos débiles para convencerlas de que en la prostitución encontrarán la solución a sus problemas. En este caso, acceden voluntariamente, deslumbradas por todo lo que conseguirán en tan poco tiempo y con un mínimo esfuerzo.
Un negocio redondo
En una sociedad hiperconectada, plataformas como Instagram, Facebook y Tinder son los espacios más utilizados por las trabajadoras sexuales para conseguir sus clientes. A pesar de ser redes sociales, en cada una se han encontrado diversas maneras de ejercer la prostitución sin levantar mayores sospechas.
En Instagram, es normal encontrarse con este tipo de mensajes: “Se buscan chicas mayores de 18 años, buen físico, para generar ingresos hasta de $2.000.000 en un fin de semana en Barranquilla, Medellín, Santa Marta, Cartagena, Cali.”
Así se anuncia cada viernes en el perfil de Instagram de Adriana* una joven de aproximadamente 25 años a quien le gusta compartir con sus más de mil seguidores su vida rodeada de lujos, fiestas y viajes que aparte de atraer clientes, también atrae a nuevas chicas que quieren tener ese mismo estilo de vida y poder resolver sus problemas económicos en dos días.
Yendo al trasfondo de esta inocente publicación; no es difícil visualizar a muchas chicas, de todas las edades, accediendo a este tipo de propuestas. En estos espacios digitales no hay reglas, cualquiera puede moverse libremente por el contenido que le apetezca. Ni las normas de uso de estas redes sociales.
Por otro lado, Tinder es para relaciones esporádicas, así lo expresó Marcos*. “En Tinder no hay espacio para la mojigatería. Uno siempre usa Tinder en los tiempos que anda solo, quiere conocer gente nueva y obvio busca sexo. Si uno coloca fotos con ropa fina, reloj, carro, buenos filtros de imagen y demás, hay más oportunidad de lograr el objetivo. Hay que ser igual o más pinta que las propias pelas para arrasar, si no, tendrá uno que otro éxito, con suerte.” Agregando, “es muy común encontrarse perfiles de chicas que ofrecen sus servicios, hay un montón, yo no pago, no me gusta, pero tengo amigos que les dan like y hacen mach, para gustos los colores”.
Estas tres redes sociales tienen muchas cosas en común, pero la más fuerte, es que aunque pueden trabajar individualmente, unirlas -su configuración lo permite- les da a las chicas que trabajan en ellas, una presencia digital mucho más fuerte. Facebook lo vinculan con Tinder y ahí puedes vincularlo con Instagram. Los que estén interesados en ellas puedes visualizar detalles de su vida, desde lo que escuchen si enlazaron Spotify, hasta agregarlas a Snapchat para intercambiar nudes y mensajes eróticos.
En Facebook, por ejemplo, se encuentran dos formas distintas de ejercer la prostitución: la primera consiste en perfiles personales donde las mujeres abiertamente ofrecen sus servicios; por otro lado se encuentran los perfiles de empresas, que bajo la fachada de Spa, peluquerías, barberías y otros modelos de negocios, colocan al servicio de los clientes un amplio catálogo de mujeres y servicios que van desde masajes relajantes hasta la consumación del acto sexual.
La prostitución disfrazada de masajista
Tras un biombo de estampado oriental, Gina* cambia su uniforme de masajista por lencería de encajes, escoge los juguetes sexuales que utilizará en la sesión y sale a atender a su cliente. Ella, en compañía de 7 mujeres más, trabaja en un “Spa” ubicado en el norte-centro de la ciudad, rodeado de talleres de mecánica, un bar gay y una iglesia cristiana.
La fachada del local es bastante convencional y su imagen externa es efectiva para ocultar lo que funciona al interior de sus paredes. Al entrar se percibe un lugar oscuro y con un olor similar al vinagre.
Todo lo que sucede en este sitio se maneja con cautela, las chicas se incomodan ante la más mínima intromisión y guardan total silencio ante preguntas sobre su trabajo en el lugar. Este, es solo uno de los muchos Spa Eróticos que funcionan en la ciudad. Aunque gran parte de la ciudadanía desconozca o rechace este tipo de sitios, han ido expandiéndose desde los sectores más deprimidos de las periferias hasta los sectores más exclusivos.
Podría parecer que legalmente no sea un delito ofrecer servicios sexuales en sitios dispuestos para esta práctica, aún así, al no tener esta actividad inscrita directamente en su registro mercantil, podría acarrear sanciones penales.
Lo que hacen es ilegal y por ello deben encubrirlo bajo la fachada de locales como peluquerías, spa, barberías y centros de relajación.
“Hay clientes que llegan con otras emociones … en el mismo campo del masaje entra el campo de la sensualidad”, dice *Julián*, propietario de Spa erótico
La ilegalidad dentro de la legalidad
La Constitución colombiana establece la prostitución como una actividad en la que cualquier persona, que así lo decida, ofrezca libremente servicios sexuales. Esto siempre y cuando realice sus actividades en lugares autorizados y que cumplan con las normas de salubridad, seguridad y bajo su propio consentimiento.
A pesar de la legalidad de este trabajo, en nuestro país existe muy poca regulación y control por parte de las autoridades encargadas, lo que ha llevado a que las tasas de explotación sexual, prostitución infantil y feminicidios cometidos contra trabajadoras sexuales aumentan año tras año; convirtiendo esto en una problemática social y de salud pública.
En el caso de la redes sociales se vuelve más oscuro el panorama debido a que es muy difícil conocer y comprobar quiénes y bajo qué condiciones ofrecen servicios sexuales. En este orden de ideas, las redes sociales se han convertido en el lugar preciso para llevar a cabo prácticas ilegales relacionadas con el proxenetismo, el reclutamiento de menores de edad, entre otros.
En el caso de Barranquilla resulta muy fácil acceder a perfiles que abiertamente brinden el servicio de prostitución e incluso publican convocatorias para chicas interesadas en el negocio.
Aún así, las autoridades no cuentan con alguna ley que regule las actividades de fines sexuales dentro de este tipo de plataformas, lo que lleva a la expansión del mercado de la prostitución en estos espacios virtuales.
La falta de regulación jurídica y económica de esta forma de negocio ha abierto un Boulevard para las malas prácticas profesionales que imperan en medios en donde es difícil denunciar. Donde sí se lleva a cabo alguna irregularidad se desconoce algún procedimiento a seguir.
Ya es cuento viejo eso que Internet y el uso de aplicaciones móviles cambiaron todas las dinámicas de la vida. Pero sigue siendo una premisa cierta, teniendo en cuenta que cada vez, con más frecuencia los seres humanos usan un celular para todo. Desde transportarse hasta pagar cuentas. Desde comer hasta escribir en un blog. Ahora, también, se necesita de las redes sociales para concretar un acto sexual.