Por: Camilo Vásquez Sánchez
Más allá de ser tiendas que exhiben en sus estanterías y mostradores, frutas, verduras, víveres o artículos del hogar, son puntos de encuentro o espacios cálidos en el que los vecinos se reúnen para disfrutar y compartir sus experiencias.
La tienda el Bambú, ubicada en el barrio El Silencio de Barranquilla es mi próximo destino. Son las 10:00 de la mañana y tomo un bus de Sobusa que me llevará hasta el lugar donde tendré la experiencia de ser tendero por primera vez.
– Es un reto grande, pero interesante – expreso
Luego de 15 minutos de recorrido, el bus me deja en una esquina donde logro ver un par de ollas grandes que ahúman, es un negocio de sopas o sancochos, como le llamamos aquí en la costa a ese exquisito plato que se prepara en fogón de leña, y exactamente, a una cuadra de distancia se encuentra ubicada la tienda El Bambú. En las calles no hay casi gente, recuerdo que es domingo y que es algo característico de este día de descanso. Me encuentro en el camino al señor Alberto, papá de mi amigo Daniel y dueño de la tienda, le saludo: – ¿Cómo está señor Alberto?, al principio no me reconoce pero luego se acuerda de que soy Camilo, el que estudió con su hijo en el colegio Seminario. – Sonríe y hace un gesto de saludo con la cabeza mientras lleva en sus manos unas bolsas azules con mercado, es un domicilio que está realizando.
Llego a la tienda, no hay muchas personas en el lugar, solo un par de veteranos sentados en unas sillas en las afueras del negocio. Al fondo, detrás del mostrador se encuentra una mujer delgada y de tez blanca, es la señora Maritza, mamá de mi amigo Daniel. Me saluda de manera cálida, me invita a pasar a su casa por un espacio reducido entre un enfriador y una vitrina que hace las veces de entrada.
– Yo sí creo que pase, usted no está gordo – dice jocosamente la mujer santandereana.
– Claro, como no – le contesto mientras me río y paso con cuidado.
Saludo a mi amigo Daniel a quién encuentro en su computador, realizando un trabajo de la universidad, de inmediato suspende – Camilo, te estaba esperando – menciona.
Empezamos a conversar un poco sobre la tienda de sus papás, quienes se han dedicado la mayor parte de su vida a este oficio –agotador– expresa Daniel. Por un momento dejo de atender lo que me dice mi amigo y me fijo en la señora Maritza y su habilidad para realizar varias actividades a la vez. Entra a la cocina, está pendiente del almuerzo y se dirige nuevamente a la tienda a atender a los clientes. Repite este procedimiento varias veces.
–Suena el teléfono– contesta la señora Maritza
–De seguro están necesitando domicilios– Hago suposiciones
–Buenos días, Tienda El Bambú ¿le puedo colaborar en algo? –pregunta la señora Maritza al otro lado del teléfono
***
Le digo a Daniel que ya estoy listo para trabajar en la tienda y ¿adivinen? empiezo el oficio pesando zanahorias. Recordando las veces que acompaño a mi mamá al supermercado a comprar las frutas, las verduras y a estar pendiente de que no se excedan del peso que me pidió.
Son las 11:30 de la mañana y empiezan a llegar más clientes. Hago memoria de lo que –me contó Daniel– los domingos la gente se levanta tarde y vienen a la tienda a comprar las cosas juntas: El desayuno y el almuerzo, ya no es nada extraño.
Se acerca una señora de lentes y gorro negro, saluda efusivamente y toma un lapicero para sacar las cuentas de lo que debe en la tienda y así saldar su deuda. Ella no es como los morosos que nunca dejan de faltar en estos establecimientos y que los terminan llevando a la quiebra. Así que si usted debe, ¡pague!
Pero continuando con la mujer, logro notar que es muy agradable, risueña y que aprovecha cada visita al Bambú para compartir con los vecinos, tomarse del pelo con alguna broma y pasar un rato corto pero ameno.
– ¿Cómo se llama usted?– le pregunto de forma modesta
–Mucho gusto, Rita Villeros– responde la señora con una sonrisa
– ¿Señora Rita viene a comprar las cosas del almuerzo?– pregunto
– ¡Sí! vengo por algunas cosas que me hacen falta– expresa de manera espontanea
Agrego: Señora Rita, ¿Por qué la gente ha perdido la costumbre de venir a la tienda y hacer el mercado?
–La gente es floja y no quiere venir a la tienda, prefieren pedir a domicilio. Las señoras de edad somos las que mantenemos la costumbre, hablamos un rato y hasta nos informamos de lo que pasa– me cuenta mientras se ríe
–Bueno. Me voy, hasta luego– se despide
– Chao señora Rita– le extiendo la mano y me da una sonrisa
Personas jocosas y buena gente como la señora Rita son las que le dan vida a la Tienda El Bambú. Su forma de convivir con el otro y de compartir en comunidad reafirma el potencial que hay detrás de las tiendas populares como punto de encuentro entre vecinos.
En el reloj marcan las 12:15 del mediodía. El señor Alberto, dueño de la tienda, me pide que le ayude a guardar unos jugos en la nevera para que se vayan enfriando. Los coloca en el mostrador y yo los voy organizando donde me indicó.
Cae la tarde y un grupo de vecinos del barrio junto al señor Alberto, esperan un rato más para poner la mesa y empezar a jugar siglo. Mientras tanto se ríen, hablan de política y le “maman gallo” a Jorge Eliecer Utria, un veterano de 70 años, vestido con una bermuda beige, un polo amarillo y una gorra militar. Utria, como le llaman sus vecinos y quién tiene un buen sentido del humor, se viene todas las tarde a coger fresco y a echar una partida a la tienda. Dice apoyar a Gustavo Petro para la presidencia de Colombia.
–Que Petro ni que Petro, tienes a un poco de venezolanos en tu casa y sigues con la misma idea– Vocifera Álvaro, uno de los vecinos
Utria se echa a reír
– ¿Qué piensa de Uribe? – le pregunto
–Nombre no me lo mencione– Me responde Utria, mientras me echo a reír.
Organizan las sillas alrededor de la mesa y las primeras fichas son sacadas de una bolsa negra, inicia el juego
Finalmente les preguntó a la señora Maritza y al señor Alberto lo que significa la tienda el Bambú para ellos.
–Es nuestra lucha diaria y más cuando se quiere sacar adelante a una persona. Yo le digo a Daniel que no lo quiero ver detrás de un mostrador– expresa la señora Maritza
–Tengo 45 años en este oficio y la tienda me ha dado lo que tengo, pero sobre todo estudio a mis hijos– manifiesta con plena sinceridad el señor Alberto mientras sus ojos le brillan
La tienda El Bambú como muchas otras más son el club social de los barrios. Son puntos de encuentro donde se dan las manifestaciones más genuinas y populares de la comunidad. Porque más allá de exhibir frutas, verduras o víveres que hacen parte del negocio, se comparten las más increíbles experiencias.
Voy camino a tomar el bus, pero regreso a mi casa lleno de buenas historias y grandes anécdotas.