Esta es la historia de José Alberto Altamiranda Dueñas, un estudiante de quince años que un día decidió que, en sus ratos libres, quería trabajar en la funeraria de sus padres
Asegura que trabajar en una funeraria “no llega a ser traumático, pero sí impactante”, aunque gracias al compañerismo y a las “buenas vibras” de los demás trabajadores esta experiencia se hizo más amena.
Comenzar a una edad tan temprana puede causar conflictos para muchos, pero él afirma que todos los días se dice a sí mismo “vine a hacer mi trabajo y más nada, céntrate en lo tuyo” y eso le ayudaba a seguir en su labor.
Entre atender los planes exequiales y acompañar a su padre en el carro fúnebre, José consideraba que entre tanta muerte siempre es importante “conservar la empatía y respetar al fallecido” ya que tratar con hijos asesinados, madres fallecidas y llantos desgarradores siempre es un tema delicado.
Del mismo modo, José ha tenido varias experiencias dentro de la sala en donde se practica la tanatoestética, una serie de actividades que busca mejorar el aspecto físico del cadáver antes de su velación y, a pesar de ver en numerosas ocasiones cómo se preparaba un cuerpo, este joven asegura que un tanatopractor “jamás va a lograr que un cuerpo se viera fielmente retratado a como lo era en vida”.
José, para soportar el agobio de ver tantos cadáveres, tiene como costumbre imaginar a los difuntos que llegan como personas llenas de vibra, las retrata como creía que eran en vida y siempre tenía presente que, aunque su corazón ya no está latiendo, su alma seguía ahí adentro.
A pesar de trabajar en un oficio que muchos tachan de insensible o macabro, este chico considera su labor como una experiencia enriquecedora de emociones y que, a pesar de considerarse como un “sector oscuro ya que la rentabilidad de estos sitios se mide con la cantidad de muertes que puede acaparar”, se pueden sacar provecho de este trabajo ya que lo que aprendes “te ayudará en todos los aspectos de tu vida “.
La muerte es un momento que nos llega a todos como seres humanos y cada quien tiene una forma de afrontarla, por ello no se debe hablar con tabúes sobre ella, José afirma que hay que pensarlo como un suceso que nos llega a todos como individuos y “que solo cuando tenemos la muerte cerca, sea propia o ajena, es cuando más comenzamos a filosofar acerca de quién somos realmente.”