Por: Jattiaud Chaplón
¿Los ombligos deben limpiarse?
Es cierto que esta es la parte más insignificante del hombre, por eso el señor Rubén compraba aceite para ombligos, sabía que la señora Martica Alimaña se lo revisaba escama por escama, lo olía, lo besaba. Esto parecía una obsesión, o quizá iba más allá, porque el ser obsesionado por los ombligos aún no ha sido registrado como una adicción dentro del arte de las obsesiones, sin embargo este acto parecía casi que una enfermedad.
Como si fuera poco, la señora Martica Alimaña desarrolló el vesánico compromiso de hablarle al ombligo, parecía sumergirse dentro de este agujero y susurrarle palabras. Nunca se supo exactamente qué le decía, pero se dice que le contaba sus problemas maritales, sus traumas de infancia, su comida favorita, incluso dicen que también le contaba sobre sus gustos sexuales, lo que sí se logró comprobar es que ella sonreía con el ombligo, su cara se notaba más inocente cuando estaba cerca de este punto neutro.
Lunes, 7 de la mañana. La señora Martica Alimaña prepara el desayuno. El de ella, el del señor Rubén y el del ombligo. Porque desde que se le habla a un ombligo este adquiere un valor intrínseco, entonces se les alimenta, se le enjuaga con jugo de tomate de árbol y se les da trocitos de zapote.
– ¿Y es que acaso mi corazón no debe ser alimentado? -dice el señor Rubén- No tanto como tu ombligo, responde Martica. “Si reviso tu ombligo y lo veo seco, te hace falta cariño. Si veo tu ombligo con ronchas, esto denota un vacío en tu mente, pero nada de eso, tu ombligo tiene buen color”, asegura Martica.
Después de alimentar el ombligo, llega el momento de conversación. Sentada con su marido, Martica prefiere escuchar el ombligo que escucharlo a él. En ese momento lloran, ríen, cantan y hasta juegan juntos. Puede parecer una actitud perruna, a pesar de esto el señor Rubén se sentía satisfecho por la preocupación de Martica. Esta obsesión salvó su matrimonio.
Lo que un ombligo puede hacer en la vida de un ser humano está lleno de simbología e indicios de nostalgia.