Por: Angie Hernández
“Siendo apenas un niño, Arlinton ya sabía que su vida estaba destinada al arte de contagiar alegría”.
Sentado frente a su voz, reflejada en un micrófono, el locutor de Olímpica Stereo, Arlinton Cordero, revive los momentos que pasó para llegar al lugar que hoy define como su vida.
Siendo apenas un niño, Arlinton ya sabía que su vida estaba destinada al arte de contagiar alegría. Nacido en el barrio La Chinita, de la ciudad de Barranquilla y orgulloso de sus raíces, este joven enamorado de su trabajo, se dirige cada mañana, sin molestia alguna, a la emisora más popular de su ciudad.
Vestido de camiseta verde pino, con un chaleco rojo y una gorra negra puesta de manera invertida. Tiene dos soles pequeños en sus aretes, unas gafas oscuras y en ocasiones cambiadas por unas de aumento, Arlinton sonríe al ver el micrófono que le da vida a la Arenosa.
Frente a frente rodeados de paredes de madera en sus esquinas pintadas de un tono salmón y una de vidrio, en esta se ubicaba un letrero, con el logo de Olímpica, que posaba a las espaldas del Locutor, una mesa extensa y llena de micrófonos para los invitados, este joven Chinitero, lleno fogosidad, casi que llegando a lo intenso, cuenta el significado sustancial que tiene la radio en su vida.
-¿Cómo era tu vida antes de la radio?
-Antes de estar en la radio trabajé en un almacén que se llama surtidora de confecciones, durante 5 años aproximadamente. Trabajando ahí fue que me pude pagar mi carrera en la universidad Autónoma, pero mi vida siempre ha estado envuelta en lo artístico, aunque no estaba en la radio, siempre ha estado ligada a lo musical, a la presentación, al baile. No podría decir que antes de la radio soñaba con ser Ingeniero o abogado. El que estudia esta profesión es porque le nace, ya viene con una vocación.
Lo cierto, es que Arlinton siempre tuvo esa avidez, ese afán y los dones para expresarse extrovertidamente. La decisión de ejercer en la radio la halló en la emisora de su colegio, donde fue agasajado por sus compañeros y profesores, al deleitarlos con el sabor de su voz.
-Cuando empezaste a estudiar la carrera: ¿cómo te sentías?
-Cuando empecé a estudiar la carrera, la empecé con muchas ganas, con muchas ansias, le tenía hambre, aunque tardé un poco en empezar a estudiar, porque mis padres, en ese entonces, a pesar de las ganas que existían de que yo estudiara, no tenían cómo costear mi carrera. Por otro lado, tuve una relación muy temprana y -a la edad de 16 años- tuve a mi primera hija, entonces estudiaba y mantenía a mi hija, al mismo tiempo. Esto causó que empezara a estudiar, un poco tardío, a la edad de 20 años aproximadamente.
Dejar de lado sus sueños, no era una opción, a pesar de las responsabilidades que tenía que asumir, el actual locutor, se posicionó ante los ojos de la realidad y se propuso a sí mismo, sacar adelante su vida, su carrera y a su recién nacida hija.
-¿Sientes que has alcanzado tus expectativas?
-Sí, claro, bastante. Todos los que estudiamos este tipo de carreras, tenemos grandes sueños. Yo por ejemplo, cuando estaba más pequeño, iba al estadio, ya me gustaba la radio, y miraba las cabinas que hay en el estadio, estaba más pendiente a las cabinas, viendo a los locutores cómo hablaban por el micrófono, que al partido mismo. En esos momentos pensaba: “ey, bacano, ojala algún día yo pueda estar ahí en esas cabinas”. Más adelante, estando en Radio Uno, hicieron un casting para voz comercial de fútbol, presenté el casting en RCN y quedé, cumplí ese sueño y estuve en esas cabinas durante 2 años.
Conmocionado al contar la historia, de cómo logró alcanzar uno de sus pretensiones más anheladas; Arlinton reacciona y detiene la entrevista, traslada su silla, como si de un carrito de juguete se tratara, deslizándose como un niño, hasta llegar a la consola, retoma su trabajo y emprende la originalidad en la que los oyentes se evidencian. Pone a retumbar una salsa, que baila su cabeza al son de las trompetas y nuevamente regresa frente a mis ojos, con la alegría que lo identifica y -con la vergüenza que siente un pequeño que moja sus pantalones- me pide repetir la pregunta.
-Refiriéndonos a las emisoras, ¿cómo fue la primera vez que estuviste frente a un micrófono?
-Muchos nervios, incluso, hoy en día aún los siento cada vez que me voy a sentar en frente de un micrófono. Pero yo creo que eso hace parte del respeto a la profesión, el día que tú le pierdas el miedo, estás perdiendo el respeto a equivocarte, el respeto a hacer la cosas bien. Entonces, siempre siento nervios y algo de miedo, pero cuando empiezo, se me va cualquier sentimiento de inseguridad y así continúo durante el resto del programa.
En medio de la charla surgió el tema de los nervios, me sentí identificada así que decidí aprovechar la ocasión y le pregunté acerca de los bloqueos que generalmente dificultan el trabajo de, en su caso, la locución y en el mío, la escritura.
-Con respecto a los nervios, supondré que, al igual que en los medios audiovisuales y en el periodismo, tú en la radio sufriste de bloqueos, ¿cómo lidiaste con estos?
-Yo tuve una experiencia que, a veces, no quisiera recordar. En una emisora, en mis inicios, me dieron un cambio y yo fui. Recuerdo que empecé a hablar, solo dije el nombre de la emisora y no supe qué más decir, entonces me alejé del micrófono y quité la voz, pero lógicamente, tenía un compañero que no me dejó caer, que me agarró, esto sucedió por el miedo que tenía, al saber que me estaba escuchando tanta gente. Más adelante, empecé a hacer ejercicios de improvisación en la calle, iba caminando por cualquier lugar y comenzaba a decir: “Aquí voy, me encuentro al lado un árbol gigante, en frente tenemos un almacén que se llama Optiplús, en ese almacén venden gafas, también venden camisetas, pantalones, pero va pasando por aquí un taxi con placas tal, tal”. De hecho, trabajar en un almacén, improvisando todo el tiempo sobre la gente que entraba y salía, sobre una mercancía o sobre descuentos, fue lo que me ayudó a lidiar con los bloqueos, me ayudó a ser espontáneo, por eso, no denigro los trabajos y cuando voy a cualquier lado, no me da pena decir que trabajé en un almacén, eso para mí es motivo de orgullo.
Este “mostro” de la locución, como lo llaman sus colegas y hasta los vigilantes de la emisora; decidió aprovechar la situación de trabajar en un almacén y lo utilizó a su favor, hábilmente, como si de una práctica libre se hablara, tuvo la oportunidad de estar al lado de sus referentes en la radio desde Jairo Paba, al cual desde muy niño gracias a la constancia de sus padres, lo escuchaba. Inclusive tuvo la oportunidad de presentar un programa de él. Además, trabajó con Alí Guerrero y hoy en día se encuentra al lado de Javier Echeverri, este último, quien debería ser su competencia, lo ve con ojos de admiración y respeto, por las huellas que en el ámbito profesional ha dejado.
Sin embargo, Arlinton no solo se debe a la radio, recientemente ha despegado su carrera en la televisión.
-Tengo entendido que trabajas te en Cheverísimo y actualmente trabajas en Contacto Musical, ¿cómo te adentraste en la televisión?
-Yo soy una persona que tiene una expresión corporal, que va de la mano con la radio, y yo siempre he querido mostrarla, a ver si impacta. Tuve la oportunidad, en Cheverísimo, hice un casting y gustó mucho la forma en la que presentaba, que era bailando, cantando, decían: “Este chico tiene mucha energía”. Luego, Olímpica Stereo tuvo un evento con Contacto Musical, estábamos escogiendo los mejores bailarines de champeta y yo estuve presentando durante todo el evento, al productor de Contacto le gustó mucho mi espontaneidad y me preguntó si alguna vez había pensado en hacer televisión y claramente le dije que sí, que inclusive había estado en Cheverísimo. Empecé a ir todos los viernes a Telecaribe y me quedé presentando. A partir de ahí, me envían los guiones cada mañana, a manera de guía, pero el resto tiene que surgir naturalmente en ti.
A pesar, de estar contento por sus inicios en la televisión, claramente no era el mismo sentimiento de efervescencia que lo invadía al mencionar la palabra “locución”, así que decidí no profundizar en esa cuestión y proseguir con la última pregunta, que esperaba con ansias ver su reacción al escucharla.
-Tienes un gran y notable amor hacia tu profesión, ¿qué pasaría si algún día te vieras obligado a dejar la radio?, ¿alguna vez ha pasado por tu mente?
-Por mi mente no ha pasado, esto es mi vida y si algún día toca, pues tengo que mirar a ver qué otra cosa se hace o en qué se puede trabajar, pero la verdad no me veo en otro campo que no sea la radio, por eso le pido todos los días a Dios que me bendiga grandemente, que me bendiga el camino, que me dé sapiencia en lo que hago, para venir cada día con algo nuevo, innovando, que a la gente le guste y así mantenerme. Pero, no sé, no me veo en otro campo.
A pesar de sus lentes sombríos, casi puede sentirse en el aire el desconsuelo. Con un tono afligido, Arlinton se encorva un poco al percibir mi interrogante y al tomar en cuenta la posibilidad que existe de despojarse de su delirio, inmediatamente respondió y dejó en evidencia la engorrosa situación en la que se vería si en algún momento llegase a ocurrir este evento.