Por Alejandra Isabel
Domingo se despierta los domingos a las 7 de la mañana. Sale a buscar el gato para darle de comer. No encuentra al gato y va al balcón a observar el edificio de al frente. El gato está acostado en la mesita que se encuentra en el balcón. Domingo lleva al gato a la cocina y le echa atún en su plato, y agua en el otro.
Domingo se acuesta a dormir porque tiene mucho sueño: se desveló la noche del sábado jugando póquer con unos amigos.
En medio de su sueño de bella durmiente lo llama Jueves, su novia. Le dice cosas lindas por el teléfono, que hacen sonrojar a Domingo; cosas como que es muy blanco como la nieve que tanto le gusta ver caer en invierno; que sus ojos son color miel y cuando los besa siente dulzor en su boca; que su pelo es largo y ondulado y se siente abrigada al tocarlo con sus manos; que sus pecas en la espalda hacen sentirla viajando en medio de una constelación cuando lo abraza. Todas esas palabras hacen sentir bien a domingo.
Él, un día de la semana tan miserable y melancólico, que toma café en las mañanas como desayuno, y se fuma hasta 5 paquetes de cigarros en el día.
Él, tan desdichado que muere de hambre por su pobreza, causa de no tener un trabajo porque todos lo odian sin razón alguna.
Él, que escribe poesía para no volverse loco y ve todo el día películas de Cantinflas para reírse un poco, pero luego recuerda que su padre miércoles también le gustaban. Ese que murió a manos despiadadas de un Lunes festivo. Entonces llora mucho, regresa la depresión, va al baño para llorar aún más, mientras se llena la boca de pastillas para dormir y no tener que llorar por un rato. Queda tendido en la tina del baño sudando un poquito, esperando que pase el día y despertar el Lunes para seguir con la misma rutina.