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Por: Miguel Brugés

En el marco de KillArt 2019, la Tiendita del Sticker reunió a artistas jóvenes contemporáneos y a fanáticos de esta manifestación artística traducida en pegatinas, siendo una enérgica plataforma para exponer sus trabajos.

Mientras más oscurecía, más se llenaba el recinto. Paradójicamente, el ambiente se iluminaba con la energía de un público diverso, compuesto en su mayoría de jóvenes en la edad universitaria, que se desplazaba con rapidez de un lado a otro, de stand en stand, con ansias de una única cosa: comprar stickers.

La Tiendita del Sticker se tomó la sede principal de la Alianza Francesa de Barranquilla, en un evento de entrada libre perteneciente a la más reciente edición de KillArt. Dicho festival es una oda al arte urbano y callejero que sirve de plataforma para que artistas locales, nacionales e internacionales den a conocer la idiosincrasia del arte en sus diferentes formas de expresión al pueblo barranquillero.

El evento fue realizado en el marco de la Feria del Diseño Independiente, organizada por Killart.

Este encuentro en particular reunió a artistas, diseñadores e ilustradores que inmortalizan las mejores piezas de sus portafolios en stickers para que los asistentes se cautivaran por los detalles de obras de arte intercambiables, portátiles y multiusos a un bajo costo. De esta manera, podrían apoyar la labor y los sueños de estas prometedoras mentes creativas.

El aire se sentía muy denso para un lugar abierto y al aire libre. Un aire pesado en la nariz alimentado por las brisas de finales de febrero que aceleraban respiraciones gracias a la adrenalina inherente al público deseoso de comprar estas reconocidas imágenes adhesivas de forma complusiva.

El sonido ambiente y las voces de La Tiendita se ahogaban en el hip hop anglosajón que musicalizaba la escena. Para muchos de los asistentes, que no escondieron su reacción a la música, se trataba de la banda sonora de sus vidas, lo que los motivó a mantener la rápida circulación de gente, análoga al flujo de personas de Times Square en hora pico: incesante.

Emecé, una joven de diecisiete años, estudiante de Derecho, se introduce en el público emocionada por ver qué puede conseguir. Con el corazón a mil, sigue el rastro de la gente y analiza el gran catálogo de stickers: flores, animales, frases, objetos, dibujos animados, memes, entre otros, además de productos como camisetas, diarios, cuadernos, postales, posters y fanzines, todos con ilustraciones originales y multicolores.

Una vez dentro de la “tiendita”, es muy difícil despegarse.

Ven, yo te recibo

“Estos, los más chiquitos, cuestan quinientos pesos. De este lado, los de mil pesos y estos a dos mil”, le dice una chica asistente de un artista a Emecé. En su regazo, la chica carga un organizador plástico de esos que usan para arreglar uñas repleto de bolsitas plásticas resellables y de stickers.

Ella desliza cuatro stickers en una bolsita, recibe el dinero y le agradece con una sonrisa. Emecé se muestra más que feliz por su compra.

La dinámica es muy sencilla, el que expone básicamente coloca muestras de sus stickers en la mesa de la cual dispone. Aquel interesado se acerca y señala el que quiere y dialoga con el artista mientras lo busca entre ligas de caucho y pilas de estas infames bolsitas.

De esa manera, obtiene una obra de arte miniatura y económica en cuestión de segundos. KillArt brinda acceso gratuito a nuevas formas del arte: un campo que nunca deja de transformarse.

“El arte es relativo. Considerar algo arte o no depende de la perspectiva de cada quien. Aquellos con una mente más abierta pueden reconocer lo poco convencional como arte, por ejemplo, y eventos como este permiten no solo visibilizarlo sino acercar el arte a todo el mundo”, opina Emecé sobre la importancia de eventos como KillArt en la ciudad. Luego se dispone a observar los otros stands.

Pégate más

En su camino, Emecé se topa con la mesa de una joven baja de estatura con el cabello color algodón de azúcar bastante corto y accesorios de cuero en su cuello y muñecas. La joven, cuyo nombre es Valentina Guzmán, es conocida en redes sociales como La Escoria Rosa y expone su peculiar estilo y sus enigmáticas ilustraciones que promueve en su tienda online Rat-Girl 666.

Con la canción de la icónica película ochentera “El Club de los Cinco” sonando en el fondo, Valentina cuenta cómo llegó a participar como artista invitada en La Tiendita.

“Primero participé en el taller de stickers de La Tiendita a pesar de que nunca me llamó la atención hacer (stickers), pero el buen ambiente me motivó (…) y hacer parte de esto es una gran oportunidad”, añade.

Su tono de voz, delicado y agudo, contrasta con su estilo personal y el de su arte, lo que consolida su carácter como único, significativo y multidimensional.

Como Valentina, muchos artistas y sus trabajos se mantenían fieles a sus formas de expresión, ya sea a través de técnicas de ilustración específicas, o personajes originales y adaptados. Por ejemplo, algunos que optaron por apropiar personajes insignia del Carnaval de Barranquilla y colocarlos en diferentes escenarios para generar identidad en el comprador.

Otros se inclinaron por mensajes políticos y sociales, usando el arte como acto político, denunciando injusticias como paros estudiantiles, corrupción e inseguridad con fotos de figuras públicas impresas en papel adhesivo con acabado mate, quizá la mejor calidad de papel en materia de resistencia según los asistentes.

Gracias por venir

Mujeres con los senos al descubierto esperaban en línea ser pintadas bajo la técnica del body paint. Les trazaron corsés, cordones y lencería con vinilos y acrílicos de todos los colores. Por amor al arte. Muchos de los que se animaron a venir bailaron, gozaron de la música y del freestyle que algunos raperos y asistentes tuvieron el valor de mostrar en la tarima.

El fondo del escenario era de un impecable color blanco. La noche olía a tabaco y a pintura en aerosol y la feria, al igual que Emecé, se mantenía viva y llena de esperanzas.

Con menos dinero en los bolsillos y la hora de partir pronto a llegar, Emecé llega al último stand que le faltaba por ver. Su responsable es Alberto Henríquez o Alberto Qué, como lo pueden encontrar en redes sociales. Al igual que Valentina, esta es su primera vez en La Tiendita.

“Tuve una revelación hace poquito y dije (…), mi trabajo es para mostrarlo, no para esconderlo. Aproveché la convocatoria para salir un poquito de mi zona de confort y aquí estoy”, afirma Alberto, ilustrador y animador.

“Yo no soy muy elitista con el arte (…). El arte tiene que ser asequible, tiene que ser chévere, tiene que ser divertido, irreverente”, dice Alberto, que encuentra que la compatibilidad entre lo que La Tiendita representa y lo que él transmite con su arte fueron su principal motivación para participar.

Alienígenas ilustrados y frases cortas y divertidas son los protagonistas de las pegatinas de Alberto, que cautivaron casi inmediatamente a Emecé. Ella selecciona rápidamente y muy convencida sus dos últimos stickers antes de sinceramente agradecerle a Alberto por diseñarlos y vendérselos.

Satisfecha, Emecé cierra la corredera de su billetera y la introduce junto a sus compras en su bolso de mano de lona beige antes de despedirse de La Tiendita por el momento.

“Y como dicen por ahí, yo la despego”, dice Emecé, con toda la intención de bromear con la razón de ser del evento. Dichosa de departir un momento tranquilo rodeada de buenas vibras, música popular y amigos y conocidos dispuestos a apoyar el talento y la creatividad de los valientes artistas que mostraron sus trabajos. Se va con la conciencia tranquila, lista para irse a casa, y, sobre todo, con stickers hasta para vender.

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