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Vestido con guayabera blanca, pantalón negro y mocasines relucientes, ahí está, Antonio Blanco Ariza. No refleja su edad;  la que con solo mirar sus ojos cansados, evidencia que aquello que lo ayudó a sustentar a su familia por mucho tiempo, hoy solo le alcanza para lo necesario al igual que a sus compañeros.                                                                                                          

Bajo un palo de matarratón se encuentra este trío. Antonio líder de su agrupación, comparte con ellos y disfruta de una noche haciendo lo que más les gusta y apasiona en el emblemático parque de los Músicos. Espacio para que grupos musicales de boleros, baladas, vallenatos y hasta bachatas, se reúnan a ofrecer sus servicios a todo aquel que se acerque a solicitarlo.

Este lugar se ha convertido en tradición desde 1948. Fue una zona de bohemios y artistas debido a la apertura del restaurante “chopsuey”, un lugar que quedaba en la calle 72 con 44 y, que con su diseño de fuentes y jardines llamaba la atención de los bohemios del momento.  Con el paso del tiempo, la zona se fue haciendo de grupos musicales; que al poco tiempo eran buscados en el sector para ofrecer serenatas particulares.  

La remodelación del trazado de la carrera 46 en 1969, creó una pequeña isla que sirvió como punto de encuentro de músicos y luego se convirtió en su sede, que recuperada en el año 2003 y con un monumento en homenaje a Joe Arroyo, es compartida hoy día por alrededor de 70 agrupaciones, entre ellas, los ribereños, de don Antonio y dos compañeros amantes del bolero y la balada. “Antes el barranquillero era muy romántico, le gustaba la música de cuerdas, pero ahora pues ni te digo” comenta don Antonio, señalando el estanco del frente que tiene alto volumen de Reggaeton.

El parque de los Músicos es considerado como un templo o museo musical, lleno de historias y anécdotas,  algunas de ellas positivas, otras no tanto. Amigos, enamorados, y un sin fin de personajes cobran vida allí.

Don Antonio se levanta de la silla y comienza a cuadrar lo que tal vez, sería una presentación para esa noche. Al volver, pide disculpas por ausentarse y luego entra a un pequeño despacho que tiene la asociación de cantantes y guitarristas de Barranquilla para alistar sus instrumentos.

La tarifa de los Ribereños por cuatro canciones es de 120.000 mil pesos, la hora, 200.000 mil, pero, nunca es algo fijo; depende si se trata de algún conocido. “Si es para alguna fecha en especial o si es por infidelidad también lleva un adicional”, comenta un miembro del grupo entre risas.

Llegamos al sitio ubicado cerca al  Club de Leones de la 38. El señor Juan los recibe y paga el taxi, se ve algo nervioso e inquieto, dice que es la primera vez que ofrecerá una serenata a su hija, quien cumple hoy 15 años. Acaba de llegar de viaje y tiene en su mano derecha un ramo de margaritas, las flores favoritas de su hija, desea sorprenderla con este detalle.

Don Antonio y sus compañeros sacan los instrumentos, la guitarra de su forro, unas maracas y otra guitarra más pequeña, hablan entre ellos, se ven muy relajados; se nota la experiencia. Hablan con el Señor Juan y cuadran las canciones. Deciden empezar con la canción “niña bonita” de Vicente Fernández, la cual nunca puede faltar en una serenata de este tipo.

Comienza la canción y sale una mujer, la madre de la niña. Luego, la niña se deja ver con su hermanita de cinco años. Ella sale corriendo a brazos de su padre, quien la recibe nostálgico y le entrega un ramo de flores.

“Eres mi niña bonita, con tu carita de rosas;  eres mi niña bonita…” sonaba de fondo mientras  aparecían las lágrimas de felicidad en el rostro de su madre. El trío, toca tres canciones más. El señor Juan queda muy satisfecho por el trabajo de los músicos y les entrega el dinero.

Así, culmina el día para una pequeña, quizás un momento difícil de olvidar. Pero, para los músicos, la noche apenas comienza. Esperan dirigirse al parque nuevamente y esperar otra llamada, aquella que permita continuar sacándole sonrisas y lágrimas de felicidad a otra persona en la ciudad.

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