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Por: Wilbert Daw | Foto: @caminoalmundialok

En un paradisíaco territorio llamado Islas Caimán, nombre que le otorgó el famoso pirata Francis Drake cuando desembarcó en ella en 1586 y que es famosa por sus playas y paraísos fiscales, se grababa una gesta importante. Muchos habitantes lo ignoraban, pero en el estadio Ed Bush del distrito de West Bay se gestaba una hazaña.

Una nación de 5.000 habitantes con nombre femenino y vestidos con equipamiento verde chillón derrotaba al combinado local por 1-2 y estaba a un paso de avanzar a la Copa de Oro, el torneo de selecciones más importante de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (Concacaf).

De pronto alguien, tal vez consciente de lo que esto significaba, fue a revisar de dónde salió tal equipo que eclipsaba al onceno caimanés. Fue así que sacó su teléfono, digitó el nombre de aquella nación en el buscador y quedó petrificado al ver con qué selección estaba perdiendo su país ya que el primer artículo que encontró se titulaba de la siguiente forma: “Montserrat, el peor equipo del mundo”.

Entre lava y viento

La isla de Montserrat se encuentra ubicada al sureste de Puerto Rico y en un principio fue colonia española debido a que Cristóbal Colón llegó a dicho territorio en 1493. De hecho, la isla debe su nombre al navegante genovés quien a su vez quiso rendirle un homenaje al Macizo de Montserrat que se ubica en Barcelona.

No obstante, los británicos le arrebataron el control del sitio a los españoles en 1682 para quedarsela por siempre, con excepción de un pequeño tramo en 1782 en el que los franceses hicieron presencia aprovechando la lucha de Gran Bretaña contra los movimientos independentistas en Estados Unidos.

En contraste, los registros de actividad futbolera en Montserrat aparecen a partir de 1950 donde disputó dos partidos ante Antigua y Barbuda y San Cristóbal y Nieves, sucumbiendo por 0-2 y 1-3, respectivamente. 23 años después, se creó la Asociación de Fútbol de Montserrat, pero no sería hasta 1991 cuando volverían a jugar un encuentro, esta vez en el marco de la Copa del Caribe, ante Santa Lucía, perdiendo por 3-0.

Durante ese interludio, Montserrat vivía una realidad contrastante. Primero, un músico de nombre Alphonsus Cassell hacía bailar a medio mundo en los 80’s con su disco ‘Hot, hot, hot’, una canción de soca caribeño que se convirtió casi que en patrimonio nacional. Bajo el seudónimo de ‘Arrow’, Cassell puso a la isla en el panorama mundial y podría ser perfectamente el montserratino más famoso del mundo.

Sin embargo, la madre naturaleza dio una fuerte muestra de su poder en 1989, cuando uno de sus tantos sirvientes, un huracán llamado Hugo, devastó la isla en un 90%, haciendo que el turismo, la principal entrada económica del territorio, se fuera al traste.

Más tarde, en 1995, el fútbol otorgaba una efímera alegría a los diezmados habitantes con dos esperanzadoras victorias en el marco de la Copa del Caribe. El 26 de marzo, los ‘Emerald Boys’ (Chicos esmeralda) superaron 3-2 a la isla de Anguila y 8 días más tarde, el 2 de abril, volvían a derrotarlos por 1-0. La alegría que supuso ambas conquistas fue rápidamente borrada de los rostros de los montserratines unos meses después.

La madre naturaleza, en otra muestra de poder, despertó de su sueño a Soufriere Hills, un volcán que llevaba casi tres siglos dormido y que sepultó por completo a Plymouth, la capital de la isla y redujo a un 40% la población de Montserrat. ¿El por qué lo despertó? no se sabe, pues solo la madre naturaleza es quien tiene la respuesta, pero lamentablemente es algo tímida para contestar. Lo cierto es que, incluso en la adversidad y ante tanta destrucción, el balón siguió rodando.

La peor selección del mundo

Charles Thompson (izq.), capitán de Montserrat, levanta la mitad de un trofeo junto con Wangay Dorji (Der), capitán de Bután , en el encuentro que definió al peor equipo del mundo.

La reconstrucción de Montserrat empezó de a poco en todos sus ámbitos y el fútbol no fue la excepción. La furia de la naturaleza le impidió a Montserrat volver a jugar como local en su territorio debido a que la única cancha del país fue arrasada junto con la capital Plymouth.

Sumado a esto, los ‘Emerald Boys’ siguieron acumulando derrotas a tal punto que cayeron a la última casilla del ránking FIFA, que mensualmente determina la ubicación de los 212 miembros del organismo a partir de una fórmula basada en los resultados que obtienen en sus encuentros oficiales reconocidos por la entidad.

Pero de pronto, se abrió una ventana. Al ver que la selección de Holanda quedaba eliminada del  Mundial de Corea/Japón 2002, a un grupo de cineastas holandeses se les ocurrió mirar el ránking Fifa y hacer una especie de mini-torneo entre los equipos peor ubicados en la tabla.

Fue así que convencieron a Bután, un reino monárquico ubicado en los Himalayas, y a Montserrat, de disputar un partido el mismo día que se jugaría la final de mundial. Debido a esta particularidad, el duelo fue conocido como ‘La otra final’, cuyas incidencias antes, durante y después del partido quedaron registradas en un documental que puede verse gratuitamente en Youtube hoy en día.

Aquel duelo quizás era una manera de mostrar que no eran tan malos y que en Montserrat había opciones de pensar en grande. Pero lo que se suponía que iba a ser el punto de partida para el renacer del balompié montserratino, terminó siendo una pesadilla. En Timbu, capital de Bután y lugar donde se jugó el encuentro, Montserrat fue vapuleado 4-0 por los ‘Dragones’ y quedó con el rótulo de la ‘peor selección del mundo’.

Lo que siguió después fue lo que todos los equipos de fútbol no desearían nunca: Olvidarse de ganar. El esfuerzo de hombres que alternaban su pasión deportiva con oficios como los de policía, administrador de bienes raíces, músico, pescador, entre otras profesiones quedaba por el suelo ante las derrotas y palizas que se llevaban a casa.

El sabor de la derrota era algo que durante casi 10 años se hizo habitual en los montserratines. Pero como dice el dicho: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo de lo resista”. En 2012, los ‘Emerald Boys’ golearon 7-0 a las Islas Vírgenes Británicas y poco a poco su nivel aumentaba.

Entonces, la Concacaf, en un intento por darle mayor fogueo a los países futbolísticamente menos desarrollados, decidió crear la ‘Liga de Naciones de Concacaf’ y para organizar en cuál de las tres divisiones del certamen quedarían los equipos, organizó una eliminatoria para ubicarlos y junto con eso, sacó un premio mayor: los 10 primeros de la tabla avanzarían directamente a la Copa de Oro 2019. El momento de mostrar otra cara al mundo había llegado.

Tan cerca y tan lejos

La eliminatoria a la Liga de las Naciones y a la Copa Oro 2019 tenía un peculiar sistema de competencia. Todos los afiliados a Concacaf se enfrentarían en un sistema todos contra todos, con excepción de USA, México, Costa Rica, Honduras, Panamá, Trinidad y Tobago y Guatemala (Los seis primeros avanzaron directamente a la Liga A y Copa Oro.

Guatemala, por encontrarse suspendida por por FIFA al momento del sorteo, fue relegada a la Liga C). No obstante, estos enfrentamientos no iban a ser literalmente “todos contra todos”, sino que un sorteo computarizado haría que todos los seleccionados tuvieran cuatro partidos -2 en casa y 2 de visitante- con rivales distintos. Al término de estas cuatro fechas, los equipos serían ubicados en las divisiones de la Liga de las Naciones según su posición en la tabla y los 10 primeros conseguirían su tiquete a la Copa Oro.

El camino de Montserrat, orientado por un histórico de la selección de Escocia y del Manchester City inglés como Willie Donachie, empezaba ante un duro rival como El Salvador, equipo que ha disputado dos veces el mundial de fútbol en 1970 y 1982. El duelo se celebró en el nuevo estadio de la Isla, el Blakes State, que habilitaba a los ‘Emerald Boys’ a jugar nuevamente como local en su territorio.

Con un plantel reforzado con jugadores que militaban en las ligas amateurs de Inglaterra, Montserrat dio el golpe. Joseph Taylor recibió un pase de Spencer Weird-Daley y el volante venció la resistencia del meta Henry Hernández al minuto 38’. La locura se desató en el Blakes State.

La ‘Peor selección del mundo’ superaba a una nación que ya sabía lo que era ir a un mundial. Sin embargo, el salvadoreño Óscar Cerén se transformó en el verdugo de la noche, marcando un doblete ‘in extremis’ que volteó la pizarra para los centroamericanos. A pesar de la derrota, Montserrat avisaba que no era la misma.

Así lo demostró en los duelos siguientes. Belice fue la primera víctima, al vencerla por 1-0 en Blakes State. El turno le siguió a Aruba, quien sucumbió ante los renovados ‘Emerald Boys’ por 0-2 en Willemstad (Curazao). Finalmente, Islas Caimán fue el último combinado en caer en las garras de los montserratines por 1-2  y con esto se metían a la Copa de Oro…momentáneamente.

Debido a su corta diferencia de goles, Montserrat tenía que implorar que Jamaica derrotara a El Salvador, que República Dominicana y Bermudas empataran, que Canadá venciera a la Guayana Francesa y que Nicaragua no superara a Barbados. Con al menos dos de esos resultados, el sueño de la Copa oro se volvería realidad para la Isla.

Como si el destino y la historia se quisieran poner en su contra, todo salió al revés. El Salvador se encargó de Jamaica (2-0), Bermudas eliminaba a República Dominicana (1-3) y Canadá al menos le hizo el favor a Montserrat goleando a Guayana Francesa (4-1). En el último juego de la noche, cuando todo Montserrat se hacía a la idea de estar en el certamen continental, un gol del nicaraguense Juan Barrera en la última media hora de juego sepultó las ilusiones de la pequeña nación.

Son pocas las veces en que una victoria -o en este caso tres- se sientan como una derrota, la más dura en la historia del balompié isleño.

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Cecil Lake, ex arquero montserratino y exentrenador de los ‘Emerald Boys’, escribió hace algunos años estas palabras  en un artículo publicado en la revista Soho: “Para ser bueno en lo que sea hay que intentarlo varias veces, no una sino diez. Que así sea entonces: seguiremos jugando y amando al fútbol en Montserrat y sé que saldremos de ese último lugar”.

El sentimiento de Cecil pudo verse reflejado en el empeño de una nación que, contra la naturaleza y los prejuicios, utiliza al fútbol como un camino de resiliencia y que por más veces que la vida se nos derrumbe frente a nuestros ojos, el balón seguirá rodando y nosotros debemos correr junto a él.

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