Por: Estefanía Rodas
Las vacunas son necesarias para el control de la salud pública y el bienestar de las poblaciones.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año se previenen de a 2 a 3 millones de muertes gracias a las vacunas hoy en día nos protegen de más de 20 enfermedades.
A pesar de esto, son muchos los grupos en contra de la vacunación que se han ido consolidando debido a la desinformación, el miedo, los efectos colaterales de las vacunas, las ideologías religiosas, entre otras razones.
Los movimientos antivacunas tienen su origen a finales del siglo XIX, luego de la creación de la vacuna contra el sarampión. Estos grupos surgen debido a la obligatoriedad de la vacunación impuesta por los gobiernos que buscaban erradicar los brotes de esta enfermedad.
El no cumplir con este mandato las personas podían ser sujetas a multas y hasta penas de prisión, lo que generó manifestaciones y rechazo ante la vacunación.
Y este rechazo siguió muchos años después, generando que cada vez sea más alto el número de personas que no se vacunan, especialmente en países como Estados Unidos y algunas naciones de la Unión Europea.
Grupos como National Vaccine Information Center y Vaccine Choice Prayer Community -ambas instituciones de Estados Unidos- recurren hoy en día a campañas por redes sociales para desacreditar la efectividad y seguridad de la inmunización.
“Si tu hijo resulta con una enfermedad como el autismo o muere a causa de una vacuna, ni los doctores ni la industria de las vacunas asumirá la responsabilidad” expresan las organizaciones, argumentando que para la Suprema Corte de Estados Unidos las vacunas son “inevitablemente inseguras” dado que The Office of Special Masters, también conocida como la Corte de las Vacunas, ha pagado alrededor de $4 billones a las víctimas y familias afectadas por lesiones o muertes relacionadas con la vacunación.
Sin embargo, de acuerdo a los reportes de la Asociación Mexicana de Vacunología, por esta creciente tendencia antivacunación, “Europa en pleno siglo XXI sufre uno de los brotes más grandes de los últimos 10 años por sarampión, una enfermedad que dejó de ser de alta incidencia, es decir, que la persona infectada no sólo es un riesgo para sí mismo, sino para la sociedad”.
Por este motivo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la OMS califican a los movimientos antivacunas como una de las 10 principales amenazas a la salud pública en el 2019. Debido a esto, la recomendación y la invitación es vacunarse. Más vale prevenir que lamentar.
Lo anterior demuestra la importancia de las vacunas, que radica en el control de la salud pública y la garantización de la misma para toda la sociedad, como cumplimiento de las estrategias y políticas de Estado, específicamente fundamentadas en el derecho a la vida y a la asistencia médica, y las leyes en las constituciones que los protejan.
Un ejemplo de esta relevancia se demuestra en lo que informa la OMS respecto a la vacuna contra el sarampión. Antes de que la vacuna se introdujera en 1963 y se generalizara su uso, cada 2-3 años se registraban importantes epidemias de que llegaban a causar cerca de dos millones de muertes al año.
Se estima que entre 2000 y 2016, la vacuna contra el sarampión evitó unos 20,4 millones de muertes, lo que la convierte en una de las mejores inversiones en salud pública.