Por: Lisseth Ogaza y Edwin Vergara
Cuando era joven mi abuelo solía contarme una historia sobre una antigua flor. Era un relato lleno de magia y tragedia, sobre cómo la flor fue la razón del auge de un gran imperio y asimismo, la de su caída.
Me contó que un día, un extraño visitante se presentó ante el rey de este imperio para ofrecerle un obsequio, una flor que podría otorgarle dicha a su pueblo y cumplir todos sus deseos.
Sin embargo, el Rey, cegado por la idea del poder hizo caso omiso cuando el extraño le dijo que tuviera cuidado con lo que pedía ya que la flor podría ser corrompida y esto tendría consecuencias.
Durante un tiempo el reino estuvo lleno de gozos y grandeza, pero luego el rey quería más… mas riquezas, más poder, la lealtad total de su pueblo, la gente hacía cosas en contra de su propia voluntad ya que lo que el rey pedía debía ser cumplido a pesar de ir en contra de su moral o pensamientos.
La flor poco a poco se fue corrompiendo y marchitando hasta el punto que ya no cumplia los deseos del rey, y todo lo que había pedido desapareció.
El pueblo se alzó en contra de él y lo masacraron en su castillo, en medio del caos un extraño recogió la flor y emprendió su camino hacia el próximo reino.