El nuevo live-action de Disney llegó a las salas de cine el 23 de mayo, y ha prometido quedarse en los corazones de los fanáticos del famoso cuento de fantasías llevado a la pantalla grande.
Aladdín, dirigida por Guy Ritchie, narra la historia de un joven callejero (Mena Massoud) que vive como un inteligente ladronzuelo en el ficticio reino de Agrabah. Este entusiasta muchacho, que lleva el mismo nombre del título de la película, se enamora de la princesa Jasmín (Naomi Scott), y decide, a toda costa, impresionarla hasta robarle el corazón.
Jafar (Marwan Kenzari), un malvado hechicero, visir del sultán, busca ejecutar un plan que lo convierta en el monarca del reino. Por esto, hace que Aladdín consiga una lámpara mágica que le otorga a su portador tres deseos concedidos por un Genio (Will Smith), la cual usa para desarrollar toda la trama de la película.
Si bien el clásico de 1992 representa una historia memorable para los fanáticos de Disney, puede que su remake, más allá de la nostalgia que evoca, no satisfaga por completo las expectativas.
Lo que nos saca de un mundo ideal
Al hablar de los desaciertos de la película se debe tocar el tema de la calidad actoral. En varios momentos de la película la falta de naturalidad fue protagonista en medio de los acartonados actores.
La experiencia, actitud y carisma de Will Smith no pudieron hacerle frente a la poca y tímida brillantez de Massoud, a pesar de que en la mayoría de la cinta, casi que inevitablemente, la opaca.
Además, pudiéndose considerar tanto una falla como un acierto, el nuevo live-action no propone muchos elementos innovadores en comparación con su contraparte de 1992.
Si la meta era revivir la nostalgia y el romance que evocó aquella animación protagonizada por Scott Weigner, Robin Williams y Linda Larking, se puede decir que Disney cumplió, puesto que no introduce mayores nuevos componentes, salvo la CGI (imagen generada por computadora) y el empoderamiento femenino como base para la construcción del personaje de la princesa Jasmín.
Por otro lado, uno de los números musicales más recordados de la historia del joven Aladdín es el de ‘Prince Ali’ (o ‘Príncipe Alí’, en español). Luego de pedir que se le convierta en príncipe, Aladdín y el Genio hacen su entrada triunfal en Agrabah en medio de una multitud que canta y baila al ritmo de la divertida canción.
Al recrear la escena, la producción del filme contó con más de trescientos extras, incluyendo bailarines. La colorida escenografía contó con prácticamente un solo defecto: un Will Smith al que se le notan un poco los años.
A pesar de que el antiguo protagonista de Suicide Squad o Men in Black, en su papel como el djinn acompañante de Aladdín, lidera toda la inigualable coreografía, sus pasos de baile no van por completo acorde a lo que la movida canción exigía.
Aparte de desprenderse de lo que el Genio de las caricaturas hizo —convertirse en anciano, en niño e interactuar con los habitantes de Agrabah—, y solo convertirse en mujer por unos leves segundos, tal vez sus cincuenta años no vinieron solos, o tal vez la producción no lo supo favorecer durante la interpretación, pero algunos movimientos se vieron forzados.
El viaje en la alfombra mágica mientras los protagonistas entonan ‘A Whole New World’ (‘Un mundo ideal’) deja otro sinsabor. El recorrido se hizo corto y rápido, lo cual no permite revivir por completo la magia del clásico del 92.
Por último, el final de la película no se parece en nada a lo que proyectó la animación de Ron Clements.
La impotencia de ver a la princesa encerrada en un reloj de arena, la alfombra mágica convertida en hilos, Jafar convirtiéndose en serpiente mientras hace que todo arda en llamas, estuvieron ausentes dentro de la recreación de Guy Ritchie. En cambio, un desenlace flojo y algo rápido fue lo que tuvo lugar.
Lo que nos lleva a un mundo ideal
¡Genio se casó y tuvo hijos! Esto es uno de los aspectos más emotivos de la película, y uno de los giros más grandes del personaje anteriormente representado por Robin Williams.
La pareja de ‘Genie’ es Dalia (Nasim Pedrad), la fiel mucama de Jasmín que, durante el transcurso de la historia, mantiene un romance cómico con él.
Adicionalmente, cada vez es más frecuente la figura de una princesa —o cualquier fémina— empoderada en sus decisiones y su comportamiento, en distintas películas, principalmente dentro de Disney. Ana y Elsa, Mérida y Carol Danvers son algunos de los ejemplos.
En el remake de Guy Ritchie, Jasmín no es la excepción. la princesa se opone abiertamente, durante toda la cinta, a las afirmaciones de Jafar, quien le indica que debe dedicarse a ser “admirada y no escuchada”. Esta oposición la lleva a reemplazar a su padre en el cargo de sultana, lo que le hace eliminar la ley que le impedía casarse con cualquier persona que no fuese príncipe.
El personaje encarnado por Naomi Scott, incluso, incluye en la increíble banda sonora de la película una canción que refleja su posición. ‘Speechless’ (o ‘Callar’ en español) es una valiosa adición al histórico soundtrack que sobrevive, aun con los años.
De hecho, la producción musical, liderada por el icónico Alan Menken, consiguió mantener la esencia de las melodías originales, pero adaptándolas y mejorándolas para su recreación en la pantalla grande.
Además de la excelente musicalización, el filme muestra por completo el resultado de sumar al director de Sherlock Holmes, el director de fotografía de Mary Poppins y de la misma Sherlock Holmes (Alan Stewart), el diseñador de vestuario de 300 (Michael Wilkinson) y la diseñadora de producción de Game of Thrones (Gemma Jackson), dentro de un estudio —Disney— experto en la fantasía: Una escenografía perfecta.
La ambientación de Agrabah, filmada en Jordania, es perfecta. El maravilloso diseño artístico es inigualable. Los vestuarios son simplemente magníficos.
Por otra parte, si bien la animación imagen generada por computadora del Genio en azul no ha sido bien recibida, no se puede decir lo mismo de la recreación de Abu y de Rajah, que son perfectamente detalladas.
Finalmente, el gran punto a favor de este live-action es que nos hace disfrutar. Más allá de lo que pueda señalarse como negativo o positivo, Aladdín lleva al espectador en un viaje hacia ‘un mundo ideal’, aunque este no sea perfecto.