Una sociedad sin información, sin periodismo, está destinada a no tener norte, a mantener cómodos a los poderosos y a ser condenada a la ignorancia.
Entre el 25 y 26 de junio el país supo un poco sobre el nuevo reajuste en las oficinas de la casa editorial El Tiempo. Se habló de un promedio de 150 comunicadores que perdieron su lugar dentro del reconocido medio.
Este no ha sido el único episodio de esta índole en los últimos meses. El 17 de marzo, Mabel Lara, periodista de Noticias Uno, publicó una columna en el diario El País en la que habló de una “masacre laboral” que entre febrero y marzo afectó a trescientos profesionales de la comunicación.
Casos similares se han reportado en medios como Vice en español, Televisa Colombia y Semana. Lo cierto es que podemos estimar que, en lo que ha corrido del año, más de quinientos periodistas han tenido que abandonar medios colombianos, ayudando a engrosar la tasa nacional creciente del 10,5% en desempleo. ¿Por qué?
Algunas fuentes, incluyendo algunas con las que conversé, contrastan en las razones. Mientras hay quienes afirman que no se esclarece motivo alguno, hay quienes confirman que se trata de falta de presupuesto, además de problemas con contratos de prestación de servicios.
Sin embargo, el punto en el que coinciden es que se busca un tránsito a los nuevos tiempos, a la nueva era digital que, imparablemente, ha llegado a dominar el periodismo como lo conocemos.
A nadie le gustan los recortes de personal, pero avanzar hacia alternativas que se puedan adaptar a una audiencia ambivalente, que detesta la publicidad pero no corre a pagar suscripciones, quizás sea algo que se pueda premiar.
No obstante, como expresó Juancho Parada, periodista y bloguero de El Tiempo, los recortes drásticos de miembros de las tradicionales marcas editoriales no son la solución. Mucho menos si se trata de profesionales con amplia trayectoria como Marisol Gómez o Filiberto Pinzón. Lo que esto provoca es un aire de incertidumbre dentro del gremio de la información y de los que aspiramos a tener un lugar allí.
No sin razones Mábel Lara, igual que otros periodistas, cayeron en el error de pedirle a los jóvenes que no estudien —o no estudiemos— Periodismo (que, por cierto, no debería llamarse Comunicación Social, según lo que conversé alguna vez con una periodista amiga). Al menos no como pregrado, sino, opcionalmente, como maestría o postgrado. Esas voces regresaron a la esfera pública luego de conocerse lo sucedido en la Casa Editorial El tiempo y en otros medios.
La realidad es que el panorama al que los comunicadores nos enfrentamos es bastante sombrío en un país como Colombia, puesto 129 de 180 países en el mundo en materia de libertad de prensa, según la ONG Reporteros Sin Fronteras.
Tendremos que afrontar bajos sueldos, amenazas, chuzadas, agresiones físicas, obstrucciones al trabajo y distintas formas de intimidación y censura. Eso sin contar el recorrido por la academia repleto por incontables estereotipos, lugares comunes de quienes aspiran a desprestigiar las ciencias sociales.
Asimismo, abogados, filósofos, politólogos, ingenieros en sistemas, toda clase de profesionales en otras áreas y ciencias compiten con periodistas para acaparar las salas de redacción, así como los espacios en investigación y fact-checking. No hay que buscar mucho para leer columnas de opinión escritas por expertos en áreas lejanas del periodismo.
Grupos económicos dominantes y privilegiados pueden llegar a ser también una piedra en el zapato para el ejercicio periodístico. Los intereses de los más poderosos, aun si son los que ejercen dirección en los medios más importantes, pueden marcar la agenda, lo que podría llevar a evidentes conflictos de intereses. La independencia, de hecho, es difícil de sostener.
¿Vale la pena, entonces, tratar de conseguir un espacio entre todo este tumulto de dificultades y contratiempos? La respuesta, sin tapujo alguno, es sí, pero no un sí a secas.
Es deber de la academia forjar profesionales competentes que puedan asumir a cabalidad los nuevos retos de la prensa a nivel global. El paso por la universidad debe estar plagado de la superación irreverente de absurdos clichés, tanto como por el reconocimiento de la importancia del periodismo dentro de una sociedad. Esta no es una carrera solo para “reinas de belleza”.
Como aseguró Fernando Posada, en su columna del 9 de junio en El Tiempo, el periodismo necesita más jóvenes. No se nos debe alejar del camino que más tarde nos llevará a la satisfactoria meta de afrontar el conocido como ‘mejor oficio del mundo’. Más de cinco mil estudiantes de pregrado en Comunicación Social se gradúan al año. Esto no puede ser en vano.
El mito —real— del cuarto poder debe seguirse vigorizando, desde la academia y lo profesional, en un país donde los otros tres no son nada estables. Sin miedo. Los nuevos retos del negocio, y de la transmisión de información, no se enfrentarán solos.
Un pueblo sin información, sin periodismo, está destinado a no tener norte, a mantener cómodos a los poderosos y a ser condenado a la ignorancia.