Si a Andrés Felipe Arias se le cubre con un velo, tejido por el uribismo, con la capacidad de otorgarle a su portador la figura de un perseguido, entonces podemos casi asegurar que Iván Duque ya cuenta con un sucesor.
Cuando Andrés Felipe Arias renunció a su cargo como ministro de Agricultura, además de prometer la “segunda generación de la seguridad democrática”, aseguró que buscaba ser el sucesor de “quien ha partido la historia de Colombia en dos”. Se refirió al expresidente Álvaro Uribe. Luego, en su campaña, se quiso hacer ver como “el del presidente”.
En 2010, cuando Juan Manuel Santos recibió la Cruz de Boyacá por parte del ahora senador Uribe, expresó: “Usted fue un segundo libertador al devolvernos, en estos ocho años, nuevamente las esperanzas”.
En la convención uribista de octubre de 2013, Óscar Iván Zuluaga fue escogido como el candidato del Centro Democrático para hacerle frente al expresidente Santos en las elecciones del año siguiente. El exministro de Hacienda le dijo a Uribe “usted me ha trazado el camino, nunca lo defraudaré”.
Cuando Uribe lanzó su vacilante propuesta de renunciar al Senado de la República, el entonces presidente electo Iván Duque salió en su defensa. Dijo ser testigo de “su honorabilidad, su rectitud, su patriotismo y su incuestionable servicio al Estado de Derecho”.
El expresidente del Senado, Ernesto Macías, en el discurso que leyó durante la posesión de Iván Duque, sacó un espacio para “rendirle homenaje” al expresidente Álvaro Uribe “por su grandeza” y por “sacar al país de la inviabilidad”. Casi un año después, hizo relucir en el Congreso de la República una placa en reconocimiento a ese “colombiano ejemplar”.
Y así. Los ungidos por “el presidente eterno de nuestros afectos” son aquellos que cumplen con el perfil indicado. Se caracterizan por rendirle al gran colombiano algún sentimiento cercano a la pleitesía, ligado a su efigie caudillista, mucho más allá de ser simples seguidores de su corriente política. Es por eso, por ejemplo, que nuestro presidente actual puede recordar con cuántos pares de crocs cuenta su máximo líder.
Si a lo anterior le añadimos un velo, tejido de impunidad por el uribismo, con la capacidad de otorgarle a su portador la figura de un mártir y perseguido, entonces podemos casi asegurar que Iván Duque ya cuenta con un sucesor. Ese mismo que el conglomerado pro-Uribe ha querido mostrar como perseguido político por sus propios amigos; el mismo que, según Alberto Bernal, cumplió una condena como la de Nelson Mandela; ese que, según Edward Rodríguez, tiene un coeficiente intelectual de 123, comparable con el de Albert Einstein; aquel aforado que logró crear la discusión sobre la doble instancia retroactiva.
Discusión que desencadenó un proyecto de ley que le abría la puerta a la impunidad, a la violación de la cosa juzgada, a la prescripción de la acción penal y a posibles demandas contra el Estado. “Descarada impunidad”, diría Uribe. Quizás por eso, y no por la presión en redes sociales y análisis de expertos, fue que el Centro Democrático retiró tal iniciativa, un acto heróico, pues su interés es “defender un derecho fundamental, y no simplemente excarcelar a unas personas”.
“No es que los políticos tengan mala memoria, es que conocen bien la mala memoria nuestra”, dijo Félix de Bedout en un tweet. Y no hay nadie que la conozca mejor que Álvaro Uribe, quien próximamente podría conseguir que Agro Ingreso Seguro se desvanezca en forma de banda presidencial para el que podría ser el próximo acreedor de su bendición, posible contendor de Sergio Fajardo: Andrés Felipe Arias.