Por: Juan Camilo Riobó
Mi compañero de cuarto estaba dormido.
cogí el computador,
el celular,
el abanico,
y el cargador;
me fui a la sala y me instalé en el sofá.
Tenía ganas de escribir algo
así que me leí un par de cuentos
que alguien me había recomendado.
Abrí el computador y pensé…
Pensé en el amor,
Pensé en la soledad,
Pensé en el sexo,
Pensé en la pelada que me habían pegado en dominó esa tarde.
Mientras respondía algún mensaje
de twitter o de whatsapp,
recordé varios poemas.
Recordé la repetida frase
de dejar al lápiz bailar sobre el papel.
y pensé…
Yo nunca había escrito en un papel.
En el cuarto
encontré una libreta barata.
De esas que tienen un deportista extremo;
que en el casco tienen el precio de la libreta
en una pegatina amarilla;
que del otro lado tienen la tabla
de multiplicar o periódica.
y agarré un lapicero plateado
porque no encontré ningún lápiz.
Me mudé del sofá a la mesa,
y a las dos y seis de la madrugada
del viernes dos de agosto,
me di cuenta que los lápices no bailan.