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Como caudillo estuvo rodeado. Abucheado y alabado al tiempo, pero rodeado. Llegó el día, y más días llegarán, todo por el bien de la verdad.

Había llegado. Las barras bravas de lado y lado se habían puesto su mejor camiseta para el evento, pero no era ninguna final de ningún torneo de fútbol. Había hinchas, muchos. Unos que se hicieron más famosos que otros, pocos que respetaban más que otros, otros que simplemente gritaban más que otros.

La prensa se rindió ante él. Lo siguió al ritmo de su esquema de seguridad y se encargó de darle voz a quienes lo consideran el más patriótico mesías. Era el día. Cual caudillo estuvo rodeado. Abucheado, cuestionado y adorado al tiempo, pero, de todos modos, rodeado.

Letreros por doquier, fotos en redes sociales, transmisiones en vivo de grandes medios, titulares confusos en otros. El día había llegado. La reserva del sumario era el único obstáculo para conocer el minuto a minuto más ansiado por todo el país, quizás por toda la historia.

El día llegó. Cuando dos o más se reúnen en su nombre ahí está Él, pero ¿quién era Él? Primero una visita a una iglesia, luego la más grande confesión histórica, pero no delante de un sacerdote. ¿Qué sucedió dentro de esa capilla? ¿No se esparció ese delicado aroma a azufre que alguna vez sintió Hugo Chávez en el estrado de las Naciones Unidas? ¿No se sintió en algún estrado, judicial o religioso?

Las horas transcurrieron. Cuatro en primer lugar, siete en total. Cien preguntas de por medio, pero nadie sabe cuántas respuestas. Nadie sabe cuáles respuestas. Nadie sabe ni siquiera si hubo respuestas. Lo que todo el mundo supo, y sabe, es que el día llegó. Alguna vez Rojas Pinilla estuvo en su lugar, pero, quién sabe por qué, no es recordado, pues nuestro siglo y nuestra historia republicana no nos lo permiten: se trata del personaje más influyente de quizás cuántas generaciones de colombianos.

Gritos y arengas se escuchaban fuera del Palacio. Entiéndase “Palacio” como su hogar y el mío, sus redes y las mías, la calle donde usted vive y donde yo vivo, el lugar donde usted trabaja o donde yo estudio. En cualquier lugar del país, quizás del mundo, estaba él. El día había llegado. El histórico día que fracasó en su invisible intento de ser infravalorado.

Su enigmático abogado había caminado días antes por esos mismos pasillos. Su voz se estaba escuchando todos los domingos cuando se revelaban desquiciados elementos que conllevaban a conocer su papel dentro del entramado mayor. Se autodenominó gángster y no se divisó junto a la banda el día del golpe más grande. Aunque ¿contra quién iba el golpe?

Sobre la justicia hay quienes opinan que ha sido miedosa, así como quienes entre barullos increpan alegando persecución. El Jefe de Estado, el constitucional, no oculta su dicha al expresar su admiración por la recalcada honorabilidad de quien sería su más grande mentor. Su mentor eterno, el de sus afectos. Él, tal vez tan nervioso como sus compatriotas, tal vez más, sabía que el día había llegado.

La bandera de la democracia colombiana elevada en el más alto mástil, el del Estado de Derecho, ondeaba mientras la opinión pública debatía sin saber sobre qué. No tenía cómo saberlo. No sabía para qué. Solo repetía comentarios de expertos que trataban de traducir a su lenguaje, siempre con sesgo evidente. Para unos los buenos eran los defensores de la justicia, para otros los malos eran los defensores del que acudió ante la justicia; para unos y otros no hubo ni buenos ni malos, solo un día que parecía más nublado de lo normal, o más luminoso, con una figura histórica en un lugar nada familiar o muy familiar. El día.

Que si culpable, que si sus opositores se quedan con las ganas. Que si preso, que si absuelto. Que si habrá una hecatombe, que si todo está en riesgo. Que la conmoción, que la presión, que los medios. Que el trasfondo, que los testigos, que la renuncia al Senado. Que el amor a la patria, que las dificultades judiciales. Todo porque era el día y se tenía que mantener ocupada a una audiencia ávida de morbo judicial.

Culminó el último capítulo preliminar, ahora viene la álgida lucha. Ahora es investigado por fraude procesal y soborno. Estuvo sometido, observando a lo lejos su destino. Su excelsa investidura se encogió, y no solo ante su condición humana, sino ante la mirada incrédula y dubitativa posada con autoridad sobre él y su incesante afán por hacer y deshacer cuando quiere. Llegó el día y más días llegarán, todo por el bien de la verdad.

 

@BatmanMamerto | Foto: Corte Suprema de Justicia

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