Por: Wilbert Daw
La noticia deja incrédulo a todo el mundo. Dos jugadores concentrados con la selección francesa abandonaron la concentración de su equipo de cara al mundial de Suecia 1958 y nadie tiene idea de dónde pueden estar. Sus nombres son más que conocidos en toda Francia: Mustapha Zitouni, lateral izquierdo del Mónaco, y Rachid Mekhloufi, el delantero estelar del Saint-Etienne y reciente campeón mundial militar de fútbol, pues hace parte del batallón de Joinville en el ejército francés.
Se les busca a ambos por días y nadie aparece. Todos se preguntan si en verdad escaparon de la concentración o si llegaron a ser privados de su libertad. La incertidumbre y la angustia crecen entre los habitantes y la prensa. No obstante, mientras los futbolistas continúan perdidos, miles de vidas se empiezan a extinguir en Argelia, territorio que busca librarse del control colonial de Francia.
De pronto, llegan noticias desde Italia y Suiza. Se reporta la detención de dos jugadores de origen argelino en puertos fronterizos que pensaban colaborar con la revolución en su nación. En suelo suizo es apresado Mohamed Maouche, miembro del Stade Reims y del ejército francés. Antes de afrontar una corte marcial, Maouche prefiere dejar atrás su idea revolucionaria. El otro, detenido en tierras italianas, es Hassem Chabri, futbolista del Mónaco. Chabri no corre con la suerte de Maouche y será en un campo de prisioneros en Argel, capital de Argelia.
Con estas detenciones, se empieza a barajar la idea de que Zitouni y Mekhloufi, ambos de origen argelino, hayan decidido enrolarse en las filas del Frente de Liberación Nacional (FLN) en Argelia. Nada alejado de la realidad, pero con una sutil diferencia: sus armas no eran fusiles, sino los mismo botines con los que descrestaron en Francia.
Ante el asombro de todos, Zitouni y Mekhloufi reaparición, pero vestidos de cortos y con una camiseta verde y pantaloneta blanca, los colores de la bandera argelina. Junto con ellos, nueve jugadores que se aprestaban a disputar un amistoso internacional.
El partido era entre Marruecos y el Frente de Liberación Nacional Argelino. El lugar era Tunisia, la capital de Túnez, y fanáticos, curiosos y entusiastas de la revolución asistieron al juego. El árbitro dio el silbato y al mover el balón del centro no solo comenzaba el encuentro. Comenzaba una revolución con el fútbol como protagonista.
¿Por qué jugamos?
La historia entre Argelia y Francia data de mucho tiempo atrás. Los franceses irrumpieron en el norte del África a mediados del siglo XIX y en 1831 anexionaron Argelia, que para ese momento atravesaba una crisis económica y social producto de la inestabilidad dentro de la nación a la que pertenecían en aquel entonces -el imperio otomano- y a la proliferación de piratas en la zona.
A partir de allí, Argelia creció y alcanzó un estatus importante dentro de las colonias francesas. Incluso, Napoleón Bonaparte les otorgó el derecho de solicitar la ciudadanía francesa en 1865, pero con la condición de que renunciaran a la Sharia, la ley del islam con la que los musulmanes rigen su vida cotidiana.
Aunque políticamente todo parecía ir viento en popa, las cosas no eran tan así a nivel social. Los franceses ejercían una fuerte discriminación sobre la población local, por lo que el descontento era evidente dentro de los nativos.
La situación se puso color de hormiga cuando el 8 de mayo de 1945, los nacionalistas argelinos colgaron banderas verdes y blancas alusivas en honor al movimiento independentista, por lo que fueron represados violentamente por las fuerzas francesas, quienes no vacilaron para disparar a sangre fría a unos habitantes que, mientras celebran el fin de la Segunda Guerra Mundial, veían el comienzo de un nuevo conflicto en su propio terreno.
Ese macabro hecho que enfrentó a musulmanes argelinos frente a europeos y argelinos de origen europeo ocurrió en la ciudad de Setf, la misma que vería nacer nueve años antes a Rachid Mekhloufi, uno de los primeros futbolistas argelinos que tendría reconocimiento en toda europa.
Aunque era muy niño cuando ocurrió aquel hecho, las imágenes que vio de aquel día le quedaron grabadas para siempre y se pegaron en su cuerpo como si fueran tatuajes o quemaduras. Sus primeros pelotazos los empezó a dar en el Union Sportive Franco-Musulmane de Setif -Hoy llamado USM Setif y que juega en la tercera división argelina-, mostrando sus dotes y calidad a la hora de jugar al fútbol.
Allí sería visto por Jean Snella, un reconocido jugador francés de la década del 30 y que se encontraba en Argelia buscando reclutar jugadores para el Saint-Etienne, equipo que él dirigía. Encantado con la magia de Rachid, Snella no lo pensó dos veces y se lo llevó a su equipo, donde formaría una dupla de ensueño con el camerunés Eugene N’Jo Léa que lograrían el título de la Liga Francesa en la temporada 1957/58.
En esa misma liga, pero con otro equipo, brillaba Mustapha Zitouni. Nacido en Argel, Zitouni debutó en el OM Saint-Eugene y dio el salto al fútbol francés en el AS Mónaco junto con el arquero y compañero de equipo Abderrahme Boubakeur. Sin la fama de Mekhloufi, pero sí con el carisma necesario para ganarse a la afición monegasca, Zitouni destacó por su disciplina en la cancha y su buena proyección para ir al ataque por la banda izquierda.
Pero mientras Zitouni, Mekhloufi y los diferentes jugadores argelinos triunfaban en Francia, sus compatriotas estaban sumidos en la lucha por independizarse totalmente de los franceses. En 1954 se formaría el Frente de Liberación Nacional (FLN) y se desencadenó el 1 de noviembre una serie de atentados contra la población europea en suelo argelino. Esa semana sería conocida como el Toussaint Rojo por lo sangrienta que fue y comenzaba así la guerra de independencia en el país norafricano.
En la búsqueda por obtener recursos para su lucha y con el afán de visualizar su causa, a los miembros del FLN se les ocurriría una idea que a nuestros días pareciera traída de los cabellos: Crear un equipo de fútbol.
El once de la libertad
El equipo del Frente de Liberación Nacional Argelino previo a un partido. Foto: Especial
La idea de formar un equipo que representara al FLN y su causa no había surgido como algo de la casualidad. El 9 de septiembre de 1954, ocurrió un temblor de 6,7 grados y 12 segundos de duración que devastó Orleansville (Hoy Ech-Cheliff) y mató a más de 1.000 personas. Para ayudar a la reconstrucción de la ciudad, se organizó un partido de beneficencia entre la selección de Francia y un combinado norteafricano formado por marroquíes, tunecinos y argelinos.
El resultado fue de victoria para el onceno del Magreb que dejó estupefactos a los franceses e incetivó el ambiente nacionalista en los territorios norteafricanos de Francia. Ese detalle no pasó desapercibido por el Frente de Liberación Argelino, quien se puso a la tarea de localizar a los jugadores más representativos de Argelia en suelo europeo para formar su selección.
Quien se encargaría de esta tarea sería Mohamed Boumezrag, que estuvo jugando en suelo francés en la década del 40 en el Valenciennes y en el Girondins de Burdeos como volante y se encontraba en el ocaso de su carrera. Boumezrag, que además presidía la división regional del fútbol argelino, una entidad adscrita la Federación Francesa de Fútbol (FFF), contactó primeramente a Abdelaziz Ben Tifour, el primer argelino en jugar en el fútbol francés, para que convenciera a los otros jugadores de actuar con el equipo y de donar el 15% de su salario a la causa independista.
Tras asegurar con el gobierno de Túnez su asilo político, el FLN y los jugadores procedieron a escapar de Francia por Italia y Suiza. Algunos, como los casos de Maouche y Chabri citados al inicio de este texto, no logran pasar los controles fronterizos. Otros lo hacen sin muchas complicaciones y unos pocos como Rachid Mekhloufi estuvieron muy cerca de no salir del país de la Torre Eiffel.
Días antes de la salida, Mekhloufi sufrió un golpe en la cabeza, por lo que no pudo salir con sus compañeros y le fue programado salir a Argelia junto con Maouche y Chabri. Para su desgracia, ambos fueron apresados y le tocó a Rachid seguir solo su camino. Llegó a ser detenido muchas veces en su salida a su tierra, la cual hizo por la vía suiza, pero para su fortuna eran para pedirle autógrafos. Aún no había explotado la noticia de su desaparición.
Al llegar a Argelia, supo que lo peor ya había pasado. Con los otros compañeros, se dispusieron a viajar a Túnez para disputar su primer encuentro bajo la bandera del FLN. Ante Marruecos era un partido importantísimo, pues del resultado dependía el progreso de la causa revolucionaria. Para su buena suerte, el encuentro acabó con victoria argelina 2-1. No obstante, los ánimos de triunfo cesaron rápidamente, pues en el segundo juego ante Túnez cayeron vapuleados 6-1. Sin embargo, no desanimaron en su objetivo.
Siguieron jugando encuentros ante países como Egipto, Camboya, Bulgaria, Vietnam, China, entre otros. La mayoría de países que accedieron a jugar con ellos eran de corte comunista pues el gobierno provisional argelino profesaba una postura afín a la de esas naciones. La otra razón es porque solicitaron su ingreso a la FIFA, pero ésta, presionada por Francia, rechazó su entrada e incluso amenazó con la expulsión del organismo a quienes jugaran encuentros con ellos.
Eso tampoco detuvo el ánimo de ver jugar al equipo del FLN que, además de luchar por una causa justa, jugaban bien al balón y brindaba espectáculo en el campo de juego. Cuando llegaron a Bagdad para enfrentar a Irak, los asistentes los recibieron con entusiasmo e incluso desplegaron banderas y cánticos alusivos a la revolución que obligaron a que el primer ministro francés en ese país se retirara del estadio Nacional de Bagdad.
En Vietnam, país que también fue colonia francesa, los recibió el líder socialista Ho Chi Minh reconociéndolos como embajadores de lucha. Lo mismo ocurrió en Yugoslavia, donde el equipo local fue goleado por 6-1, un resultado que le dio autoridad al equipo de la FLN para demostrar su poderío, aunque por la falta de recursos sería el último partido como su equipo..
En total, el equipo de la FLN disputó 91 partidos entre 1958 y 1961 con un saldo de 65 triunfos, 13 empates, 13 derrotas, 385 goles a favor y 127 en contra. Su mayor victoria fue de 8-0 ante Túnez y Marruecos, mientras que su peor resultado fue el 6-1 ante Túnez en su segunda salida.
Así se conformó el equipo que en un principio fue llamado ‘el Once de la Libertad’. Los arqueros serían Abderrahme Boubekeur, Alí Doudou y Abderrahman Ibrir. Los defensas fueron Mustapha Zitouni, Kaddour Dekhloufi, Dafnane Defnoun, Mohamed Soukhane, Chérif Bouchache, Smain Ibrir, Abdallah Settati y Khaldi Hammadi. En el medio estaban Mohktar Arribi, Said Haddad, Alí Benfadaf, Boudjemaa Bourtal, Amar Rouaí y Abdelaziz Ben Tifour. Finalmente, el ataque lo conformaban Rachid Mekhloufi, Abdelhamid Khermaili, Abdelhamid Bouchouk, Said Brahimi, Ahmed Boudjani, Amokrane Oualiken, Abderrahmane Soukhane, Abdelkader Mazouz, Mohamed Bourricha, Abdelkrim Kerroum, Hocine Bouhache, Said Amara y Abdelhamid Zouba. Todos ellos conformaron aquella selección que se pasearía por distintas partes del mundo dando a conocer la causa argelina por la independencia.
El 18 de marzo de 1962 se firmaron los acuerdos de Evian, que oficializaban la independencia total de Argelia sobre Francia. Para ese entonces, el equipo del Frente de Liberación Nacional ya tenía un año de haber jugado su último compromiso.
Muchos de ellos se quedaron en Argelia para seguir ligados al fútbol, ya sea como jugadores o entrenadores. Así lo hizo Ben Tifour, a quien la muerte lo soprendió de un paro cardíaco en 1970. Tenía 43 años.
Otros como Mekhloufi regresaron a Europa donde siguieron siendo considerados ídolos. Incluso el propio Mekhloufi se convertiría en entrenador de la selección argelina que participó del mundila de España 1982, donde vencieron a Alemania y Chile, pero un amaño vergonzoso entre alemanes y los austríacos -los otros integrantes del grupo- dejaron a los ‘Zorros del desierto’ sin posibilidad de avanzar de ronda.
Jorge Valdano, exjugador y entrenador argentino, declaró alguna vez que “el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes”. Quizás Mekhloufi y sus compañeros entendieron la frase de forma distinta y le dieron un valor mayor a un deporte que siempre demuestra que va más allá del once contra once.