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Por Sócrates
Parece que comentar de fútbol consistiera en justificar o despotricar, no en examinar las circunstancias determinantes para el resultado de un encuentro futbolístico. En eso, a los sabihondos del fútbol, que suelen ser gritones y arrogantes, los supera la calma, el análisis profundo y el criterio integral de quienes analizan tenis y béisbol, por mencionar solo dos casos.
La Selección Colombia, con sus desempeños, genera contundentes ejemplos. Se perdió 3 a cero contra Argelia, y con golazos que hoy son interpretados como consecuencia del desdén de los nuestros, de “desconcentraciones”, de malas referencias, y de un largo listado de razones que nada tienen que ver con lo que pudo haber aportado el rival.  Para entender lo que tratamos de decir, baste con que imaginemos si esos goles hubiesen sido de los nuestros: qué talento, qué categoría, qué magia, y tal… En ese caso, no examinaríamos las fallas del contrario; y si nos atrevemos a mencionarlas, sería para resaltar la virtud del nuestro en “aprovecharlas”. Así somos.
Y otra cosa estaríamos diciendo, por supuesto, si las varias llegadas colombianas hubiesen terminado en gol. Pues resulta que o se pateó desviado o el arquero contrario cumplió con su trabajo. Porque para eso está él. No podemos pretender que cada tiro nuestro sea gol, como si el cancerbero contrario no existiera, o su misión fuera la de apartarse de la línea de tiro. Nuestro Ospina no tuvo fortuna contra los misiles argelinos. De haber sido David el extraterrestre que muchos creen, y hubiese capturado esas pelotas, el partido termina en tablas, y los comentarios fueran distintos: ¡qué grande eres Ospina!, no que el delantero contrario desaprovechó o dilapidó, sentencia habitual cuando los disparos son nuestros.
Digo, ¿comentar el futbol exige eso? El partido se perdió y algunos hablan de vergüenzas y hecatombes. ¿Y no se trata justamente de partidos preparatorios? No son para humillar a nadie ni mostrar que somos invencibles, sino para mirar, examinar, corregir acá, ajustar allá. La nuestra le ganó a la selección francesa (¡oh, humillación de humillaciones!) en marzo de 2018 allá en París, ¿y qué pasó en el Mundial cinco meses después? Pues que una Francia sincronizada y letal, fue campeona. Con seguridad, la derrota de partidos de preparación brinda los insumos de análisis cuando los debe mostrar: en circunstancias previas, no en el mismo torneo, como sí le pasó a la nuestra.
Pero no: pretendemos pasar por encima de Chile (dos veces campeona de América, ¿recuerdan?), bailar a Brasil, y galopar como los grandes que creemos ser. No importa que en los torneos mostremos lo poco que somos. ¿Así es que se comenta?
Los goles argelinos fueron así; dos de un portento llamado Riyad Karim Mahrez, de 28 años, que no juega en Francia (donde nació) porque no le da la gana, y es delantero de Manchester City F. C. de la Premier League de Inglaterra. Y el otro fue de Baghdad Bounedjah, de 27 años, que no se cansa de hacer goles en el Al-Sadd S.C. de la Qatar Stars League de Catar. Por lo menos consideremos eso: no fueron goles de Tolosa ni de Pirlo Robayo.

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