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Donde nace una protectora del medio ambiente

 Por Laura Mattos

El entorno bicultural: Arroyo y Stüvve

 Jacinta Stüvve va a cumplir 75 años. En los 74 años, 11 meses y 11 horas que lleva viva ha aprendido desde muy temprana edad la importancia que tienen todos los seres vivos, desde las plantas hasta los mismos humanos. Es una impresión que da desde la fachada de su casa; adornada con jardines, hasta la sencillez con la que habla. Esta mujer de cabello canoso y sonrisa amable viene de una familia bicultural. Su padre era alemán, nacido en Hamburgo, y fue uno de tantos que llegó a Barranquilla gracias a la empresa Hanséatica para trabajar en negocios como el Taller Boston. Su madre, Jacinta Arroyo, era una colombiana a la que le debe, además de la vida, sus primeros aprendizajes sobre la preservación del medio ambiente.

Jacinta Arroyo ya no acompaña a Jacinta Stüvve. Al menos no físicamente, pero sus enseñanzas calaron profundo en cada uno de sus hijos y hasta el día de hoy siguen vigentes. A esta mujer barranquillera le gustaba tener patios espaciosos en los que pudiera plantar árboles, tener un huerto y, en general, plantas que tuvieran un uso adicional al ornamental; esas que la ayudaran en la cocina o para curar un resfriado. Para la época de los años 40 y 50 en Barranquilla, era complicado conseguir frutas en el mercado así que en la casa de los Stüvve preferían plantar árboles como los de mango, guayaba y papaya. Árboles que le perminten alimentarse y disfrutar de un espacio amplio para descansar bajo la sombra. Esto lo trajo en parte la tradición alemana de tener huertos para proveerse de comida, más fue una colombiana la que le dio el toque costeño, latino, a esta costumbre. Las plantas medicinales también abundaban en el afán de aprender de la señora Arroyo, y poco a poco, fue inculcando en sus hijos los usos medicinales del matarratón, manzanilla,  toronjil y una rara infusión de lechuga para dormir.

 

Fue así como el primer acercamiento a la naturaleza de la señora Jacinta Stüvve se dio en el patio de su casa cuando era niña. Al ser seis hermanos, contaban con una amplia vivienda y un patio lleno de vegetación que llegaba hasta la otra calle en lo que ahora es la 45b con 75, por donde queda el Romelio Martínez y por donde, para esos momentos, “moría Barranquilla”. Esto se debía a la visión de su padre alemán sobre el hecho de que todos los niños deberían tener un lugar en el que jugar y ser libres. En ese grandioso patio, su madre sembraba árboles de papaya, de guayaba y de otras especies que facilita el clima barranquillero. La señora Arroyo enseñó a sus hijos a cuidar su pequeño entorno en casa y muchas veces mandó con ellos flores a la Virgen o a las maestras de sus colegios. Lo más importante en ese momento era enseñarles una seria afición por aprender cosas nuevas.

Enseñando por medio de experiencias

 

Aunque desde niña estuvo conectada a la tierra y los frutos que esta podía dar, no fue hasta que trabajó como docente en el Colegio Alemán de Barranquilla que empezó a darse cuenta de que más allá de apreciar cómo crecían las cosas, preservar el medio ambiente era cuidar la tierra que las hacía crecer. Esta profesora de matemáticas encontró su vocación también en las ciencias naturales, como cuenta:

 

Era de esas profesoras que implementan métodos de aprender haciendo. Le gustaba que los niños supieran cómo crecía una planta y que llevaran el proyecto a sus casas. Que conocieran la importancia de las verduras para el cuerpo humano y cómo podemos cultivar nosotros mismos. El medioambiente y la manera en la que cuidamos de él sigue siendo un tema importante que en esos días Jacinta enseñaba con un método que usó para su tesis de postgrado, enseñarles a los niños por medio de experiencias. Para Jacinta era importante incluir el tema medioambiental a todas las clases que dictaba, como física, en la que incluía temas de electricidad y manejo de agua, lo que buscaba ligar a experiencias experimentales en las que los alumnos pudieran conocer la importancia de cosas que damos por hecho como el agua potable. En biología, por ejemplo, al dar el cuerpo humano, enseñaba la importancia de los nutrientes y la manera correcta de elegir alimentos naturales.

 

Al pensionarse su manera de enseñar quedó grabada en la memoria de muchos estudiantes del colegio que hoy en día se encuentra en la Vía al Mar. Ejemplo de esto es Billy Pérez, quien recuerda a su querida “Jacho” como una profesora inolvidable.

Además, alega que eso fue gran parte de lo que hizo de él y de sus compañeros las grandes personas que son hoy en día, la conciencia que tienen sobre el mundo y la empatía que profesan. De ese mismo modo sus enseñanzas llegaron a oídos de un grupo de madres de familia, con una iniciativa a punto de arrancar, que sabían el sentido de responsabilidad medioambiental que la profesora inculcó en sus hijos.

El Grupo Verde

El Grupo Verde fue una iniciativa de madres de familia y la esposa del rector de la época, Lisa Kohl. La idea surgió para poblar de vegetación la nueva sede del Colegio Alemán en ese entonces, cuando apenas llegaba al lote en la Vía al Mar. Luego de la construcción de la nueva edificación, el terreno era pedregoso, calizo y había sido maltratado en gran medida por las obras que habían sido adelantadas en este. Las organizadoras del grupo pensaron en aquella profesora pronta a jubilarse y que había inspirado en los estudiantes el amor por cosas como llevar una semilla a casa y ayudarla a crecer. Hicieron rifas, bazares, e incluso, recuerda Jacinta con algo de nostalgia, vendieron árboles. Pero no eran árboles para llevar a casa. En una feria escolar, el Grupo Verde impulsó la compra de árboles para el colegio. Si la persona compraba uno aportaba a la arboleda que hoy en día se puede apreciar en los jardines de uno de los colegios más antiguos de Barranquilla en su nueva sede. Como institución educativa, era prioridad para las damas del Grupo Verde que hubiera vegetación en una ciudad donde el calor predomina y en la que hay que llevar un mensaje a los estudiantes sobre la función de las plantas y los animales que los rodean.

Unirse al grupo tal vez juntaba en Jacinta dos cosas que resalta al hablar de su vida, la naturaleza y la vocación por servir a la comunidad. 35 años le ha dedicado al Club de Leones junto a su marido, con quien ha impulsado proyectos que ante todo buscan hacer de los jóvenes de escasos recursos líderes para la comunidad. Por ejemplo, actualmente impulsan una iniciativa que busca hacer de los jóvenes líderes en sus barrios con ayuda de la Institución Universitaria ITSA, y empresas patrocinadoras que les permiten hacer prácticas para que labren un futuro laboral. Así mismo, el Grupo Verde también funciona enseñando.

Por medio de este grupo se busca fomentar el cuidado del ecosistema desde un enfoque bicultural. Las damas del Grupo Verde son las encargadas de organizar actividades de tradición alemana en la comunidad estudiantil como los bazares navideños, los desayunos de pascua y navidad, y la venta de comida típica alemana para conseguir recursos que sigan impulsando un colegio limpio y, por supuesto, verde. Hoy en día la edificación exhibe árboles cuidados, rincones llenos de plantas e incluso un espacio en el que los estudiantes pueden hacer su propio huerto. Jacinta añade que el cuidado del medio ambiente empieza por el cuidado de uno mismo, por lo tanto, desde el grupo se busca que los alumnos de la institución sean conscientes de su entorno, de cómo cuidarlo y de cómo llegó ahí.

 

En la actualidad, el Grupo Verde impulsa un proyecto en el que los estudiantes puedan subir a lo más alto del terreno de la institución y tener un espacio en el que se puedan relajar y encontrarse a sí mismos. La señora Stüvve dice con seguridad que para empezar a ser conscientes de la ecología el ser humano no se debe limitar a las plantas y los animales, sino que también debe estar bien por dentro para ser quien ayude a preservar su entorno, que es, en últimas, lo que esta mujer ha perseguido desde los días en su casa del patio grande.

 

 

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