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Por Robin Maury

 

 

Para hacer esta entrevista, decidí ir con Luisa, una amiga y compañera de la carrera, que tiene, todo sea dicho, más experiencia haciendo entrevistas y más afinidad con Domingo que yo. Un as bajo la manga, si se me permite. Cuando llegamos a su casa, nos recibió en chanclas, pantaloneta y guayabera. Es más alto de lo que parece. Nos condujo hasta un lugar cómodo, la sala. Contaba la tercera vez —desde que llegamos— que, nervioso, nos ofrecía algo de tomar. Amablemente declinamos, por haber recientemente almorzado, pero en otra ocasión quizá a la primera oferta habríamos de decir que sí. Allí, sentado en un sofá, acompañado del ruido de la brisa, los tintineos de unas campanillas de viento y las ocasionales risas, inició la entrevista.

Domingo ‘Mingo’ Sánchez viene de una familia donde la cultura es trivial, es hijo de un maestro de artes escénicas —Manuel Sánchez—, director de teatro y de una editora de libros —Zoila Sotomayor—. Sus padres manejan el espacio cultural Luneta 50, que es además, el primer piso de su casa. De aquí que ‘Mingo’ haya salido artista, músico. En su quehacer musical siempre busca comunicar, “llegar al público y darles alguna noticia”, que el público sienta la emoción y el amor que él siente al tocar. Dice que a sus “proyectos propios generalmente les tengo un amor, un cariño porque tengo un discurso, ya sea en la cabeza o en la misma música que proyecta algo distinto a simplemente tocar y volverme una persona que toca pa’ que la gente baile”.

Presentación de ‘Mingo’ en Bunt en marzo de 2019.

‘Mingo’ es músico de tiempo completo, “claro, es suficiente. ¿Qué más podría ser?”, dice mientras ríe. Le ha invertido mucho tiempo a la música. Estudió en la Academia Superior de Artes de Bogotá, donde tuvo la oportunidad de participar en la orquesta sinfónica de la universidad como intérprete de la flauta traversa, instrumento que lleva estudiando hace más de 7 años. Mingo también toca la gaita colombiana, o kuisi.

Mientras estuvo en Bogotá, armó un grupo, La muergana, que consistía en una fusión de salsa y rock. De allí surgió un disco en el que grabó las secciones de flauta y de gaita.
Ahora en Barranquilla, a través de varias ideas, ha explorado la senda de la música contemporánea, que es “una rama que se abre de la música académica”.
“Mis proyectos…”,piensa al tiempo que le dirije la mirada a la empleada doméstica, “Nubia, los proyectos, ¡uff!”, finalmente hablándole. Ambos ríen. Ha dirigido; arma, con su amigo Félix Viáfara, el dúo de música indeterminada Los Flanagan en donde resalta la improvisación; con Victor Rojas arma Amira, un dúo de música académica con repertorio latinoamericano; y con la pianista Karen González está construyendo otro.

Los Flanagan y Ululato al finalizar su presentación en El Bordillo el 23 de Enero.

La música contemporánea es, a los ojos de ‘Mingo’, el sonido del mundo, es música cotidiana, “la música no es un circulo chiquito que se llama géneros musicales, la música es todo porque está hecha a partir de sonidos que se mueven por todo el mundo”. Decide ser intérprete de música contemporánea al considerarla como la “armonía universal que tiene que ver con capturar sonidos ambientes, postales sonoras, distintas maneras de hacer sonar un instrumento o muchos al tiempo”, y que eso la hace, entonces, un universo mucho más grande que los ritmos como el rock o el hip hop. Dice que al encontrarse con una música que no tiene letra o en la que se presenta la letra de una manera diferente, se necesita concentrarse “al 100%”, allí, la música contemporánea brilla, la audiencia se “da cuenta que es una obra de arte, una obra de arte que dura un tiempo y eso es rico”.

De su amor por la flauta traversa y la gaita surge el proyecto Gauta. Es un instrumento que tiene la cabeza de gaita y el cuerpo de una flauta. Los que han visto a ‘Mingo’ alguna vez tocándola se habrán dado cuenta de lo bien que se llevan.
A pesar de tocarla usualmente en Los Flanagan, este es un proyecto al que aún le está metiendo cabeza, siente que necesita un repertorio especial que aún no está listo.
Yo llegué a pensar que él había sido el autor intelectual de la Gauta. Resulta que es un proceso que lleva más de 35 años, un proceso que inició cuando unos constructores de gaitas se dieron a la tarea de hacer gaitas distintas, “novedosas, con llaves, con más huecos, con otros tamaños, con otras alturas”. En Popayán y en Sahagún han cogido a la gaita y se han puesto a investigarla, de aquí salieron unas gaitas que se arman y se desarman, entre esas había “una cabeza de gaita que se la ponían a clarinetes y a flautas” sin mayor trascendencia. ‘Mingo’ conoció a un constructor de gaitas, gaitero como él, que le obsequió una cabeza de gaita para su flauta, “y yo apenas toco yo siento que hay algo que hace clic”, “empiezo a recorrer tarimas y a mostrarle el invento a la gente”, “yo me considero un intérprete de este instrumento, un vocero más que un creador”.

Todo esto ha ayudado a que se crea el cuento, a que se crea capaz de vivir de la música. Nos dice cómo en algún momento pensó en retirarse, que veía a todos sus amigos trabajando (“nojoda y cuándo es que yo voy a trabajar”) y quizá sentía que perdía su tiempo. Andando el camino comprendió que el músico siempre está trabajando, que es un proceso lento que termina por dar sus frutos como cualquier otra ocupación.

Uno de los cuadros que adorna la estancia de la casa de ‘Mingo’.

 

Al preguntarle sobre sus influencias se queda pensativo. Termina por responder que son incontables, pero que las puede resumir en folclor y salsa, por haber crecido en una ciudad como Barranquilla; en la rama académica: la música clásica, la romántica, la francesa, la rusa, el jazz, el latin jazz, el gospel. Otras influencias que destaca son la poesía, la danza y el teatro, manifestaciones artísticas que no son necesariamente musicales pero que igual le nutren.
Al final parece acordarse de algo en particular, nos cuenta que “hace poco estaba pensando quién podría ser un referente” y en ese entonces se respondió: Dave Valentín, un flautista de latin jazz del que recuerda ver “de chiquito, y la manera de tocar y su gesto en escena es importante, y sin querer lo copié”. Hablando de folclor habla de sus colegas: Lean Manjarrés, Marlon Pedroza, Elber Álvarez, los Gaiteros de San Jacinto y ‘el indio’ Hernández. Concluye, a mi parecer muy acertadamente, que lo importante es tener varios “flancos” musicales, tener de dónde sacar, ser versátil y no encasillarse en un estilo o en un solo género, pues la experiencia de la música es mejor entre más plural sea.

Por último, hablamos del Festival Itinerante de Músicas Experimentales, Fi{r}me, del que ‘Mingo’, junto a Félix y el maestro Luis Fernando Sánchez —quién también tiene un proyecto musical activo llamado Ululato que se presentó en el festival—, un profesor y genio de la música electrónica que conocieron cuando estudiaban en la ASAB, y que ahora dicta clases en Bellas Artes. Los tres, “super curiosos de la música”, quisieron invitar a músicos de Bogotá y realizar un evento de 3 días con el que brindarle al público barranquillero el sabor de una experiencia que no es muy común por estos lados. Es la primera vez que se embarcan en una aventura como esta pero no dudan, viendo los resultados, de repetirla el año siguiente.

Poster promocional para FI{r}ME, tomada de CCMC.com.co

 

Y con eso concluye la entrevista a Domingo Sánchez Sotomayor, un “ente Barranquillero que tiene un discurso” musical bastante sólido.

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