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Punto de inflexión

“Los poderosos siempre han temido la oposición de la risa”, afirmó el actor y director de televisión Diego León Hoyos, compañero de fórmula del asesinado humorista Jaime Garzón en el noticiero burlesco ‘Quac’.

El filósofo Augusto Klappenbach explica que en principio lo que caracteriza a la vida humana es la flexibilidad, la adaptación al entorno por voluntad propia y no seguir las reglas fijas. Entonces lo cómico aparece cuando el humano tiene comportamientos rígidos y sigue fielmente las leyes de lo establecido, de lo “natural”.

El éxito de Charles Chaplin en los años 90’ se debió precisamente a esa burla de una sociedad moderna que se dejó esclavizar por los valores deshumanizadores establecidos por la industria. También por ese humor, los políticos estadounidenses tildaron a Chaplin de traidor a la patria y de “destruir la fibra moral de América”.

Antes de Chaplin, el poder reprimió a otros. Por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XIX, en Francia se promulgó una ley que prohibió dibujar al rey o burlarse de él. Los caricaturistas Charles Philipon y Honoré Daumier pagaron las consecuencias y fueron enviados a prisión, el primero por un dibujo en el que convertía al rey Luis Felipe I en una pera y el segundo por un dibujo en el que el rey se devoraba la comida de los pobres y les entregaba más riquezas a los ricos.

“Aquí se invierte la función de la risa, se eleva al arte…la risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando se ríe…el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación”, esto plantea Umberto Eco en su novela ‘El nombre de la rosa’.

La trama consiste en que el fraile Guillermo de Baskerville descubre una serie de asesinatos contra los hombres que están traduciendo el libro perdido de Aristóteles sobre la comedia, al final es el monje Jorge de Burgos quien está ordenando los atentados porque teme que el pueblo, a través de la comedia, se cuestione y se burle de todo, incluso de Dios.

Regresando a Klappenbach, este nos dice que el humor es incompatible con las emociones: “Si estamos enfadados, furiosos, asustados o por el contrario sentimos compasión, ternura o un profundo afecto, el humor desaparece (…) y al revés: ante una persona enfada o nerviosa, si se logra hacerla reír, el enfado desaparece inmediatamente”.

Siguiendo estas ideas, si desarrollamos nuestro sentido del humor seremos ciudadanos más críticos ante los debates hiperpolarizados llenos de emociones que nos ofrecen la política y los medios de comunicación; si nos burlamos de los grandes absurdos de la vida podremos entonces desmitificar nuestros miedos; y si nos reímos de lo establecido podremos descifrar sus carencias, las formas de dominio y saber quiénes son responsables de ello. Quizás por esto los poderosos le temen tanto al humor, quizá por eso hace 18 años asesinaron a Jaime Garzón.

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