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Por: Brianda Jiménez Bolívar. 

Antes de redactar artículos científicos Iván León componía canciones. Quería ser cantante de rock y hip hop italiano. Las circunstancias de la vida lo hicieron cambiar de género musical. Pasó del rock británico de Mercury a unos de más alta densidad. Los metales pesados se volvieron su experticia, y la rebeldía su bandera. Iván León ha realizado más de 20 investigaciones en Mallorquín, pero en el registro de Colciencias solo tiene publicadas siete. Para él la comunidad es la que le da legitimidad a sus hallazgos científicos.   

Con un abuelo sastre y una mamá modista, el profe Iván León, como cariñosamente le llaman sus alumnos, pasó sus días escolares yendo con el mismo pantalón. Lo usaba con un zapato verde y otro rojo. Estudió en 5 colegios y en varios seminarios. Su abuela quería que fuera cura. Su mamá médico. No duró más de un año en cada institución porque le exigían el uniforme. Iván León se rehusaba a usarlo. Decía que usarlo le adoctrinaba el pensamiento. Cuando era niño le dio polio. El virus se propagó por su cuerpo y  le dejó una secuela en su pierna izquierda. Desde entonces utiliza un bastón como apoyo. 

Foto: Iván León

Su encuentro con la ciencia no fue romántico; fue circunstancial. Tuvo la oportunidad de estudiar una maestría en Ciencias Marinas en Venezuela con mención en Oceanografía Química. Cuatro años después viajó a España y realiza su PhD en Oceanografía y Geología de Costas. El sueño de su madre se cumplió, pero con otras especies de pacientes. Iván diagnostica la salud de los ecosistemas acuáticos.Trabajó con el estuario del río Manzanares y en la bahía de Mochima en el oriente venezolano. También en la Ría de Pontevedra en Galicia, España, en donde la ciudadanía y las políticas públicas protegen los entornos naturales.

Un día alguien le dijo “Escribe sobre tu aldea y serás universal”. Esa frase se quedó retumbando en su cabeza. Y así, con eso en mente, Iván León decidió volver a su terruño para estudiar a Mallorquín. —Mis colegas me decían «¿tú por qué no estudias el océano si estudiaste oceanografía?» porque desde el punto de vista de esta ciencia, Mallorquín es una charquita, pero para mí, esto se trata de estudiar sobre mi aldea. Yo quiero que mi entorno me produzca un bienestar y lucho por eso—.

Iván León. Foto: Andrea Jiménez

 

Volver a la aldea

La primera vez que Iván León va Mallorquín encuentra un ecosistema hermoso. En 1998, la ciénega, tenía el mejor manglar del departamento del Atlántico, con unas características fisicoquímicas buenas, niveles de oxígeno estables, de pH, de nutrientes, y además, con abundantes peces, bivalvos y crustáceos. Los estudiantes hacían sus trabajos de grado de organismos que en la actualidad no existen en la ciénaga. Los aportes científicos sobre el arroyo León son sobre aguas de lluvia relativamente limpias, y los del río Magdalena hablan sobre las condiciones ideales en él para el desarrollo de la vida acuática. Organismos marinos van a comer allí y luego se van. Algunos hacen sus crías como los camarones. Otros son únicos de Mallorquín. La vida está viva en la aldea. Estrellas de mar, lebranches, mojarras rayadas…Iván vió todo eso en la ciénega.

Sin embargo, con el tiempo, las altas concentraciones de contaminantes, de materia orgánica y niveles de oxígeno bastante bajos, fueron borrando toda esa vida marina. Desaparecieron. Hay organismos que aún pueden resistir en el ambiente hostil de Mallorquín como los crustáceos y lisas. Pero, a veces ni las lisas llenan las atarrayas. —La ciénaga se ha convertido en una cloaca—.

Presencia de residuos contaminantes a las orillas de Mallorquín; llantas, botellas, agua espumosa y enseres viejos.

El sedimento de Mallorquín tiene un olor nauseabundo. Sus granos son finos y enriquecidos con materia orgánica. En algunas zonas de la ciénaga se ven heces humanas. En otras los poliquetos, gusanos de agua, no existen. —Eso es lo más impactante, porque en el agua las cosas cambian una vez las condiciones cambian, pero en el sedimento las cosas permanecen—. Su sedimento fangoso tiene mayor cohesión a la materia orgánica.

Uno de los estudiantes que recoge muestras junto a él se queda enterrado en el sedimento. Tuvieron que lanzarle una cuerda y con una lancha sacarlo de ahí. —Eso no es normal. Es un material tan fino lleno de materia orgánica que tú lo pisas y te hundes en algunos sectores. Después de eso no volví a querer que los estudiantes entraran allí. Por lo menos, el alumno mide 1.90 cm y la ciénaga no pasa del 1.50 cm de profundidad—.

Las altas tasas de carbono frente al nitrógeno son signos de la mala salud ambiental. Mallorquín está enferma. Su contaminación orgánica en algunos sectores están en 15-20, cuando la tasa normal es de 8-10. Los camarones, bivalvos y peces de la ciénaga tienen en su organismo metales pesados. Iván ha encontrado cobre y zinc por encima de los niveles normales. —No deberían permitir la pesca de organismos en Mallorquín. Para la salud humana es grave. Estos metales se bioacumulan y biomagnifican en los organismos produciendo enfermedades renales y del sistema nervioso—.

El 12 de septiembre del 2014 la cámara de Iván León captó una imagen agonizante. Estaban haciendo monitoreo cuando un pez entre saltos se ahogaba. Tenía la boca abierta como tratando de respirar, si pudiera, su último bocado de aire. El oxígeno del agua llegó a cero un día después de la mortandad de peces. —Eso no era agua natural, era agua residual—.

Iván León muestreando en Mallorquín. Foto: Waldir Ruiz.

Los días de muestreo de Iván comienzan a las 7:00 am y terminan a las 10:00 am, contando con la suerte de que la ciénaga no pierda profundidad y la lancha se encalle. Lo acompañan dos pescadores, el señor Dario y otro de sus compañeros. Toman entre 15 a 20 ejemplares de distintas tamaños si es que los encuentran.

—Hay cosas que físicamente no puedo hacer como tirarme de la lancha para coger las muestras. Yo les explico a los pescadores el orden. Para las muestras de agua primero se mide la temperatura, después el pH y después el oxígeno disuelto, luego los organismos y lo último es el sedimento. Ellos recogen muestras y yo manejo los termómetros y electrodos—.

Ciénaga de Mallorquín.

Iván León ha construído una relación estrecha con los pescadores de Asoplaya, la primera asociación de pescadores de La Playa. Antes muestreaba y se iba. Después empezó a reunirse con ellos para compartirles los resultados de sus investigaciones. A raíz de eso los habitantes de La Playa con los que ha trabajado Iván León tienen una conexión bastante fuerte con la ciénaga y la defienden.

—Eso ha permitido que ellos adquieran el conocimiento científico, porque ellos tienen el conocimiento empírico de la ciénaga que es muy valioso. El proporcionarle eso a la comunidad ha logrado que tengan un mayor compromiso con Mallorquín—.

El aprendizaje es recíproco. Iván se ha dado cuenta que saben lo mismo, pero de manera distinta. —Al cambio de texturas le dicen arena y fango, a la acumulación de materia orgánica, le llaman podrido—.

Iván, una vez toma las muestras las guarda en la nevera de su casa. Muestras de sedimento, agua y organismos de Mallorquín son sellados y colocados en compartimentos aparte de la comida. Algunos los envuelve en papel aluminio. El agua la deposita en botellas plásticas especiales para los nutrientes como los nitratos, nitritos, amonio y fosfatos. En bolsas plásticas si es para metales pesados, los mete en el congelador, y en botellas plásticas si es para la salinidad.

Algunos de sus análisis los hace en la Universidad del Atlántico en donde es profesor hace 25 años. Muchos otros los hace en España por la falta de equipos como un analizador elemental que mida elementos del sedimento, espectrofotómetros de absorción atómica o microscopios electrónicos de barrido.

Un día haciendo un muestreo en el 2015, Iván se encontró con el entonces gobernador José Antonio Segebre que estaba en la ciénega por una mortandad de peces que registraron los medios de comunicación. Los pescadores le avisaron que Iván León estaba muestreando en una lancha. Segebre lo esperó en el parqueadero El Tambo hasta que el reloj apuntó las 12. Conversaron sobre el estado de la ciénaga y se citaron días después en la Gobernación. —Ese encuentro fue fructífero. El Ministerio contrató a la Universidad para hacer un plan para recuperar a Mallorquín. Se hicieron las reuniones pertinentes, pero al final no designaron los recursos. Yo sospecho que estoy como medio vetado—.

—Mi trabajo no consiste en denunciar por perjudicar a algún funcionario público. Mi denuncia va encaminada a describir los problemas que hay y a presentar alternativas de solución. Digo que las autoridades lo confunden porque a mí me han amenazado vía telefónica, desde el año 1998 que empecé a trabajar con Mallorquín—. Las amenazas constantes y los intentos de robo de su computador no fueron suficientes para que Iván León desistiera de la ciénaga. Dice haber cerrado su capítulo con Mallorquín para sentarse a escribir sobre ella. Tiene en cola algunos libros, y ahora ha construído una visión distinta de la problemática.

—Si yo tengo que apoyar o criticar algo justo y eso me perjudica, a mí no me importa, yo lo hago porque después no puedo dormir—.

—Los problemas ambientales no son estrictamente ecológicos. Mientras no haya voluntad
política ni recursos, estamos diagnosticando sin que haya solución—.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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