En la noche del viernes, el clima nos dió un espectáculo para la posteridad
Esta cuarentena eterna ha dejado mucho de que hablar, más cosas malas que buenas, pero ayer 21 de agosto de 2020 vimos un cielo que no se ha visto ni en la última película de Marvel. Anoche Barranquilla vió un fenómeno que inspiró, quizás, a los más épicos mitos de la ya extinta cultura Karib; para desgracia de ellos, estaban pensando tanto en como sobrevivir a un fenómeno de estos, que nunca concibieron la idea de escribir.
Muchas veces nos quejamos de la consecuencia que nos trae un viento huracanado, las líneas de alta tensión se revientan, Electricaribe hace lo suyo.
Estos cinco meses han sido muy agridulce, dependiendo a quien se le pregunte, algunos han perdido mucho e inclusive todo; otros se han visto ensimismados por estar lejos de la familia. Pero algo si tengo seguro es que ayer todos sabíamos que estábamos haciendo cuando cayó aquel relámpago que duró más de cinco segundos.
El cielo se iluminó con un color frío pero con tal resplandor que parecía una escena sacada de La Guerra de las Galaxias (Star Wars). Algunos pensaron en Zeus, rey de dioses en el Monte Olimpo, y otros pensaron en Thor el hijo de Odín, padre de todo.
El dios ‘criollo’ del trueno
Sin embargo, hay otro candidato que no fue ni antagonista en la historia de un guerrero caído en desgracia, ni fue un personaje que estuvo en una saga de películas cuya gracia se le escabulle al director con la película más larga vista por toda una generación después de Ghandi. Hablo de la deidad yorubá, llamados también orishas, conocida como Changó.
Antes de que se me acuse de herejía y/o brujería, quisiera aclarar que mis referencias a esta deidad del occidente africano tienen que ver con la música del Caribe. El mismo mar capaz de soportar los truenos que dejan sin luz a un grupo de gente que para no tenerle miedo a los relámpagos que partían el cielo en dos, se inventaron música igual de potente y sonora, como la voz Changó.
La cura más grave que la enfermedad
En esta parte del mundo se respeta la naturaleza, su carácter obstinado no da su brazo a torcer. Por eso doy fe de que su gente es aún más obstinada, ejemplo vivo una mujer de unos 77 años; que a pesar de no haber desatado ni una batalla, tiene la voluntad e inquietud de un general de cuatro soles. Ella es una de las tantas personas que disfruta el golpe de la tumbadora, el cancaneo de la campana , entre otros instrumentos que cuando se organizan como un reloj suizo dan melodías capaces de ahuyentar una tormenta.
Lastimosamente bajo otro contexto, solamente oír esta música con harmonía estruendosa es suficiente para pagar unos pesares demás, estas tormentas suenan peores y nosotros no le cobramos a nadie pues contra la naturaleza no se puede corregir, o en su defecto multar. Irónicamente horas más tarde se ve un amanecer totalmente opuesto a la noche que lo registró este usuario de Instagram.