[wpdts-date-time]  

Por: Luis Felipe Dávila Arcon

Foto tomada de: iStock (playas de San Andrés)

Te despiertas. El sonido constante de las notificaciones te obliga a atender el celular. Es WhatsApp. Con sueño revisas los últimos mensajes y descubres una oleada que viene del chat de tu amiga. Abres la conversación y el letargo desaparece con un mensaje que te regresa a la lucidez:

me voy con mi papá para San Andrés
le pregunté que si podía llevarte y me dijo que sí
quieres venir? salimos el viernes.

No contestas enseguida y tampoco te tomas el trabajo de continuar leyendo. Dejas caer el celular en la cama. Te estiras, te arrunchas en la sabana, haces algo de pereza. Luego te fijas en un diminuto punto negro en el techo que parece moverse. Parece sumergirse en el ecosistema del cielo raso blanco iluminado con luces led. Tu habitación huele a ese extraño aroma que emana del ambientador. El punto parece trasladarse, impasible, hacia una pequeña abertura en el techo. Un halo de luz sigiloso y oscilante se asoma a través de la ventana y golpea tu rostro. Recuerdas que no tienes traje de baño. Recuerdas que no tienes traje de baño, pero tomas el celular y respondes que sí. El punto ya no está.

El resto de la conversación son nimiedades. Que iremos a tal hotel y vamos a pasar por aquel lugar. Que mi papá hará unas vueltas en la isla y después se quedará con nosotras. Va mi mamá y unos amigos, así que todo bien. Nos vamos en un avión privado.

Hablas con tus padres, quienes conocen, por supuesto, al papá de tu amiga, un alto funcionario del gobierno que les produce la suficiente confianza para prever que estarás segura con él. Dicen que sí. No hay problema. Claro que no hay problema, pero deben hablar con los padres de ella para conocer los detalles y todas esas cosas.

El miércoles compras el vestido de baño, y tu jueves se va entre publicaciones en Tik Tok y un par de películas en Netflix. En la noche organizas la maleta. El conductor del papá de tu amiga irá a recogerte el viernes temprano en la mañana.

Estás emocionada, no por el viaje a la isla en sí misma (que ya has visitado en más de un par de ocasiones), sino por la posibilidad de salir del encierro. Nada mejor que hacerlo hacia un lugar como San Andrés. Te excita la idea de recorrer un lugar del trópico, sentir la brisa marina acariciando tu piel lechosa, el cosquilleo del sol insular en tu cuerpo adolescente, presenciar un atardecer humedecido por las aguas del Caribe y caminar por la arena a la orilla del mar. Pero antes de acostarte, tu amiga te escribe algo, un tanto previsible. Que vamos a estar andando por la isla, pero hay que tener cuidado con las publicaciones en redes, tú sabes como es la cosa con mi papá.

Es el día. Te conducen al aeropuerto y te instalan en el pabellón donde se encuentran tu amiga y su familia, junto con algunas personas que también irán a ese viaje. Luego de un saludo efusivo, tu amiga te comenta que aún esperan a unos amigos de la familia. Son el contralor general y su esposa. Ni idea, no los conoces. Para ti es insospechada la amistad tan grande entre el padre de tu amiga y el contralor, que la esposa de uno trabaja en la dependencia del otro.

***

Todos están listos. Suben al avión de la entidad donde trabaja el papá de tu amiga. Se respira en el interior cierto aire de jovialidad y camaradería. Todo está bien. Todo va bien.

Llegan a San Andrés y se instalan en un lujoso hotel boutique. Está completamente disponible para ustedes, ya que todo en la isla se encuentra cerrado como medida de contingencia por el Covid-19. Las acogedoras habitaciones revelan una hermosa vista al mar. Algunos islotes pueden distinguirse a la distancia.

El viernes transcurrió feliz. La piscina y la comida caribeña estuvieron a la orden del día. La música, la buena vibra y los comentarios jocosos entre los integrantes del viaje te invitaban a sentirte cómoda (y hasta participabas de uno que otro chiste).

Ese día no salieron del hotel, lo harían el siguiente.

El sábado en la tarde, ya después que el papá de tu amiga y el contralor tuvieran una reunión en la mañana, salen a caminar. Sales con tu amiga, de la que no te has separado durante el viaje (hasta duermen en la misma habitación), junto con su papá, su mamá y algunos funcionarios de seguridad al servicio de la familia de tu amiga.

Desconoces que algunos curiosos se asoman, a través de sus ventanas, para reconocer quienes son los personajes intrépidos que han salido a violar la cuarentena. Las calles están vacías y la caminata se torna plácida mientras recorren algunos lugares en la zona. Ignoras que alguien les ha tomado una foto. Lo único que importa es aquel instante del Caribe que transcurre entre palmeras y la brisa insular, aunque aún no hayas podido ir a la playa.

***

Ya el domingo en la noche estás en tu casa. Ha sido un maravilloso fin de semana. El lunes siguiente, último día del puente festivo, la pasas en tu habitación. Compartes algunas fotos del viaje con tu amiga y hablan un poco de la experiencia en San Andrés. Empiezas a vivir el regreso a la realidad del encierro de la cuarentena.

Pero a los pocos días surge algo inesperado, una polémica de la que te enteras, y tiene gran eco en los medios y las redes sociales. “¿De paseo o por trabajo?”, señalan algunos titulares en las noticias sobre tu reciente viaje a San Andrés. Las redes se inundan de toda clase de comentarios: de censura, reproche, ironía; alguno que otro meme, y hasta un hashtag que se vuelve viral. Estás desconcertada. Indignada. Los mensajes entre tú y tu amiga se vuelven interminables. Ella te muestra una foto que alguien les tomó y se ha difundido. Se ven ustedes, de espalda, con otros acompañantes del viaje caminando por la calle. Ella te recuerda lo que te dijo sobre publicar las fotos del viaje. Eliminan, bloquean, y se cuidan de que sus nombres circulen anónimamente entre los comentarios. Pero las referencias a ti son noticia. Si el padre de tu amiga fue a San Andrés en el marco de sus labores, no tenía porqué haber llevado consigo a su familia, y mucho menos a la amiga de su hija. Todo esto, en una clara violación a las medidas de cuarentena y con la presunción del uso indebido de los recursos del Estado.

Te cansas de tantos comentarios y decides ignorar todo lo que se dice. Sabes que la cosa no pasará a mayores porque te refugias en el padre de tu amiga, que, con el segundo cargo más importante del país, ha aceptado recibir las piedras de la polémica con gran valentía y sentido paternal. Tú y tu amiga regresan a sus vidas habituales confiadas, anónimas, esperando a que todo pase. Y todo pasa, y se olvida, pero para ti queda la bonita experiencia del viaje a San Andrés como la osada aventura de un viaje en tiempos del COVID-19.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

elpunto@uninorte.edu.co