Por: Silvia Gómez
Vista al mar, un par de sillas y observo al señor Carlos Peña agarrar una escoba y colocarla boca arriba enterrada en la arena. “Si amanece nublado coloco la escoba boca arriba para que no llueva. La lluvia no deja trabajar”, dice Carlos. Esa mañana el cielo dió un giro. Un sereno estaba por caer, don Carlos Peña me asegura que el truco de la escoba funciona, ya que espanta los malos tiempos, así fue, poco a poco el cielo se estaba despejando; las supersticiones de Carlos Peña funcionaron.
Don Carlos aprieta los labios y se queda pensando en los meses de cuarentena. Mientras las personas las están en sus casas, él viven en y de la playa, en el que cada día disfruta estar frente al mar. Pero sin turistas no hay trabajo, afirma que la situación no es la misma, “es un privilegio que nunca falte un turista, pero para nosotros el remedio se ha vuelto un problema”, dice Peña.
Cuando reabrieron el turismo en Sucre, no se imaginó lo que le causaría a sus playas. Ahora los turistas no llegan a pasasrse el día completo en playa., llegan por unas horas y se van; dejan las basuras de todo lo que consumieron, Don Carlos es quien debe limpiarlo, su lugar de trabajo debe estar impecable a la vista de quienes van llegando, pero los turistas no tienen conciencia de sus actos y se vuelve agotador. “Muchas veces las brisas son fuertes, las basuras pueden volar a cualquier lado, incluso al mar, nadie quiere estar en una playa sucia”.
Su trabajo es una rutina que empieza a las 6 de la mañana hasta el anochecer. Levantarse a hacer el desayuno junto su esposa la Sra. Chayo. Preparar las sillas, mesas, y sobre todo la cocina de “La cabañita”, el negocio familiar. “aquí en Coveñas llega mucha gente, de todas partes, en la cuarentena pensé no recibir a nadie, sin embargo, siempre llega gente”. Don
Carlos da gracias a Dios porque tiene que comer y sostener a su familia, el mar siempre le ha proporcionado todo.
Cumplió a mi petición, darme un recorrido por la playa donde él y su familia trabajan y ganan el sustento diario. Sentí vergüenza, era media mañana y uno que otro turista empezaba a llegar; yo entendía que Don Carlos debía trabajar, pero no tuvo problema en acompañarme para hacer un recorrido corto. El sol se puso intenso, ahora sí, se siente estar en la playa. Al
extender la vista al mar es notable el cambio de colores, ahora está más azulado, el agua del mar se ve limpia, provoca cierto placer visual y ganas de entrar a bañarse.
Conservación de “La ciénaga de la caimanera”
A unos minutos de “La cabañita” está ubicado el muelle para ir a la ciénaga de la caimanera, famosa por la conexión triangular de mar, rio y ciénaga. A comparación con el mar, el agua es oscura. En el muelle rodeado de canoas está sentado Miguel, un joven de 24 años, quien trabaja en el servicio de las canoas como guía turístico, es notable que este trabajo le ha
aportado un buen aspecto físico, es necesario para su buen desempeño al remar. En una esquina se puede notar unos sombreros tejidos gigantes, bastante exagerados, los sombreros fueron una idea para alquilar a los turistas durante su recorrido en canoas y cuidarse del sol. Él cuenta que para llegar a la ciénaga se pasa por un rio rodeado de manglares, no hay oleaje, solo el paso de la corriente.
Se siente como si tuviéramos enfrente al rio amazonas, es increíble el atractivo que tiene el lugar lleno de manglares. Miguel explica la importancia de la conservación de la ciénaga y su relevancia para el turismo en Coveñas. Por esto, el recorrido se hace en canoas no en lanchas, ya que, la gasolina y los motores pueden dañar este ecosistema. En el recorrido se pasa por
“el túnel del amor” un espacio bastante angosto, a su paso se observa a los cangrejos subir por los mangares que rodean al rio; luego, “la casa flotante” que está ubicada en la mitad de la ciénaga y finalmente “el acuario” que tiene variedad de animales marinos que están ahí para su conservación y devolverlos al mar.
“Con todo nuestro equipo mantenemos todas estas áreas limpias, es difícil, por esto tratamos de advertir a los turistas que no arrojen basuras sobre todo cuando vienen en familia, ya que hay que estar al pendiente de los niños cuando los traen a conocer y explorar este tipo de naturaleza. Hay veces que es reconocible que los turistas dejan sus basuras, pero bueno, hace
parte de nuestro trabajo mantener esta área aseada”, dice Miguel. De regreso a “La cabañita” es notable el ajetreo que la Sra. Chayo tiene en la cocina, debe tener todo listo para tomar las órdenes a la hora de almuerzo. Ella y Don Carlos son la mano
derecha el uno del otro para brindar sus servicios. A las 11 de la mañana se empieza a notar la llegada seguida de los turistas, en el que es una satisfacción para Don Carlos, pero de mucho cuidado, la atención es lo más importante, pero al final del día es donde se ve reflejado el comportamiento de los turistas.
Mary cruz Jorge, una turista de la ciudad de Bogotá afirma ser visitante anual de las playas de Coveñas, para ella las playas de “La cabañita” le han demostrado ser un punto caracterizado por cumplir con todas las atracciones del sitio, “Siempre vengo con mis amigas y ahora con mis hijos pequeños, para mi es una gran responsabilidad saberme comportar y dejar el área
que me prestan limpia, la falta de conciencia del turista se está presenciando en todos lados”. Al igual que Don Carlos y la Sra. Chayo, hay otras personas que viven de su servicio al turista y aunque son muchos los casos vistos de irrespeto, se ha dejado pasar el tema. David lleva 15 años en el negocio de las lanchas, con las cejas fruncidas por el sol describe los
inoportunos casos de irrespeto al mar, afirma ser un directo afectado, ya que le han pasado casos en que su motor se daña por enredarse con bolsas plásticas, al igual que observa a las personas bañarse en las playas y dejar la basura dentro del agua.
La cara de Coveñas son sus mares, su gente y los turistas, que a pesar de las circunstancias no han dejado de apoyar dar una mano a los emprendimientos y actividades atractivas de la región para todos sus visitantes.