Por Krystell Cabrera
Cinco, seis, siete, y…
Así, justo de esa manera, comenzaban a marcar la coreografía aquellos que en una ocasión Albert Einstein llamó “Atletas de Dios”, los bailarines…
La danza para muchos es arte, expresión, pasión y libertad. Fue la respuesta que María me dio cuando le pedí que me definiera la danza bajo su pensamiento. Sin lugar a duda una respuesta corta pero profunda y muy diciente. Y fue exactamente eso lo que generó en mí el pasado 5 de noviembre mientras la observaba dar con tanto esmero su clase a través de la plataforma de video llamadas, Zoom. Con su cabello recogido, cuerpo esbelto, postura erguida, sutiles y fuertes movimientos recorría la sala de su casa de un lado a otro mientras del otro lado de la pantalla se encontraban 15 personas más en lugares distintos, escuchando sus indicaciones y siguiendo sus pasos al compás del Joe Arroyo y su himno salsero “En Barranquilla me quedo”.
En lo que observaba toda la configuración de movimientos, veía a los otros chicos y chicas desde la pantalla de la computadora de María, pensaba en la gran diferencia que debían sentir estas personas con respecto a vivir la experiencia todos juntos de manera presencial en su salón y academia de baile, a ejecutar las mismas acciones, pero solos, algunos desde sus habitaciones, otros desde la sala y patios de sus casas. Sin duda alguna la llegada de la emergencia sanitaria provocada por la llegada del Covid-19 había cambiado la vida de estos bailarines.
-Es complicado: “Llevamos casi 8 meses en esta situación y todavía no me acostumbro. He pensado en dejarlo, hasta que podamos volver a la normalidad. Tengo compañeros que se han ido ya, por no sentirse bien así, otros por no poder con los gastos. Estoy aquí por amor al arte como dicen por ahí”. Esas fueron las palabras de Giselle unas de las estudiantes presentes en la clase.
Evidentemente el arte también fue uno de los sectores golpeados con la llegada de la pandemia. El cierre de las academias por los decretos gubernamentales que surgieron con el objetivo de mitigar la propagación del virus repercutió en distintos aspectos, principalmente económicos y actitudinales.
Ese día junto a María estaba otro chico, Nelson, profesor y coreógrafo; recuerdo que estaba muy preocupado porque los bailarines en formación tuvieran una buena percepción de lo que se les estaba tramitando. Me miró y se rascó la barba que acompañaba la piel morena de su rostro mientras me decía “esto es un complique por donde los mires, y no es nada que después tenemos 3 clases más, y para dos profesores es una locura”.
En la danza cada movimiento, cada paso y cada tiempo requiere de atenta y detallada supervisión, requiere de energía y lo mas importante presencialidad, algo que no se puede tener con normalidad en estos tiempos por mas que se desee. de pasar a un salón con una iluminación apta y un espejo enorme donde todos podían verse pasaron a poner tu teléfono u otro dispositivo frente a ellos y tratar de tener la actitud para recibir la clase; es lógico no es para nada igual. Pero… ¿Cómo se sentían quien dictaban las clases?
-“Para mi es un reto absoluto, para ser sincera, detesto esta modalidad virtual…En ocasiones me provoca tirar la toalla. Y lo mas difícil de todo es demostrarle la mejor actitud a los muchachos para que se sientan bien. Imagínate… ellos que entran casi obligados a las clases virtuales, ahora yo mostrándoles una actitud apagada, se termina de joder esto”
María y Nelson, son los dos únicos profesores con lo que la escuela Dance Workshop de la ciudad de Barranquilla se quedó al no poder seguir sosteniendo al resto del personal meses después del inicio de la cuarentena obligatoria. Ambos se reúnen tres veces a la semana desde muy temprano (6:30AM) en la casa de María por contar con más espacio, ruedan todos los muebles que se encuentran en la sala, barren y trapean el suelo, iluminan el espacio con dos aros de luz que compraron de su propio bolsillo, y en una mesa cuadran un computador portátil con el que imparten las clases, abren ventanas para que, entre brisa, y cuadran un pequeño reproductor de sonido para poner la música que estarán usando durante cada sesión. Ese es el proceso que realizan todos los días que se reúnen para dictar las clases, a menos de que la empresa de electricidad Air-e les juegue una mala pasada interrumpiendo el servicio de energía.
Mientras ellos me relataban todo el proceso no podía dejar de pensar en todo lo que los alumnos también deben pasar para poder conectarse y recibir las clases, mi expresión en ese momento fue tan notoria, que Nelson expresó “esa es la cara misma de tragedia que yo pongo todos los días que vengo acá, el estrés es bien pesao’”.
María interrumpe:
-Que profe no me puedo conectar, profe se me fue la luz, se me cayó el internet, profe que no escucho, que se congelo la imagen…
María contaba en ese momento que siempre surge algo en todas las clases, decía que se sentía atada y muy limitada. Y yo misma lo pude comprobar el día que estuve con ambos mientras dictaban sus clases de baile. La paciencia que tienen es admirable, se nota que aman lo que hacen, eso fue lo que les dije luego de que terminaran las tres primeras clases del día, las cuales tuvieron una duración de dos horas.
Al caer el medio día, ambos se hidratan bastante y proceden a almorzar para continuar con la jornada a las 2:30 p.m.. Durante ese tiempo, asistí a una entrevista virtual con Xenia Fernández, directora academia de baile Destellos y Comparsa de fantasía Rumbón normalista, en ese espacio logramos tocar diversos temas que involucran a distintas academias o escuelas y a la danza como expresión artística y cultural de la ciudad de Barranquilla. Ella se encontraba en el comedor de su casa, con un cuadro con un paisaje de mar que le adornaba el lugar, mientras yo estaba en un sofá con mi celular apoyado a un adorno que se encontraba en una mesa pequeña frente a mí, confieso que hice maravillas para lograr un encuadre decente.
A medida que fue transcurriendo la conversación tocamos temas fundamentales como por ejemplo el poco apoyo que estaban teniendo por parte de las entidades gubernamentales. “Muchas escuelas se vieron obligadas a cerrar, a medida que fueron pasando los meses y los estudiantes que indudablemente son quienes nos ayudan a mantenernos empezaron a desertar del proceso, por diferentes motivos. El más común es que no pueden seguir cancelando los costos que acarrea el proceso o simplemente nos les gusta la modalidad, cosa que es totalmente entendible. Varios directores hemos mandado cartas firmadas, solicitando apoyo y aún no obtenemos respuesta por parte de ninguna institución.” Fueron las palabras de Fernández.
No obstante, en un punto de la conversación abordamos el tema de una nueva iniciativa que estaba surgiendo a nivel nacional por parte del ministerio de cultura, la cual recibía el nombre de “Bailatón”, un proyecto encaminado a recaudar fondo para ayudar a todas las escuelas que hagan que se inscriban para ser participes del proceso a través de muestras artísticas. Indudablemente era una gran oportunidad para ayudarse y preparar un buen show en respuesta a la falta de presentaciones que han afectado a sus escuelas, a su vez Xenia comentaba que el hecho de tener que prepararse para algo y organizar coreografías para ser llevadas a un escenario motivaría a los alumnos.
Luego de terminar mi encuentro virtual con Fernández, María y Nelson se alistaban para retomar la jornada de clases, faltaban 10 minutos para iniciar y la energía hizo de las suyas.
-¡Lo que faltaba! Dijo Nelson
¿Y ahora? Les pregunté
-Toca con el celular… añadió María
María cuadró en un trípode su teléfono en el lugar donde antes reposaba el computador y Nelson con su teléfono buscaba la canción que usarían para esa sesión. Llego el momento de la clase y luego de esperar casi 30 minutos se conecto el primer estudiante, 5 minutos después había solo 5 estudiantes conectados, donde normalmente en esa clase son 20. Nelson quien era el encargado de esta clase decidió impartir la clase con esa cantidad de bailarines asistentes, y todo transcurrió con total normalidad. Al finalizar esa sesión ambos decidieron cancelar las otras clases en vista de que la luz no llegaba y para ellos era muy difícil trabajar con los celulares ya que no podían ver si los alumnos estaban ejecutando o no los movimientos.
María comentó:
“Es mejor así, porque las cosas se hacen bien o no se hacen, y para qué dar una clase mal hecha, si realmente no sabemos si ellos lo están haciendo bien o no”.
La cara de frustración de Nelson acompañó aquel comentario de María, a lo que el añadió “Mañana nos irá mejor”. En ese momento decidieron organizar la sala de la casa que habían desarmado desde muy temprano para impartir las clases. Rodaron mesa, sillas, muebles, alfombra y adornos. Y se sentaron cuadrar las clases del próximo día. Mientras los veía organizar las clases de su próximo encuentro volvió a mi mente la celebre frase de Albert Einstein y una vez mas le volví a dar la razón.
“Los bailarines son los atletas de Dios, porque podrán tener la condición de un deportista de alto rendimiento, pero su actividad no se limita al cuerpo, sino que va al alma y un poco más. Su actividad es arte”.
– Albert Einstein