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Por: Linda Donado

Su feminismo nace en el campo. Mientras que con una mano sostiene el megáfono, alza al cielo su otra mano empuñada, con el fin de motivar a las demás mujeres campesinas a apropiarse de lo que tanto han cuidado y respetado: la tierra. Catalina Pérez lucha por una tierra libre como el sol, como la luna, como las estrellas. *

Su historia en el liderazgo feminista campesino empieza al rededor de la década de los años 70. El presidente Carlos Lleras Restrepo había aprobado la Ley de la reforma agraria, que le permitía a los campesinos también ser dueños de la tierra que trabajaban. Esto motiva a los cultivadores a apropiarse de la tierra que también les pertenecía. Catalina, a la edad de 23 años, llega hasta la finca La Antioqueña, localizada en Córdoba, con otras veintinueve mujeres. Ellas eran unas de las 200 personas que se presentaron en el lugar con machetes, azadones, banderas blancas y consignas*. Las mujeres preparaban el sancocho, y los hombres cortaban el monte. Trabajaron en conjunto reforzando la huella campesina que la hacienda ya tenía… Hasta que llegó la policía. 

Todos hicieron una muralla entrelazando sus brazos y le dieron frente a la autoridad.  Finalmente, el terrateniente Chepe Posada (dueño legal de la tierra de la que se apropiaron) negoció con el instituto de la Reforma Agraria (Incora) y terminó por cederles 800 hectáreas. Sin embargo, cuando el estado empezaba a entregar las tierras a los campesinos, los títulos llegaban a nombre de los hombres. Ahí fue cuando Catalina y las otras mujeres campesinas empezaron a incomodarse, puesto que ellas también habían luchado por esa tierra. Y así nace la Asociación Femenina por la emancipación (AFEM), con el fin de que las tierras también llegaran a sus nombres. Entonces, su recorrido en el activismo campesino comienza. 

Catalina Pérez nació rodeada por la violencia. El año 1948 es una fecha histórica en el país: matan a Gaitán. Y el caos, que empieza en Bogotá, no demora en llegar a otras regiones de la nación. Eufemia Pérez Vargas, mamá de Catalina, protegía a su hija de esta violencia bipartidista que alcanza a presentarse en Montería. Al lugar llegaron hombres con bayonetas y empezaron a atacar a la comunidad. Según lo que le relataba Eufemia a Catalina, estos hombres tomaban a los niños y niñas y los llevaban a otros lugares para asesinarlos. Así que ella, con Catalina en brazos, huía por los montes y con un trapo le tapaba la boca con el fin de acallar sus sollozos y evitar ser descubiertas. 

De acuerdo con el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, en estos lugares la disputa entre liberales y conservadores generó abandono forzado de tierras y desplazamiento. Y dejó abandonado el terreno para la acumulación de más tierras a manos de los terratenientes, incluidas las tierras que habían reclamado los campesinos desde 1920.

La pasión por el campo se lo debe a su padrastro, Francisco Mora; a su hermana, Ana Lucía, y a la Asociación Nacional de Campesinos (ANUC). Pero antes de dedicarse a luchar por la tierra, Catalina recuerda a sus 73 años de edad su amor por el estudio. Para poder terminar su primaria tenía que trabajar de empleada de servicio doméstico de día y asistir al colegio de noche. Finalmente, culmina su primaria, pero no su bachillerato. Desde entonces, se dedica a la tierra. Y fue hasta hace poco, en el 2018, que logra graduarse como bachiller. 

Ana Lucía, su hermana, fue la primera en su familia en unirse a los procesos de organizaciones campesinas. Catalina, siendo joven, asistía a las reuniones y es aquí en donde muchos de sus ideales y conceptos empiezan a edificarse. Y escucha, por primera vez, la palabra terrateniente.

— Pero, ¿qué es un terrateniente? — con intriga, Catalina le preguntaba a su hermana Ana. Y ella, en palabras simples, le respondió: 

— Es un hombre teniente de la tierra. — dice Ana, sabiendo que su hermana iba a vivir el significado de estas palabras en carne propia. 

Desde ahí, desde su juventud se ha dedicado al liderazgo campesino y ha incorporado el feminismo dentro la lucha de tierras. Llegó a ser parte de la junta nacional de la ANUC. Sin embargo, esta organización no incluía la participación administrativa y política de mujeres. Entonces, en febrero de 1977 la asignaron para instalar el cuarto congreso campesino a nombre de la mujer campesina. 

El auge de la ANUC no dura mucho. De acuerdo con el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, durante la década del setenta comenzó de nuevo la persecución y la estigmatización contra los lidereses campesinos, quienes en su mayoría eran miembros de la ANUC y sindicatos agrarios. En el documento se afirma que esta persecución no sólo venía de la fuerza pública, de los terratenientes y autoridades locales, sino también del Gobierno nacional, en cabeza del presidente Misael Pastrana Borrero. 

La opresión empieza. Y en 1974 comenzaron las primeras matanzas a líderes campesinos. Asesinaron, quemaron y torturaron a líderes como Ismael Vertel en el municipio de Córdoba; a Eduardo Mendoza en la finca Las Catas y a Ignacio de la Rosa Tordecilla. Llevaron a las cárceles a centenares de campesinos, entre esos a Catalina Pérez. En 1979 fue acusada por presunta participación en la operación de toma de armas del Cantón Norte creada por el M-19. Entonces, la encerraron en el calabozo de La Popa en Montería, pero logra salir. Y desde entonces, Catalina estuvo años escondiéndose de las autoridades, hasta que en 1983 la amenazan de muerte en Córdoba, por lo que la organización campesina la envía a Sucre. Allí, continúa con su activismo campesino, hasta que en 1985 recibe su primer allanamiento en su casa y empezó la persecución contra ella. 

Todo termina en su exilio. En 1988 Amnistía Internacional la saca del país y la lleva a su nuevo hogar: Austria. Con dolor de patria Catalina abandona su cultura, su gente, su entorno y la lucha. No obstante, es cuestión de tiempo para que la campesina se adapte y dejara su huella en el otro lado del mundo. 

Al ver que los Austriacos tenían conceptualizada a Colombia como un país de narcotráfico y corrupción, en 1989 crea, junto con latinos también residentes de Austria y con Austriacos que sabían español,  La casa cultural colombiana. Y entonces, presentó la danza, la música, la gastronomía y los conocimientos ancestrales colombianos. Y así se dio a conocer en Austria. 

Crearon también el proyecto Los niños y las comunidades construyen la paz en Colombia. El cual consistía en un recaudo de dinero mensual, que era llevado cada año por un miembro de la asociación a Colombia. Esta persona le entregaba el dinero a un niño o niña para que se matriculara al colegio. Lograron apoyar a 75 niños con este proyecto. 

Luego de 21 años en Austria, regresa a Colombia por razones humanitarias. Sus padres se estaban muriendo de hambre. Se dedicó a atenderlos, hasta que en el 2010 su padre fallece y seis años más tarde, su madre. 

Catalina llega a Montería. Mientras transitaba por las instalaciones de las organizaciones campesinas se encuentra con los restos de la ANUC y con que el movimiento campesino perdió fortaleza en las zonas rurales. Se había perdido el arraigado deseo de la lucha por la tierra. Pero no por completo: llegar a su tierra y ver cuán perdida estaba le instauró la motivación de transformar el país. 

En 2018 participa en Colombia Humana con la recolección de firmas para que Gustavo Petro fuera aceptado como candidato presidencial. Y hoy es candidata al senado por el Pacto Histórico. Expresa que una vez allí pretende hacer un cambio para que Colombia sea un país de la vida y no de la muerte. Y comenta que elige este partido, ya que reconoce a los sectores marginados, “a los que nunca han tenido nada”. 

Para Catalina, el problema radica en la mala distribución de tierras en el país. Y promete que como senadora democratizará la tierra, realizará políticas de desarrollo, salud, vivienda digna y educación; luchará para que se viva de la agricultura y que los campesinos produzcan y obtengan un precio justo por su trabajo. 

También propone que siendo elegida como senadora las personas en las cárceles y en los asilos los pondría a cultivar. Y haría granjas grandes para que ellos mismos produjeran su propia comida y se sintiesen útiles en la sociedad. 

Para Catalina todo nace en el campo. Y promete que desde ahí hará políticas humanas y no de muertes.

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