Por Juliana Díaz
Es curioso pensar que el hombre siempre ha sido visto como quien maneja gran parte del poder. Es algo que se da por inercia, se entiende como un hecho ipso facto; no hay una necesidad de hacer largas caminatas, ni quemar libros, ni brasieres, ni nada. El hombre, desde el momento en que llega al mundo, nace con poder.
Por el contrario, para que la mujer tenga un mínimo de capacidad de ser escuchada, debemos gritar. Para poder ser vistas debemos ser físicamente atractivas y es decepcionante que en esta sociedad este sea un requisito para valorar a la mujer. Por lo tanto, una mujer poco agraciada, por más inteligente que sea, quedará marcada en las penumbras.
Estamos acostumbrados a ver el mundo de manera dividida, y es tan común, que se ha vuelto invisible a nuestros ojos. Marcado desde la biología, la mujer fue creada para procrear y cuidar de los hijos y del hogar. ¡Hasta de su mismo esposo! Mientras que el hombre es el que tiene la capacidad intelectual de ir a trabajar. Por lo tanto, pensar en una mujer ocupando un alto cargo político es algo para morirse de la risa.
Por esta razón, el Gobierno decidió crear la Ley 581 del 2000, conocida también como Ley de Cuotas. Esta ley dicta: “Los hombres, las mujeres y las demás opciones sexuales gozarán de igualdad real de derechos y oportunidades para participar en las actividades políticas, dirigir las organizaciones partidistas, acceder a los debates electorales y obtener representación política”. Así como esta Ley, existen varias otras: por ejemplo, en la Constitución de 1991 en los artículos 13 y 43 se reconoce una igualdad de géneros y una obligación de garantizar la participación de la mujer en la Administración Pública. La Ley 1434 de 2011 se expidió para generar mecanismos para potenciar el trabajo de las mujeres en los ámbitos de representación política y desarrollo del país, en los campos legislativos de control político. El ODM 3 tiene como meta implementar las acciones afirmativas para aumentar las mujeres candidatizadas y aumentar más del 30% la cantidad de mujeres en los niveles 1 y 2 de la Rama Ejecutiva y Judicial, entre otras.
Estas legislaciones son un símbolo para hacerle creer a las mujeres que tendrán la oportunidad de ser parte activa del Estado dentro de sus ramas. Pero, si somos honestos, es una simple representación y no la necesidad de crear algo para que efectivamente las mujeres sean escuchadas. Como dice Andrea Cancino, profesora de la Universidad del Norte, “la Ley de Cuotas no es el deber ser porque no deberían decirnos que debemos generar espacios de representación de ciertos grupos sociales en los escenarios políticos. Es un mecanismo que busca generar una dinámica en la que, al menos, por presión, las mujeres puedan llegar a esos espacios que se les han sido negados.”
Es increíble que desde 1974 tan sólo 12 mujeres hayan sido elegidas para ejercer como Presidente en diferentes países de América Latina; es como si desde el inicio las mujeres ni siquiera hayan sido vistas como una posibilidad para este cargo. El imaginario de la sociedad colombiana suele poner a un hombre en una posición de poder, de liderazgo, y es distinto el trato que se le da a este que el que se le daría a una mujer. Las pocas mujeres que han llegado a ocupar altos cargos constantemente deben respaldarse bajo el apoyo de un hombre. Por ejemplo, podemos observar el caso de Elsa Noguera que alcanza el poder gracias a que es la candidata de Alex Char. Camila Ordoñez, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad del Rosario en Bogotá, comenta que “definitivamente Claudia Lopez, miembro del grupo LGTBI, fue escogida porque su aspecto masculino genera confianza. Sin embargo, aun así, es criticada por la forma en como habla, en cómo se viste, su forma de caminar, etc”. Qué ilógico que se deba el valor de una mujer al nombre de un hombre si incluso fuimos creadas de su costilla para caminar a su lado, no de los pies para ser pisoteadas.
Podría confirmar que el tener una mujer como Presidente definitivamente haría un cambio en el país. Pero no solo una mujer sino una mujer con una agenda feminista. Si nos autodeterminamos como un país democratico es de suma importancia que exista una pluralidad en el poder político donde sean escuchados los puntos de vista de los diferentes grupos poblacionales que existen. Hay muchos problemas que no se han podido resolver como el tema del feminicidio, la violencia, para mencionar solo dos que son fundamentales Las mujeres son más sensibles y más emotivas, son más empáticas y saben escuchar por lo que al dialogar llegaríamos a una negociación donde todos sean valorados y se trabaje en conjunto para el bienestar de la población en general. El problema es que se escogen a los mismos de siempre y nos dejamos llevar por un ciclo vicioso donde el resultado que hemos obtenido es corrupción y hambre.
En fin, no es necesario la creación de leyes que justifiquen y otorguen un porcentaje de los puestos de cargos públicos que deben ocupar las mujeres. Debemos continuar avanzando y abriendo nuestra mente a la posibilidad de finalmente ver al género femenino como un igual capaz de alcanzar muchas cosas y de permitirle al mundo ver las cosas de diferente manera. Hay que empezar desde lo mínimo: educar a nuestros hijos como iguales, enseñarles que todos somos valiosos por lo que somos y que todos tenemos derecho a ser escuchados. Dejar la inercia a un lado y darle la bienvenida al futuro que se viene: un futuro más igualitario.
*Esta columna de opinión fue realizada en el marco de la clase de Argumentación Periodística a cargo del profesor Jorge Mario Sarmiento del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte.