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Por: Nathalia Tarazona, Sharon Nugent & Antonio Sierra.

La deportación de colombianos que inició en agosto de 2015, sumada a la difícil situación en Venezuela, ha llevado a una inmigración masiva a Colombia de personas que buscan una mejor vida. El Atlántico se ha convertido en un gran puerto de llegada.

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Cuando a Yuneth Acosta, una colombiana de 27 años y madre de cuatro hijos, se le venció su pasaporte, único papel que la mantenía legalmente en Venezuela, tuvo que emprender un ir y venir de requerimientos políticos para poder mantenerse en ese país.

Entre los trámites estaba regresar a Colombia y oficializar su matrimonio con Dakar Peñate, un ciudadano colombo venezolano. Después debía volver al vecino país para recibir su nacionalidad. El papeleo implicaba más dinero con el que Yuneth no contaba. La odisea terminó con una familia entera regresando a Colombia, sin ninguna garantía, en mayo de 2015. Lo único con lo que contaban era un terreno ubicado en Puerto Colombia, Atlántico, que la mamá de Dakar le había regalado.

Miles de extranjeros radicados en Venezuela compartían la paradoja de tener que salir del país que los había recibido en tiempos de bonanza, pero que ahora atraviesa una crisis política, económica y social.  Según Shirley Peñate, hermana de Dakar Peñate, deportada por las autoridades venezolanas, el Gobierno no solo expulsó inmigrantes colombianos sino a otros provenientes de países como México y Chile.

El 13 de agosto de este año se habilitó el paso peatonal en la frontera entre Colombia y Venezuela, después de que el 19 de agosto de 2015, Nicolás Maduro declarara el cierre de la frontera con Colombia por un tiempo indefinido. Maduro aducía que la medida era respuesta a la emboscada de unos presuntos contrabandistas a tres guardias venezolanos y un civil, a las alturas de la frontera en el estado Táchira. Fue el comienzo de una ola de deportaciones que dejaron a muchos colombianos desamparados y que vieron en territorio nacional la oportunidad de una nueva vida. Atlántico, uno de los sitios elegidos para establecerse, ha recibido unas 3.000 personas provenientes de Venezuela, luego del cierre de fronteras, según reportaron fuentes oficiales.

 

Operación retorno

Colombia ahora representa la escapatoria a la pesadilla venezolana.  “Dada la situación difícil que atraviesa Venezuela, la migración viene para acá, pero la migración es ante todo de colombianos que viven allá, que tienen familia venezolana y de muchos venezolanos que salen a buscar alternativas”, explicó Socorro Ramírez, columnista del diario El Tiempo y doctora en Relaciones Internacionales, quien resaltó la importancia de “evitar una posición chauvinista” ante la situación.

En 1975, el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez nacionalizó el petróleo, dando lugar a un boom económico. Muchos colombianos emigraron de manera ilegal a Venezuela por los “caminos verdes” o “trochas” en busca del sueño venezolano.

Desde hace un tiempo, los papeles cambiaron y la veleta apunta a que el sueño está en Colombia. Pero pasar por las trochas es todo un desafío. Los rumores sobre muerte, violaciones y otros peligros abundan.

En el Atlántico, la mayoría de personas que han llegado se han establecido en los municipios del sur, tales como Suan, Manatí, Santa Lucía y Campo de la Cruz. La atención de los inmigrantes corre por cuenta de cada municipio, pero el problema es que muchos no acuden a las autoridades por miedo a ser deportados. La Gobernación del Atlántico ha intentado hacer un censo de los inmigrantes, pero hasta ahora el conteo no ha dado resultados, explicó Alcira Cabello, de la Oficina de Prensa de la Gobernación.

 

Atención médica

Desde el momento de su llegada a Colombia, Yuneth empezó a construir una casa de madera donde su familia pudiera alojarse. Ahora, más de 15 personas que tuvieron que abandonar Venezuela por las temidas trochas fronterizas viven con ella. Casi la mitad son niños.

Lo que más le preocupaba era la salud de sus cuatro hijos pequeños. Uno de ellos tiene tres meses.  El cambio de clima y los virus ocasionados por el mismo le causaron problemas estomacales y una fuerte tos seca.  Otro de los problemas es la desnutrición.

“Mi bebé no había conocido la leche sino hasta que llegamos acá, porque yo tenía que trabajar y aunque tuviese dinero no se conseguía. No había medicinas, ni pañales”, señala Yuneth, quien recuerda las dificultades que padeció con el desabastecimiento en Venezuela.

La travesía de esta joven no terminó cuando atravesó la frontera. Apenas llegó buscó ayuda con la trabajadora social de Puerto Colombia y también recurrió al Centro de Salud, donde le entregaron un kit que incluía pañales, leche y crema para bebé. A Yuneth también le faltaba un techo donde poder resguardarse, que hoy tiene porque la Oficina de Bomberos le proporcionó material para ello.

El subsecretario de Salud del Atlántico, Hernando Viloria, declaró que el Ministerio de Protección Social expidió un decreto, a nivel nacional, que establece la atención a la población repatriada de Venezuela con recursos de la población pobre no asegurada (PPNA). Lo anterior quiere decir que las personas que han llegado de Venezuela, pero tienen origen, nacionalidad colombiana o vínculos familiares en primer grado con un ciudadano de este país, el departamento del Atlántico, en este caso, asumirá la atención en salud, siempre y cuando sea de carácter urgente.

Informaciones entregadas por la Secretaría de Salud Departamental señalan que se está priorizando la atención a mujeres embarazadas sin ningún tipo de control prenatal, niños con desnutrición y pacientes que presenten problemas respiratorios. Los casos citados también son los problemas más recurrentes en cuanto a salud, sin embargo “el sistema de salud no está otorgando ningún tipo de medicamentos a los pacientes que no están registrados, ni siquiera los incluidos en el POS”.

 

Oportunidades de empleo

La mayoría de los inmigrantes que llegan, por diferentes motivos, lo hacen con poco o nada en las manos, y están dispuestos a tomar casi cualquier empleo que les permita rehacer sus vidas, lejos de donde es una lucha conseguir el sustento diario.

Leandro Arango es profesional en Administración de Empresas y trabajó por 11 años en la empresa petrolera más importante de Venezuela: PDVSA. Llegó a Barranquilla hace tres meses y  asegura que, al igual que muchos venezolanos, está en busca de una mejor calidad de vida.

“Realmente, más allá de venir para poder conseguir un buen empleo, el problema del desabastecimiento es una de las razones por las que decidí abandonar mi país”, dijo Arango.

El trámite de legalización para conseguir su licencia laboral ha sido hasta el momento infructuoso. Además de que no cuenta con el dinero suficiente para completar el proceso, manifiesta que ha sufrido una persecución política por parte del estado venezolano. “Los ministerios en mi país no me han facilitado algunos documentos que requiero”, asegura Leandro Arango, quien le regresa el favor a su arrendatario y la ayuda con su negocio de comidas rápidas. “Ha sido una relación ganar- ganar que hemos logrado”.

 

“Respuestas urgentes”

La situación requiere una atención integral de diferentes sectores. La internacionalista Socorro Ramírez opina que “hay que dar respuestas urgentes de corto, y también de mediano y largo plazo, porque es una problemática que está creciendo día a día”. Según ella, estas “implican procesos de inserción para que no se vuelva una disputa por un empleo escaso y para que no presionen los sistemas de salud o de seguridad social”.

Cuando se cerró la frontera, el Gobierno colombiano no se quedó de brazos cruzados y decretó un estado de emergencia económica.

A mediados de 2016, venezolanos residentes en Barranquilla tuvieron la iniciativa de organizar un evento para la recolección de insumos básicos para quienes habían llegado recientemente a Barranquilla desde Venezuela y estaban en difíciles condiciones. Este auxilio se distribuyó con el apoyo de la Personería Distrital en los centros de salud y hogares de paso donde residían los damnificados.

El hijo mayor de Yuneth, Sneider Peñate, expresa convencido que nació en Colombia, aunque en realidad es venezolano. A los siete años, sus grandes ojos marrones han visto una realidad muy dura, que le permite hacer una especie de paralelo entre los dos países. Mientras que “allá la gente se muere de hambre, acá (en Colombia) me gusta más porque hay de todo”, dice el pequeño, que guarda la esperanza de que este país, que lo ha recibido con juguetes, comida y hasta un disfraz para la fiesta del 31 de diciembre, siga haciéndolo sentir bajo las condiciones que cualquier infante debería gozar.

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