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El visitante está sentado en la primera fila de la zona de la izquierda de la sala principal de La Cueva. No importa que charla está transcurriendo en aquel lugar decorado con trapos rojos y azules, y acompañado con cayenas u orquídeas de plástico, él siempre está sentado ahí. En ella esta acomodado en una forma que se asemeja a como los antiguos y legendarios habitantes de este lugar ocupaban sus taburetes cuando frecuentaban el bar en su época magna, llena de bohemia, euforia y actitudes despreocupadas o relajadas. El en esta tarde de bohemia se ha convertido en uno más de esos personajes llenos de un amor por la magia y la mística cultural que La Cueva emana con solo observarla por dentro, mística que deja al hombre deseoso de saciar el intelecto.

Esta vestido con una camisa que ilusiona con ser una guayabera, bermudas cafe y botas que al mirarlas se encuentra la instantánea curiosidad de saber si en su existencia subieron alguna montaña o atravesaron algún desierto. Su cabello es una marea blanca, lisa, abundante, que brilla al momento en el que esas luces de un tierno y sutil amarillo que brinda esta sala lo tocan. En su frente le aguardan cuatro arrugas, y debajo de ellas, un rostro que no conoce de caras tristes, intercambiando en su boca entre unas risas prominentes y unas expresiones abiertas que indican curiosidad, mientras debajo de el reposa una mochila que parece portafolio y un sombrero que abre la duda si es un explorador de la televisíon o un campesino de algún cafetal del Quindío.

Cualquiera al leer esa descripción y observar su persona creería que es el típico extranjero estereotípico que va de visita a un país del tercer mundo, y aunque el no es en apariencia una excepción a la regla, la razón por la que está aquí va más allá de ser única. Este hombre, de nombre David O’Meara, no viene a la ciudad cada año con los típicos destinos que ofrece: Carnaval y malecón. El ha arribado con un propósito menos agraciado con la bendición de ser algo más publicitado.

Justo en ese momento lo cumple al estar presenciando una conversación rica y magistral que tiene de protagonista en el pequeño escenario de la sala principal al legendario saxofonista colombiano Antonio Arnedo, quien charla con el director musical de la empresa estatal de radio y televisión sobre su vida artística. Su sonrisa aumenta aún más cuando el maestro saca su saxofón tenor e introduce a otro músico que fue protagonista en esta edición de ese evento al que ha venido, el Carnaval De Las Artes. Con este interpreta una pieza de jazz influenciada por el porro sabanero con unos magnificos acordes de séptimas, que hacen a este visitante hacen cerrar los ojos, entregarse a la vibra y rendirse en manos de la concentración de su alma y mente.

Poco antes del inicio de aquella charla que le alegra, su acompañante comento a uno de los miembros del equipo de grabaciones del evento aquel hecho especial que lo hace diferenciarse de otros turistas:

-Este hombre viene desde Norteamérica solo para ver el Carnaval De Las Artes. El vino desde el norte de los Estados Unidos con el único objetivo de ver el evento.

Eso no resulta ser una mentira, pues llevaba todo el día presente en La Cueva divisando cada charla qué hay plasmada en cada página del folleto de la programación del evento, y esto mismo lo ha replicado estos últimos tres días que han transcurrido aquí. En los dos últimos días no dejo el bar durante las pausas, incluso si todas duraron tres horas. Cada que estás llegaban se iba para el bar y tomaba con lentitud un café. No se movía hasta que empezara el evento o llegara su acompañante,  y siempre antes de comenzar cada charla realizaba su propia conversación con los feligreses de la reflexión que se encontraban en la periferia de su propia sentada.

-Descubrí que había un evento que se llama el Carnaval De Las Artes, y eso me pareció muy interesante. También leí sobre la historia de La Cueva y el Grupo De Barranquilla. Por lo que encontré un Arbnb cerca de aquí, en el barrio Recreo, y pase todos los días del Carnaval De Las Artes aquí-cuenta David con un español profundo pero machucado.

Eso mismo realizó durante todo lo que comprendió esta charla, la que culmino con su atención y la acción de realizar una grabación mientras Arnedo interpreta junto a otro pianista que entró como imprevisto y sorpresa a la vez, una hermosa rendición en jazz de La Piragua de Barros. En ese momento el se levanta y conversa sobre el recíen terminado evento y lo especial que estuvo encontrando durante estos cuatros días donde el arte fue eje de atención tanto para él como para todos los parroquianos que pisaron La Cueva para observar alguna reflexión materializada en conversación o actividad.

-Creo que, en resumen, lo especial es lo que el lema del evento dice: La reflexión como espectáculo. El mundo literario presentado con el espíritu del Carnaval. Que es un espíritu de diversión llevando a sujetos o a temas que son frecuentemente tratados con gravedad.

En ese momento David se despide al escuchar a su acompañante rezar un fuerte “David vámonos al parque”. Se va con la misma emoción y felicidad que en cada uno de los cuatro días todo aquel que piso este legendario refugio del arte y la cultura, le vio expresar con una facilidad casi que automática. Se dirige al Parque Sagrado Corazón para presenciar la clausura de estos cuatro días, y con ello, el final de su travesia. Volverá pronto a su país muy contento y con mucho por contar, pero no espera poder efectuar pronto su regreso al Carnaval, del que ya se considera como un visitante igual de especial que todo invitado que sea llamado a esta fiesta para entregar la reflexión como espectáculo.

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