Entre la multitud de asistentes a la misa dominical del Papa en Cartagena, un grupo de venezolanos llegaron a Contecar orar por su país.
El día de ayer, el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica llegó a la ciudad de Cartagena como destino final de su visita por Colombia que duró cinco días. El evento central, que causó un éxodo de personas ansiosas por llegar al sitio incluso desde la noche anterior, fue la esperada misa papal que congregó en las instalaciones de Contecar a más de doscientos mil fieles para recibir la bendición del Papa.
Entre los asistentes, una bandera tricolor con estrellas en el centro adornaba la vestimenta de Luis Corredor, un joven que llegó desde San Cristóbal en Venezuela, junto a una docena de personas más para pedir al Papa su intervención y oración por su país. Vestido de pantalón de lino blanco, camisa guayabera azul, un sombrero campesino en su cabeza y sandalias gastadas, esperó bajo el sol desde las 6 de la mañana el momento de la misa oficiada por Francisco, que comenzó a las 4:00 p.m.
Con los miembros de la Parroquia San Juan, a la cual Luis pertenece, llegaron desde el jueves pasado a la ciudad de Cartagena, a través de un largo trayecto desde San Antonio de Táchira hasta Cúcuta y de allí en bus hacia Cartagena. Encontraron hospedaje en las casas de sus amigos quienes los acogieron para ahorrar gastos.
La preparación fue tan dura como la jornada del domingo, pues desde el 11 de marzo de este año, cuando se confirmó su visita, el grupo de fieles venezolanos desarrollaron un plan para llegar hasta La Heroica, lugar que escogieron por ser menos concurrido que Medellín, Bogotá y Villavicencio, donde también estuvo el sucesor del ministerio petrino.
Entre rifas, bazares, ahorros y demás eventos, lograron reunir el dinero para desplazarse de su lugar de vivienda a Cartagena y hacer parte del histórico evento. “Nos animó a venir la situación de Venezuela: hay injusticia, la gente se muere de hambre, no hay medicina, y venimos aquí a llevar un mensaje y decirle al Papa que trate de interceder en nuestro país con un presidente que es imposible que nos escuche”, afirma Corredor con voz calmada y visiblemente agotado.
Entre Luis Corredor y demás miembros de su Parroquia y el sacerdote, vinieron a representar a la casa de paso Divina Providencia, un pequeño hogar que crearon en la frontera con Cúcuta para atender a mujeres embarazadas, enfermos y demás necesitados que huyen de su país por las precarias condiciones en las que viven. Allí, en un conjunto de esfuerzos, sirven entre 2.000 y 2.500 almuerzos diarios que alimentan a los desplazados del vecino país.
Corredor, con tres rosarios guindados al pecho y voz enérgica a pesar del agotamiento, espera que el Sumo Pontífice ponga sus ojos en Venezuela, país donde nació y por el cual sufre al ver cómo es desangrado por la injusticia e inequidad. “Hemos hecho videos, le mandamos imágenes y mensajes que han sido respondidos a través de ACI Prensa -uno de los principales medios de comunicación del catolicismo-, haciéndonos saber que están muy contentos de que estemos aquí”. Ni el calor, ni la lluvia han sido impedimento para que este venezolano incansable pueda alzar su oración hacia su patria, y que algún día pueda ser escuchada.