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Por: Laura Cortez, Karina De La Hoz, Adalberto López, Karina Plata, María I. Osío.  

“Antes era un puerquero esta vaina.” exclamó con el ceño fruncido y de manera jocosa Fernando Piña, un carretillero del mercado de Barranquillita. Y todavía lo es… a pesar de ser testigo del desarrollo de la ciudad, el mercado permanece a la sombra de las nuevas infraestructuras y planes de desarrollo que adornan a la arenosa. Desde sus calles emparchadas, hasta los alimentos en deterioro, el mercado continúa siendo sinónimo de caos y abandono.  

Como hormigas laboriosas, los comerciantes, se comunican con silbidos y movimientos rápidos, mientras que la gente apresurada, pero lenta, avanza entre las estrechas calles llenas de motos, vendedores ambulantes y el ir y venir de sus habitantes que pasan cantando con sus megáfonos conectados a parlantes viejos. En esas mismas callejuelas se entrelazan las historias de quienes día a día luchan por sobrevivir entre montañas de productos en descomposición y los desafíos de estar inmersos en un lugar donde las personas pasan a un segundo plano. 

En el corazón de Barranquilla, se mueve el mercado a ritmo frenético, tan común como la vida cotidiana. Entre la maraña de actividades, destacan los goleros y expertos del regateo comprando desde tomate, cebolla, yuca, hasta puerro, que luego de un mal día terminan estrellados en el suelo para hacer parte de montañas de comida en descomposición. Así es el dulce y agrio olor de tomate estrellado por la mañana.  

Alimentos en descomposición en las calles del mercado de Barranquilla. 16 de febrero del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

Los obstáculos en materia de infraestructura y la falta de oportunidades laborales son algunas de las situaciones con que las personas que transcurren en el mercado deben lidiar a diario. Un panorama donde el caos y las ganas de salir adelante convergen en un solo lugar. Sus voces, que día a día sobreviven entre bultos de mercancía y suelo destapao’ nos gritan sus historias de cambio y persistencia. 

Armando Ramírez 

Con rostro pintao’ por el sol y la experiencia como escudo, Armando se endereza como un guardián en Barranquillita, siendo los años el reflejo de dos décadas de entrega al oficio. Desde adentro observa con ojos sabios la evolución del comercio. Un testigo más de las transformaciones que han marcado a Barranquillita.  

—Se ha visto un cambio notable —explica entre suspiros, mientras la brisa, característica de barranquilla, entra para volverse ruido junto al bullicio del mercado —. Hace cinco años, las calles eran un caos, pero ahora, gracias a Dios, los trancones han cedido y la rutina diaria transcurre con más fluidez. 

Armando Ramírez en Barranquillita.
19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

Precisamente, esos cambios corresponden al proyecto de la alcaldíaBarrios a la obra en la segunda administración de Alejandro Char. En el 2018 el sector de Barranquillita recibió 670 metros lineales de vías en concreto por parte del Distrito. El objetivo de la iniciativa es mejorar el estado de las vías y la construcción de nuevos tramos para beneficiar la calidad de vida de los habitantes.  

—¿De quién fue el manejo de las calles, en que alcaldía fue? —se le pregunta a Armando. 

—Eh… bueno, en la presente. En la de Char. —comenta relajado, pero con seguridad.  

A pesar de que el proyecto continuó durante el mandato de Jaime Pumarejo, Armando reconoce la gestión de Char por encima de todo. 
Entre sus recuerdos se entrelazan los ecos del pasado y las promesas del presente, mientras narra la reubicación de 752 comerciantes y la apertura de la nueva plaza de mercado, el Gran Bazar, que se ubica frente a la plaza del pescado.  

Aunque se han realizado mejoras en el sector, aún persisten factores que afectan la tranquilidad en la zona. La inseguridad acecha como un grito sin bulla a cualquier hora, de forma especial en la intensa noche. La directora de la Asociación de Abarroteros de Barranquilla (ASABA), Mirelly Camacho, señala que no hay datos oficiales con respecto a las cifras de inseguridad en el mercado de Barranquilla. Sin embargo, esta asociación ha realizado investigaciones propias en las que se evidencia que para el 2021 las extorsiones representaban el 30% de los delitos cometidos a comerciantes formales en el sector.  

—Hubo tiempos difíciles —confiesa Armando con la mirada perdida en el horizonte urbano—. Las extorsiones, los robos… la gente temía venir, pero poco a poco las cosas han cambiado —agrega mientras su voz fuerte y segura revela el arduo camino hacia la tranquilidad y la prosperidad que aún se vislumbra.  

Orgulloso hijo de estas calles, su compromiso con la legalidad y la integridad se rige como pilar contra la delincuencia, mientras sus palabras resuenan con la fuerza de aquellos que han visto pasar generaciones en este enclave de comercio y vida. 

Armando Ramírez en Barranquillita. 19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

A pesar de las extorsiones que han plagado el mercado en el pasado, algunos, como él, han evitado ser víctimas gracias a su conocimiento del entorno y su compromiso con el trabajo legal. Para Armando, el mercado es más que un lugar de transacciones comerciales, es un reflejo de la vida misma; con sus altibajos, sus desafíos y sus oportunidades para aquellos que saben cómo navegar sus calles. 

Gregorio Ferrer 

Un maestro de la ruta sortea el tumulto del mercado, con la facilidad de quien conoce cada curva de la vida en carretera. Sentado en una pila de patillas se encuentra Gregorio Ferrer, un conductor de transporte de mercancías, que maneja un camión blanco con toques naranjas, algo desgastado, y la pegatina de un Cristo aferrada en la ventana. 

 Transporta muchas patillas de temporada, así como una gran variedad de frutas y verduras. Viste tenis, jeans y una camiseta rosada mientras junto a otras tres personas entran una cantidad abrumadora de sacos al camión. 

Gregorio Ferrer sentado en el mercado de Barranquilla.
19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez)


Con 31 años y 14 de experiencia al volante, Ferrer conoce cada vuelta de estas calles como la palma de su mano. A pesar de su experiencia, aún enfrenta obstáculos en su labor diaria.  

Gregorio asegura que ha habido un cambio significativo en cuanto a la mejora de las calles, pero que el tránsito por estas aún resulta complicado, con una gran cantidad de personas y situaciones que dificultan la circulación y la organización en el mercado. 

Para Gregorio, un día de plaza puede significar enfrentarse a largas esperas de hasta 40 o 45 minutos para entrar al mercado, mientras que salir se convierte en una tarea casi imposible debido al caos y la congestión vehicular. Aunque algunas calles estén pavimentadas, aún existen tramos en los que los enormes huecos y la falta de mantenimiento hacen que la conducción sea peligrosa y difícil de transitar.    

Camión de Gregorio Ferrer en el mercado de Barranquilla. 19 de abril del 2024 (El Punto/Karina Plata)

González

Encontramos a un trabajador incansable con una historia que contar. González, así se hace llamar, es un hombre que ha aprendido a buscar su camino entre los vericuetos de Barranquillita. 

Desde niño, González ha estado en la movida. En lugar de volar cometas o jugar con la bolita uñita en las calles, él estaba al lado de su papá aprendiendo el valor del trabajo y la responsabilidad. Con apenas cinco mil pesos en el bolsillo para el almuerzo y el desayuno, González se convirtió en el motor de su familia, cuidando de sus hermanas menores y apoyando a su papá en casa. 

González sentado en el mercado de Barranquilla.
19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

Con mucho optimismo nos cuenta cómo el mercado ha cambiado con el paso del tiempo. Uno de los principales cambios que resalta de la zona son el estado de las calles y las posibilidades laborales para las personas.
  
Pero González no se conforma con lo que tiene. La vida le ha enseñado que no se puede desaprovechar el tiempo. Cada segundo vale.   

—Oportunidades están ahí para quien las busca —menciona con seguridad. Incluso, se enorgullece de sus invenciones que le permiten ganarse la vida a como dé lugar. 

—Mira, esto es versátil —dice mientras señala con orgullo su carrito—. Este es un carrito que yo lo mandé a hacer de una forma de que se pueda doblar como yo quiero. Es angosto. Se mete por donde sea y tengo la esperanza de que me salgan viajes, de que me contraten —agrega con ilusión y entusiasmo. 

Gonzáles se las ingenia para salir adelante con su carrito y aprovechando las oportunidades para conseguir una platica extra. Además de vender verdura en el mercado, también se dedica al reciclaje, recorriendo las calles en busca de cartón y otros materiales que pueda llevar a la recicladora. Incluso cuando llueve, su carrito se convierte en una especie de refugio para los que necesitan cruzar el arroyo, ofreciendo un servicio y ganándose un sustento más allá de las fronteras del mercado. 

El carro de reciclaje de Gonzales, con el que recorre las calles del mercado . 19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

Con el paso de los años, ha aprendido que “la vida no es color de rosa”, pero también que nunca es tarde para empezar de nuevo.  

—Pagué 3 años preso porque estaba en la delincuencia, por estar como quien dice por ahí de “rápido y furioso” y esas cosas no están bien —dice con frescura recordando su antigua vida. 

La historia de González es solo una más entre los miles que se tejen a diario. Pero es una historia de superación y trabajo duro.  

Yoselin  

La voz de la experiencia se hace presente en la figura de esta vendedora de tintos y panes. A sus 32 años, lleva cinco años dedicado al trajín diario entre las calles del centro, ofreciendo sus productos en un carrito naranja que arrastra por todas las calles de Barranquillita. Con un estilo que evoca el espíritu de un vaquero, ofrece panes junto con potes de tinto en su carretilla. Carga consigo una cangurera negra de estrellas, guantes sin dedos y un sombrero negro; elementos que contrastan con su reloj rosado, sus tenis y aretes de colores morados y lilas, además, de una pequeña bolsa sin marca para la basura. Así se enfrenta al caótico mercado con tal de sacar a su familia adelante.  

Yoselín en el mercado de Barranquilla.
19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

Tanto Yoselin como González hacen parte del grupo de personas que trabajan de manera informal; cifra que equivale el 57,4% de los 933 mil ocupados en Barranquilla para el 2023, según el DANE.            

Para ella, estos últimos cinco años han sido testigos de una evolución notable en las calles de Barranquillita. Las mejoras en la infraestructura, especialmente en las áreas cercanas a la plaza del pescado y los nuevos locales, han cambiado el panorama. 

 El carrito de tinto de Yoselín. 19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

A pesar de los desafíos que enfrenta en su día a día, como las condiciones climáticas que obligan a usar botas cuando llueve y dificultan el transporte, esta vendedora persiste con su rutina. Desde tempranas horas de la mañana hasta la tarde, se entrega por completo a su labor, saliendo a las seis de la mañana y regresando a las ocho de la noche, en una jornada que demanda esfuerzo. 

Aunque su trabajo pueda parecer sencillo a simple vista, detrás de cada taza de tinto y cada galleta vendida se esconde un deseo constante por sobrevivir en un entorno competitivo y cambiante, siendo parte del tejido humano que da vida y color al mercado de Barranquilla. 


Fernando Piña 

Veinticinco años no parecen nada. Pero para Fernando es todo el tiempo que lleva trabajando en el mercado detrás de una carretilla. Transporta mercancía para las tiendas, los pueblos e incluso la bomba. 

Sudao’, con el ceño fruncido y una risa nerviosa, piensa en las transformaciones que ha vivido el mercado. 

—¿Ha cambiado algo acá en el centro? 

—Sí, ha cambiado —dice tranquilo mientras mira a otra dirección, voltea y corrige—, bueno, está cambiando.  

—¿Cómo era antes?  

—¿Antes? —dice sorprendido y entre risas— Antes era un puerquero esta vaina. Barranquilla es puerca. La gente no cuida las calles ni nada. No las cuidamos. No sé ahora porque está la calle nueva.  

—¿Persisten los problemas con el agua cuando llueve? 

—Ya no se estanca el agua. Ha cambiado. —afirma 

Fernando Piña sentado en su carretilla en el mercado de Barranquilla. 19 de abril del 2024 (El Punto/Laura Cortez) 

En las noches retiradas, cuando el dinero abunda, el mercado se transforma en una maratón que va desde las 9 de la mañana hasta las 4 de la madrugada. Pero una vez llueve la cosa se complica. Los charquitos de agua de las calles no pavimentadas adecuadamente hacen que salir sea una tarea arriesgada. 

Así, entre relatos de cambio y testimonios de esperanza, donde cada historia es una pieza en el cruce urbano, son muchas las extensiones que se pierden entre la multitud: la mayoría son como caballos blancos, resaltando entre la basura y desperdicios de frutas y verduras que caracterizan la zona. Un entramado urbano donde cada paso cuenta. Barranquillita siendo el microcosmos de vida y supervivencia en constante movimiento; un reflejo crudo y sin adornos de la realidad de aquellos que subsisten en la ubre de la ciudad. 

Se reconoce el trabajo que se ha hecho en el mercado y se entiende que es una transformación que se necesita desde hace tiempo, para poder impulsar las ventas en el sector. A pesar de todo lo que se ha hecho es para renovar el lugar, aún queda mucha tela por cortar.