Por: colectivo de Argumentación Periodística *
En Colombia, la presencia del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) continúa siendo un problema de salud pública, y el Atlántico no es la excepción. Según cifras del portal Sivigila, durante inicios de noviembre de 2023, Atlántico reportó 1.995 casos de VIH, lo que lo posiciona como el cuarto departamento con mayor número de contagios a nivel nacional.
Aunque Barranquilla, capital del Atlántico, ha mostrado una leve disminución en los registros, los municipios aledaños marchan en contrario con un aumento sostenido en los contagios. El análisis de expertos y datos epidemiológicos sugiere que la desinformación y la falta de educación integral en derechos sexuales y reproductivos desempeñan un papel crucial en este fenómeno.
El VIH afecta principalmente a jóvenes entre los 20 y 29 años, un rango etario que representa más del 40 por ciento de los casos registrados en Colombia (Ministerio de Salud, 2022). Según el estudio Conocimiento sobre prevención de ITS en adolescentes inmigrantes en Soledad, Atlántico (2018-2019), el nivel de conocimiento de los adolescentes sobre infecciones de transmisión sexual es considerado “medio”, lo cual deja una brecha crítica en la prevención. Este problema se agrava en municipios con alta población migrante como Soledad, donde la limitada capacidad de acceso a servicios de salud dificulta la implementación de estrategias educativas efectivas.
Como señala el informe de Ministerio de Salud en 2022, se reportaron 19.183 casos nuevos de VIH a nivel nacional, con una notable prevalencia en hombres jóvenes, quienes representan más del 80 por ciento de los casos. Además, revela que la transmisión más común continúa siendo a través de relaciones sexuales desprotegidas, que representan el 98,6 por ciento de los casos.
Un estudio realizado en 2017 sobre factores de riesgo para el embarazo adolescente en jóvenes de entre 12 y 18 años en colegios públicos de Puerto Colombia, Atlántico, reveló que hay un conocimiento limitado sobre métodos anticonceptivos en esta población. Los datos dieron muestra que “solo el 10,74 por ciento usa algún método anticonceptivo, de los cuales el más conocido es el condón masculino (88,79 por ciento), seguido de las píldoras (61,21 por ciento) y condón femenino (50 por ciento)”.
Aunque se tiene conocimiento sobre la existencia de estos métodos, su uso sigue siendo bajo, lo que evidencia la necesidad de fortalecer la educación sexual para prevenir embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual (ITS).
No es prioridad
La educación integral en sexualidad, un derecho fundamental, no ha sido priorizada de forma uniforme en el departamento. Tal como lo señala el Análisis de Situación de Salud Participativo del Distrito de Barranquilla, la baja oferta de programas de capacitación en sexualidad y la normalización de prácticas de riesgo, como el trabajo sexual infantil, han contribuido al aumento de las infecciones de transición sexual (ITS), incluida una tasa de incidencia de VIH alarmante de 66 por cada 100.000 habitantes.
Aunque el VIH es prevenible mediante educación, diagnóstico oportuno y acceso a métodos de protección, las estadísticas revelan que las estrategias implementadas hasta ahora no han logrado un impacto significativo en zonas rurales o marginadas. Desde hace años, las comunidades periféricas del Atlántico han enfrentado barreras estructurales que perpetúan la vulnerabilidad. Los antecedentes de pobreza, migración forzada y acceso desigual a servicios de salud son factores que refuerzan la propagación del virus en estas localidades.
La falta de una estrategia integral plantea un futuro incierto. Sin acceso a una educación sexual robusta, la juventud atlanticense seguirá siendo vulnerable, especialmente frente a un virus que aún carga un fuerte estigma social. María Yaquelin Expósito Concepción, del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), señala que “la ausencia de una educación sexual integral no solo perpetúa la transmisión de infecciones como el VIH, sino que también mantiene un ciclo de desconocimiento que impide a los jóvenes acceder a sus derechos de manera plena y responsable”.
El Gobierno y las organizaciones sociales tienen la oportunidad de fortalecer las políticas públicas mediante campañas educativas en colegios, talleres comunitarios y un mayor acceso a asesorías sobre derechos sexuales y reproductivos. Sin estas intervenciones, el Atlántico corre el riesgo de profundizar la crisis de salud pública que ya enfrenta.
La lucha contra el VIH depende del acceso a los servicios de salud y también de un cambio cultural en la manera de abordar la sexualidad. La educación integral y la eliminación del estigma son los pilares para garantizar una generación libre del virus. Como sociedad, debemoscuestionarnos: ¿qué acciones estamos dispuestos a tomar para asegurar un futuro más informado y saludable para los jóvenes del Atlántico? Maribeth Fernández, enfermera en jefe del Hospital de la Universidad del Norte, responde a esta inquietud:
“Debemos garantizar el acceso equitativo a métodos anticonceptivos y pruebas diagnósticas en las comunidades más vulnerables, rompiendo las barreras del estigma para que los jóvenes puedan cuidar su salud sin miedo ni prejuicios”, dice Fernández, para quien solo un esfuerzo conjunto entre el sistema de salud, las instituciones educativas y la sociedad civil podrá reducir las infecciones de transmisión sexual y los embarazos no deseados en el Atlántico.
El aumento de casos de VIH en el Atlántico deja en claro que es urgente una educación sexual integral entre la población colombiana. A pesar de algunos avances, las barreras culturales, la desinformación y el estigma siguen siendo obstáculos en la lucha contra las ITS. Es esencial fortalecer las políticas públicas, mejorar el acceso a servicios de salud y promover un cambio cultural colectivo para garantizar un futuro saludable para los jóvenes de la región.
* Karelys Castillo, Estefanía Gómez, Sara Hernández, Luisa F. Kuang y Karen Martínez