Por: Sarín Sánchez Vega
“El amor hay que hacerlo, no pensarlo”, dice en la televisión el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber, y sus palabras quedan rebotando en mi cabeza. Ahora, me doy cuenta de que mi trabajo escrito sobre el amor es más complejo de lo que pensé. Son tantos significados, tantas experiencias, tantas desilusiones, tantas ilusiones… tantas cosas, que es lo que hace difícil de explicar, pero sencillo de vivir.
Al rato de haber escuchado al filósofo y sentir que su voz y sus palabras son drogas para mis oídos, ya no importa en qué estado te encuentres, porque puedes estar completamente enamorado o completamente solo, siempre habrá algo con qué quedarte. Me atrapó cuando dijo que el amor es literario, es narrativo, son historias…
Entonces, él me dio ese impulso que me faltaba para tomar mi computadora y darle un poco de sentido a la palabra “amor” en este relato a través de los relatos de otros -y digo poco porque es casi imposible hacerlo en su totalidad-. Pero antes de empezar a construir un significado, debía sumergirme en mis pensamientos y descifrar qué es el amor para mí o con qué lo relacionaba.
En ese océano de ideas me encontré con la palabra “fluir”. Cuando hay amor todo fluye, nada se fuerza. Fluye como una marea, fluye como al ritmo de las olas, pero en ocasiones ese mar es turbio y solo es cuestión de tiempo para que vuelva a su calma.
Daniella Marin es una joven de 20 años que se enamoró a sus 19 por primera vez. Su relación sufrió muchos altibajos, se llenó de muchas alegrías, aprendió a decir “te amo”, sintió lo que era estar segura consigo misma y llegó a experimentar otros síntomas del amor. En su sexto mes le fueron infiel. Aunque lloró y se convencía a sí misma no perdonarlo, decidió darse una segunda oportunidad, pero con un pequeño cambio en su vida. La ansiedad le martillaba la cabeza.
“Pensaba con quién estaba. Con quién se iba. Si estaba con ella, porque estudiaban juntos. No podía estar tranquila”. Cuando decidieron ponerle punto final a su relación, fueron unos meses duros, ya que la ruptura la vivió en cuarentena. Sin mucho que hacer, pero entre copas de vinos, llamadas a amigas y lágrimas, fue superando al que un día llamó “el amor de mi vida”.
Después de que el tiempo la ayudó a sanar, ya no considera que él fuese el amor de la vida, porque para Daniella, “alguien que se considere así debe estar contigo”, y afirma que prefiere estar toda la vida soltera antes que vivir aquella desesperación e intranquilidad cuando alguien te llena de desconfianza.
La marea de sus emociones volvió a estar en calma. Sigue creyendo en que algún día alguien le puede dar todo un amor puro como el de ella. No hay rencor en su corazón y sabe que tiene una corta edad y podrá seguir enamorándose de personas y de la vida.
Amor en la planta alta
Cada ola que pasa tiene la capacidad de llevar consigo lo que encuentre, llevarlo a cualquier lugar del mar y guardarlo ahí para siempre. Yadira Mojica, una mujer de la tercera edad, morena, robusta, con su cabello corto rojo, habla sobre su historia de amor con su eterno “Lacho”, su pareja desde los 14 años, y quien murió hace un tiempo.
A pesar de sus discusiones, “Lacho” buscaba la forma de alegrar a “su negra”, como él le decía. Un día después de una pelea, le llevó serenata con su bolero favorito: “De mi corazón al tuyo” de Lorenzo González. Sólo bastaron esos versos para arreglar sus diferencias.
Hoy les aconseja a sus nietos, principalmente a las mujeres, que no se enamoren tan jóvenes, que los tiempos que ella vivió son diferentes, y ahora, a la misma velocidad que dicen “te amo”, rompen el corazón.
Entre lágrimas, guarda la esperanza de que el día que muera, su “Lacho” la va a estar esperando en el cielo. Lo sigue amando tal cual, porque para ella, cuando el amor es verdadero jamás se pierde. Algún día tal vez, un milagro de amor igualará la distancia de “Lacho” y Yadira, de corazón a corazón, como dice la canción que un día con un parlante su esposo le pidió perdón.
Amor desde otros lados
Así como las olas se llevan cosas, también deja en la orilla conchas y caracoles de mar que estaban en el fondo. Valerie Arias es mujer transgénero que cuando encontró su verdadera identidad y aprendió a amarse y a aceptarse tal cual es, le mostró al mundo todo lo que tenía por dar. Dice que no fue un proceso fácil ni para ella ni para su familia, pero que todo aquello valió la pena. Hoy en día, tiene una fantástica relación con su madre y con todos sus seres queridos.
Define el amor propio como aquella fuerza interior que te libera y te ayuda a mostrarte tal cual eres. Esa fue su primera herramienta para enfrentarse a las críticas de la sociedad. Inmediatamente me acordé de otras palabras de Darío Sztajnszrajber,: “El amor te saca de vos mismo”. Como los caracoles y conchas ocultos en el fondo del mar necesitan el impulso y la corriente de las olas para posarse en la orilla de la playa, Valerie colapsó de amor propio y mostró todo lo que tenía guardado en su interior. Se siente en plenitud consigo misma y aconseja que las personas que estén pasando por ese proceso: “nunca se avergüencen de demostrar quienes realmente son”.
Amor desde el pasado
Entre historias e historias, me encontré con una que me hizo recordar que cada ola que llega no es la misma que se fue, cada una es y te hace sentir diferente. Andrés Martínez es un hombre de 34 años que se enamoró por primera vez a los 18. Él estudió medicina y en su universidad conoció a la mujer que, hoy en día, sigue considerando el amor de su vida, pero que por fallas propias que lamenta, ya no está con él.
Está casado, con una pareja estable, pero sus sueños y pensamientos siguen sometidos a “La negra”, como le decía. Su relación era casi perfecta “Todo fluía, nada era obligado repite cuando me habla sobre aquella mujer. Con los ojos cristalizados y voz entrecortada, muestra algunos recuerdos y fotos de su “negra”. le gana la frustración y trae al presente la última vez que hablaron. “Si yo pudiera devolver el tiempo e ir a dónde ella, lo haría. No pensé en lo que hacía y solo fui un egoísta”.
El arrepentimiento de Andrés está presente cada día. Sus infidelidades y sus mentiras acabaron con esa historia. “Yo estoy bien con mi pareja, pero nada será como lo que con ella fue”. Sigue con la esperanza de que su relación no haya tenido un punto final, sino que espera que haya sido un punto y coma, luego del cual todavía quede un espacio para seguir escribiendo historia.
Y otros tipos de amor
Al escuchar todos los relatos para construir un concepto de amor, me di cuenta de que las parejas no son lo único que ayudan a construir este sentimiento. Por el contrario, el amor está presente en múltiples experiencias de la vida. El amor de un padre y/o madre con un hijo es un tipo totalmente diferente a los demás.
Hay dos tipos de padres, aquellos que moldean a su hijo de acuerdo con sus necesidades y otros que se retiran para que ese hijo sea. Es en ese punto cuando hay una verdadera muestra de amor. Puede ser tan grande tu amor por el otro que aunque no estés presente físicamente en su vida, tienes la capacidad de hacerte a un lado para que sea feliz.
Enamorarse no es solo de alguien, también es válido estar enamorado de lugares, vivencias, recuerdos, entre otras cosas.
Darío dijo que en el amor no todo es conveniente. Es más, para él, entre menos convenga más nos impulsa el deseo de ir por lo inconveniente y no hay explicación alguna. Palabras muy ciertas, porque si lo llevamos al amor vocacional, muchos han estado -y me incluyo- en ese dilema de qué es lo que te acompañará el resto de la vida. Y aunque no haya mucha oferta laboral, aunque tu país de residencia no sea el mejor lugar para trabajar o algún otro factor, más es el impulso de lograr aquello que te hace feliz. En últimas, de lo que estás enamorado.
Escuchar las experiencias, los llantos, las risas. Observar los ojos rojos de lágrimas que casi ya no aparecen, las sonrisas y los gestos, me hizo dar cuenta que todos estos elementos y muchos más construyen el amor. Ese amor que sientes, que sentiste o que sentirás para siempre necesita de todos aquellos sentimientos encontrados para volverlo humano.
No siempre hay alegrías cuando se está enamorado. Al contrario: se sufre y se pierde mucho, porque en el amor hay entrega. Le ofreces al otro -o a lo otro- lo mejor de ti para que todo fluya, y es ahí donde sabes qué es a-mar.