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Por: Alejandro Guida y Camilo Pisciotti.

En esta entrevista, el artista Alberto Del Castillo nos cuenta sobre sus inspiraciones y acontecimientos que lo han moldeado en una carrera de más de 30 años.

¿Quién es Alberto Del Castillo?

Yo ahí leo dos aspectos. Uno, el existencial o biológico. Yo nací en el Caribe en Cartagena. Parte de mis estudios iniciales los realicé allá.

La otra parte sería la construcción de mi estructura de pensamiento. Yo pienso en la memoria holística, que va captando la información desde todas las dimensiones que somos.

De esta forma se construyó el hombre que hoy tiene 70 años. Estudié en el Colegio La Esperanza. Después comencé a estudiar artes plásticas en la Escuela de Bellas Artes, y durante mucho tiempo hice teatro y títeres.

Un referente de esta historia es Alberto Llerena, que era director de teatro de la Universidad de Cartagena. El teatro también fue una parte importante de esta estructura. Pienso que me desarrolló competencias comunicativas, que luego apliqué y transmití en la docencia.

Archivo: Alberto Del Castillo

 

Mientras esto sucedía, la memoria iba guardando esta experiencia existencial del medio ambiente, de la integralidad. Y de allí nació el interés mío por la naturaleza.

Mi época de infancia transcurrió en San Onofre, un pueblo muy rural en esos tiempos. La finca, el mar y los cultivos, en términos generales, la ecología siempre me llamó la atención. Yo aprendí a nadar cuando era muy pequeño.

Mi abuelo tenía finca allá, entonces ese mundo rural fue una parte importante de varios valores míos, como la comunicación. Porque es una zona donde la afrodescendencia es bastante fuerte y mi relación con los amigos me hizo una persona muy abierta. Es una vaina muy importante.

Después de estas dos construcciones, me fui perfilando. De Cartagena vine a Barranquilla en el año 1969, porque quise continuar la escuela de arte. Sin embargo, yo pensaba estudiar arquitectura, que también me interesaba.

Hasta que me invitaron a la inauguración del museo Rayo, en Roldanillo en el Valle del Cauca, en donde decidí renunciar a la arquitectura y la dejé para dedicarme a trabajar en grupos de investigación en donde se abordaba el arte y temas de la vida del artista en varios aspectos profesionales.

Yo terminé Bellas Artes en el 72, fui maestro en Artes Plásticas y me especialicé en Pintura. Los primeros 10 años después de haberme graduado, se los dediqué a la construcción de este perfil artístico.

Fundé en 1976, junto a Ramiro Gómez, Carlos Restrepo, Efraín Arrieta, Aníbal Tobón , el grupo de arte experimental El Sindicato, algo que ya venía de Bellas Artes.

 

¿Qué influencias tuvo a lo largo de su vida?

La memoria holística ha sido importante porque graba todo lo vivido. Yo nací en el seno de una familia libanesa, en donde existió el arraigo a la naturaleza. En esa infancia está mi abuelo, que fue ganadero.

Mi madre no era artista, pero cantaba, y siempre tuve contacto con parientes que estaban inclinados a las artes. Mi mamá era muy católica, y cuando en Diciembre se hacían los pesebres, se construían de una manera muy elaborada. El arte es un lenguaje en donde todos decimos o leemos algo.

En la escuela siempre me gustó la parte gráfica. Cuando llegué a Cartagena a estudiar, al profesor de música me tocó hacerle una demostración y concluyó que no tenía talento para la música.

Pinto muy bien, pero canto muy mal. Volviendo a mi infancia, había eventos en donde me involucraba, como los eventos culturales del colegio, como comedias. Al entrar al bachillerato, yo tenía acceso a la oficina de mi padrino Salomón Ganen, en la que había una colección de pinturas y luego me vinculé a la Escuela de Bellas Artes.

Pasé unas vacaciones en San Onofre y cuando estaba ahí, mi familia determinó que me iba para Sincelejo a estudiar, porque tenía que coordinar la recogida una cosecha de algodón.

Ahí sucedió algo interesante, el primer día de clases en el colegio en que me matricularon (en un colegio donde el arte era importante), el profesor de Literatura llamo “Alberto Del Castillo”, en donde yo y alguien más respondió “presente”, se trataba de otra persona en el salón con el mismo nombre y apellido. Desde ese día me volví gran amigo de ese tocayo Y pariente mío.

Resulta que Alberto era un joven muy proactivo, y que a pesar de su edad, tenía un programa en una estación de radio y me involucré en el cuento de la radio sin haber estudiado sobre eso. Nos las arreglábamos para hacer uso del estudio vendiendo las cuñas y reuniamos 20.000, que era lo que costaba la hora.

El espacio radial era para gente joven y se llamaba Aquí los jóvenes y se tocaban temas de interés y música juvenil. Después de esto regresé a Cartagena.

En las mañanas me dedicaba al colegio y por las tardes estudiaba en Bellas Artes. Cartagena es una ciudad muy humanista, y hay mucha etnia, en donde hay extremos buenos y malos como en el factor socio-economico de su historia .

Las catedrales y tener el mar cerca contribuyó al desarrollo de la sensibilidad por lo que me rodeaba. Luego de terminar quinto de bachillerato y terminar mis estudios en el Liceo de Bolívar en Cartagena, tuve la oportunidad de interesarme en los viajes.

Archivo: Alberto Del Castillo

 

¿Cómo han influido Cartagena, Sincelejo y Barranquilla en su vida personal, amorosa y profesional?

En ese aire joven y bohemio, Barranquilla tenía muchas galerías y sitios donde uno se encontraba con gente del arte. Entonces ahí hubo algunos romances con amigas artistas, incluso periodistas.

Todo fue así hasta el año ‘82, me dediqué al arte y vivía de lo que se hacía con el arte. Efraín Arrieta era director de la Escuela de Bellas Artes. En esa época, se inauguró el programa CASD del Ministerio de Educación Nacional (Centro Auxiliares de Servicio Docente).

Obligaron a Efraín a ser Coordinador en Sabanalarga. Y eso que parecía un castigo se convirtió en una berraca bendición. ¿Por qué?, porque ‘Efra’ necesitaba gente con título, y lo visitaba en Salgar en su casa y yo tenía el taller allá. En fin, ‘Efra’ me convenció.

Aunque no necesitaba meterme en esa película. terminé metido en la película. Al comienzo, lo iba a acompañar por un año. ¿Un año? Nojoda, duré 35 años en la educación.

Me gané mi pensión, y me jubilé en el 2013. Fui instructor nacional de dibujo y diseño. Y eso también le pasó a Carlos Restrepo, mi amigo del grupo. Tuvimos la ventaja de que nunca dejamos de producir nuestras obras.

Yo me vinculé a la educación y trabajaba medio día e incluso me devolví a Sabanalarga y volví de nuevo al cuento de lo rural, que fue una época bellísima y que pa’ mí fue fantástica, lo tenía desde mi infancia.

Estando allá conocí a Gloria Inés, Mi esposa. Nos casamos en el 89, después de 8 años de novios. Mi hija, Perla, nació en el 90. Fui afortunado en el sentido de que la educación me permitió, primero, mi matrimonio, y segundo, mi estabilidad económica y social para llegar donde estoy.

Porque realmente hay artistas que viven muy mal. Había la idea romántica de que el artista debía ser independiente. Nos criticaron a los que nos vinculamos a la educación y hoy algunos ellos están gravísimos. El arte me permitió la docencia, y esto me permitió la vida social y familiar.

Trabajé 35 años de educación y, hasta hace poco, 18 años profesor contratado experto de la Universidad del Atlántico.

Una vez que me retiré totalmente de la educación, volví de nuevo al taller. Entonces presenté un proyecto al Portafolio de estímulos del al Distrito llamado ‘Manglar y Vida’. Y con ese proyecto me gané el premio en Artes Plásticas ‘Artistas con Trayectoria’ y me dieron 30 millones de pesos para hacer la exposición.

Desde entonces, volví al taller a pintar con intensidad y ahora mismo ando en eso. Viví la del trabajador, ahora vivo la vida del artista y la buena vida. No tengo compromisos sino conmigo mismo.

Lo que propuse fue un proyecto ecológico. 25 Obras sobre el tema , la cartilla didáctica de ‘Manglar y Vida’ que aborda el ecosistema de los manglares, visitas guiadas y trabajo con estudiantes, mas dos conferencias, es un asunto didáctico sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

Me involucré mucho en las tecnologías y softwares de diseño. Dos años me capacitaron en el SENA, soy Diseñador Gráfico de allá. De tal manera que manejo Photoshop, Illustrator, Adobe Flash y en 3-D. Eso me ha servido mucho porque he aprendido a manejar el lenguaje técnico digital y en la web. Eso me ha ayudado a proyectar mis obras.

La obra evolucionó de una parte gráfica, marcada por una figuración libre como los tugurios y todo esto y pasé a otras técnicas y procesos, como el universo, un tema que siempre me ha interesado.

El artista tiene un poder. Lo tiene todo el que origina con su proyecto de vida un producto que incide, que transforma y que impacta en la comunidad. El poder de poder. De hacer. La credibilidad.

Al finalizar la entrevista, Alberto procedió a mostrarnos los distintos alrededores de su hogar. Distintos cuadros y estatuillas. Posteriormente, nos invita al segundo piso, donde hay una puerta que abre hacia un panorama de lo que es Villa Campestre, un patio en el cielo, como él lo llama, donde se inspira y trabaja para seguir creando obras nunca antes vistas.

Concluimos nuestra visita con firmas de su cartilla ecológica de ‘Manglar y vida’, donde podremos seguir apreciando sus recientes obras.

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