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Por María Fernanda Tolosa y Luis Calderón

“Aprovéchame, que cuando sea presidenta no voy a tener tiempo para estas pequeñeces’’, fue lo primero que me dijo Alejandra Gómez seguido por risas.

Después de años, su sentido del humor, mezclado con sus sueños, sigue intacto a pesar de en su físico haya cambiado un poco. El cabello negro largo quedó atrás, su delgada contextura a primera vista impacta un poco, pero más su cicatriz en el cuello que va de lado a lado, la más notoria a simple vista de todas las que la acompañan con cada uno de sus pasos.

Alejandra intentó narrarme brevemente su historia, pero era imposible hacerlo; surgían tantas memorias en el proceso que no podía dejar de contar. Cada vez que se acordaba de algo me pedía disculpas, no comprendía que eran esos detalles los que enriquecían más su experiencia. Las interminables noches en la clínica, los cuartos helados, las biopsias y cirugías, los dolores de las quimioterapias, radiaciones, inmunoterapias y demás tratamientos, las lágrimas de sus padres, las llamadas cargadas de incertidumbre y lo que parecía más difícil para ella: las palabras de los médicos al darle un diagnostico que, a los oídos de su corazón, marcaban su sentencia.

Una sentencia por un tiempo indefinido, todo para ella se convertía en un enigma, nada era seguro y le dolía algo más allá que solo el cuerpo. Todo lo mencionado anteriormente era solo una pequeña parte de lo que le tocaba enfrentar a una joven que jamás pensó lo capaz que podría llegar a ser de combatir y ganar la batalla entre la vida y la muerte.

El cáncer, una corta palabra que consigo arrastraba un sinnúmero de desgracias en su momento; desgracias que hoy sólo se ven reflejadas en bendiciones que la llenan en su diario vivir. Fueron tres largas veces las que le voltearon de cabeza el mundo a Alejandra, la primera de ellas a sus cortos trece años de edad. Nadie en su familia ni allegados lo vio venir, nadie imaginó que, detrás de una mentirita piadosa, se desataría semejante caos ni mucho menos que volvería a pasar después.

Fue finalizando la semana de receso en el mes de octubre de 2008, después de un viaje en compañía de su familia a Santa Marta cuando Alejandra decidió fingir un supuesto dolor de estómago. Todo su invento tuvo un fin y fue faltar al colegio el siguiente día para poder hacer la tarea de inglés que debía entregar y de esa forma no bajar sus excelentes notas, por las que siempre se ha destacado. Luego de haber conseguido su propósito el dolor fue real, apareció una fiebre por la que tuvo que faltar también al siguiente día y luego un vomito que no solo le impidió ir a las siguientes jornadas escolares, sino que la mandó de inmediato a una clínica con sus padres. Con un desespero Alejandra cuenta cómo fue todo poco a poco, no se pierde de ningún detalle. Todavía se le pierde la mirada, por momentos al recordar el principio de su odisea.

Fue diagnosticada con Neuroblastoma, un tipo de cáncer que le da a niños de 0 a 4 años calificado como uno de los más agresivos y que, según lo que los médicos explican, seguramente Alejandra lo tenía alojado detrás de su estómago desde que era una bebé, pero apenas empezó a desarrollarse cuando daba sus primeros pasos a la adolescencia. Los sacrificios a los que se debía someter para salir triunfante se empezaron a manifestar y Alejandra sin pensarlo dos veces hacía todo lo que estuviera a su alcance.

El primero de estos grandes pasos fue dejar el colegio y tomar un avión rumbo a Bogotá donde le llevarían a cabo su quimioterapia. Escribir una carta que leería entonces su profesora de español delante de todo su grado lleno compañeros, quienes nunca estuvieron preparados para una noticia de tal magnitud. Las lágrimas de sus amigas, quienes se veían jugar y merendar con Alejandra en los recreos y quienes le hacían bullying hasta el cansancio. ‘’Parecía mentira que después del tratamiento me crecía el pelo como el de un bebé, era suave y divino y pensar que me decían la piba por mi afro’’, es una de las expresiones que muy cómica lanza. Cuenta que tomó una decisión que demostró claramente su valentía y fue raparse en vez de esperar y ver cómo su cabello iría cayendo poco a poco. Con su propio cabello mandó a hacer una peluca que usaría por un tiempo mientras que todo volvía a la normalidad. Los dolores tanto físicos como emocionales la invadían, pero el anhelo de seguir adelante podía más y el apoyo que recibía por parte de su familia y amigos era mucho más grande.

Las dos personas que más acompañaron a ‘Alex’, como cariñosamente la llaman, fueron Beatriz y Rodolfo, su mamá y su papá, quienes despiertan a trabajar todos los días con un solo motivo y es el de darles un bienestar a sus tres hijas, Alejandra, Isabella y Lucia. Sus padres la adoran y la cuidan en todo momento, hablan maravillas de ella, pero también cuentan su realidad. Beatriz habla de todas las veces que ha sorprendido a ‘Alex’ sin tomarse alguna pastilla o la poca ayuda que recibe de su parte a veces después del trabajo o las veces que no arregla la cama y los vasos que deja regados en su cuarto. Todas estas cosas al mencionarlas hacen que Alejandra tuerza los ojos y enseguida se enerve con facilidad. Las discusiones con su mamá a veces las llevan hasta las lágrimas, los gritos las superan y las tiradas de las puertas hacen que su casa retumbe a veces. Todos estos episodios son normales para su familia y son típicos de la edad y la frustración que en ocasiones se apodera de ellos.

Luego de vencer su primer cáncer, Alejandra decidió volver a su colegio en Barranquilla, el Altamira International School. Tuvo que empezar con nuevos compañeros en un grado inferior y aunque no era nada fácil, poco a poco se adaptó. Casi dos años después, cuando todo parecía estar bien, volvieron las anomalías en los exámenes de sus controles. Esta vez era un tipo de cáncer diferente el que la acechaba, el de tiroides. Por fortuna, este cáncer no presentaba una gravedad mayor al anterior y era menos complejo su tratamiento a seguir. Sin embargo, esta vez Alejandra se mostraba indecisa al tener que someterse nuevamente a extinguir la enfermedad.

Pasaron varios días y con la ayuda de las palabras por parte de sus familiares y amigos más cercanos, era una decisión tomada la de ponerse los pantalones y seguir adelante a su campo de batalla. Tuvieron que extraer su tiroides y reemplazarla con una pastilla que cumpliría con su función en el organismo de Alejandra. También tuvieron que realizarle un tratamiento médico llamado yodo radioactivo, del cual recuerda que aislada en un cuarto tomó agua en cantidades lo más rápido que pudo para poder salir de eso lo antes posible. Y lo logró.

Al regresar al colegio quienes al comienzo la recibieron con mucho agrado, luego le hicieron la vida imposible. A Alejandra le cambia la voz y empuña sus manos al hablar de las personas pertenecientes a la promoción con la que se graduó, tres años después todavía no entiende cómo puede existir gente con tan poco corazón. ‘’Yo no odio a nadie, pero se me revuelve todo aquí adentro de pensar en Daniela’’, me contó refiriéndose a una niña que en una ocasión fue la cabeza de una hazaña que consistió en tirarle un huevo a Alejandra desde unas escaleras.

Fueron varias las humillaciones que a tan corta edad tuvo que pasar, pero por fin llegó el gran día y ‘Alex’ recibió su cartón colombiano y el norteamericano gracias a la acreditación SACS CASI AdvancED, la cual le permitió soñar una vez más. Alejandra frunce el ceño de solo recordar todas las cartas que mandó en ese entonces para aplicar a diferentes universidades en Estados Unidos y no precisamente porque haya sido difícil, sino porque en este momento se encuentra otra vez en el mismo proceso.

Sus profesores del colegio la recuerdan como la niña aplicada que siempre fue y la sociedad de honor a la que perteneció hasta graduarse. Sus compañeros se sonríen cada vez que se les menciona su nombre, la categorizan como una niña muy cómica y se ríen de las ‘’hueseras’’ de Alejandra, haciendo referencia a sus aburridos chistes, sus pasos de baile para llamar la atención y todas las veces que interrumpió las clases para cantar, que era, es y será siempre su pasión.

Su directora le agradece por participar activamente de todos y cada uno de los eventos del colegio, especialmente los de música y modelaje. Su mejor amiga no olvida todos los recreos, los secretos, los consejos, las complicidades y en especial recuerda entre risas todas las veces que en pre-icfes todos llegaban al salón a dormir mientras que se escuchaba solo la voz de Alejandra gritando: ‘”¡Mister es la A! ¡No mentiras, es la C, es la C!’’, como si alguien más estuviera participando.

‘”Han sido tantos los momentos con Alejandra, que podría quedarme toda una vida aquí hablando y seguramente me secaría de la risa’’, dice María Camila, su mejor amiga. Su mejor amigo, Alfonso, es una persona de pocas palabras, pero recuerda cómo la conoció y se refiere a ella como la única persona a la que se siente capaz de contarle sus secretos. Recuerda entre algunas sonrisas y los ojos llenos de ayer cuando Alejandra le sirvió de Cupido y lo ayudó con su mejor amiga María Camila, las veces que la hicieron escaparse de su casa para que los ayudara y cómo entre los dos en más de una ocasión tuvieron que ayudarla a subir por una escalera al balcón de su cuarto, las veces que le rogaron a la empleada que la ayudara a salir y cómo cuadraban la peluca de Alejandra en su cama con muñecos debajo de las cobijas para simular que estaba dormida y no despertar sospechas en sus padres. Alejandra se percibe en todo momento como una persona que ha irradiado luz y las mejores de las energías a las personas con las que se ha cruzado en el camino.

En agosto de 2014 recibió una respuesta de su Universidad, College of Saint. Scholastica aceptándola y dándole la bienvenida a su campus, al cual emprendió su viaje en septiembre. A Alejandra le brillan los ojos, le brota una sonrisa despampanante y su tono de voz sube de inmediato de solo recordar cuando se mudó a una de las habitaciones del campus y su primer día de clases. Por fin estaba viviendo su sueño, estudiar siempre ha sido su pasión, se sentía plenamente exitosa. El 16 de octubre de ese año esta pequeña triunfadora de la vida cumplió el requisito para que le dieran de alta de una vez por todas después de su primer cáncer, los cinco años que se necesitan después de la recuperación para saber que la enfermedad ha sido superada. Alejandra muestra una sonrisa a medias y mira los portarretratos con sus fotos que permanecen en su mesita de noche. ‘”Ese día publiqué una foto en mi Instagram declarándome una feliz sobreviviente al neuroblastoma, sin saber que se me venía lo bueno otra vez’’.

Ya iban dos meses viviendo el mejor momento de su vida cuando surgió de pronto una pequeña molestia en su pierna derecha que en cuestión de dos semanas fue creciendo hasta volverse insoportable y no permitirle caminar bien. Alejandra llegó a la clínica en Minnesota en busca de un médico, tenía en mente que le calmarían el dolor y le mandarían unos cuantos medicamentos y ya está, todo iba a estar bien. Los médicos la mandaron a realizar una cantidad de exámenes en su cuerpo que rápidamente determinarían su inesperada recaída con metástasis en una pierna. “El médico me dijo que cómo había podido esperar tanto tiempo con ese dolor, que mi estado era grave, si hacía un mal movimiento podía fracturarme la pierna’’. Fue entonces cuando Alejandra se vio derrotada, no estaba en su mente hacerse un solo tratamiento más, al parecer era una decisión tomada. ‘”No valía la pena estirar mi vida seis meses más, ¿para qué? Prefería vivir menos, pero con una verdadera calidad de vida. Nunca nadie se había salvado de una recaída de neuroblastoma y yo sabía que no iba a ser la excepción a la regla’’. Al decirme esto último agarraba una medalla de la virgen, como aferrándose a ella, y desde la cocina Beatriz le gritó ‘”ay mamita, no digas eso’’, se acercó y compartió con nosotras todas las veces que tuvo que hablar con Alejandra de lo importante que es la vida y lo afortunada que es al gozar de los privilegios que tiene. ‘’Ella es terca pero se hizo lo que se pudo’’, a lo que Alejandra respondió que ella no era terca, sino que era realista.

Tuvieron que pasar varias semanas y largas conversaciones con distintas personas para que ‘Alex’ echara para atrás su decisión, con el paso de los días la enfermedad iba creciendo hasta que le dio el sí y en un abrir y cerrar de ojos todo estaba listo para su nueva lucha, la más grande de todas. Luego de haber sido desahuciada en Colombia dado que los avances médicos no han llegado tan lejos aún, se trasladó con su mamá a New York y se alojaron en el Ronald McDonald, un hogar para niños y jóvenes con cáncer en Central Park. Visitaron la clínica y conocieron a los médicos y enfermeras que estarían disponibles para los tratamientos. Pidieron un permiso especial para viajar a Colombia a pasar navidad y año nuevo con el compromiso de volver para iniciar las quimioterapias el primero de Enero de 2015. Así fue, ‘Alex’ tuvo la oportunidad de compartir con su familia y amigos más cercanos, despedirse de ellos y emprender su nuevo viaje, a lo que ella califica como lo peor que le puede pasar a alguien. Alejandra estaba lista para ser un experimento en la para la medicina estadounidense con ayuda de varios europeos para luego convertirse en un éxito y más que eso, un milagro de Dios para quienes la conocen.

A Alejandra se le quebranta la voz de solo recordar el dolor tan desgarrador que la mataba poco a poco. “Que se le inflame a uno un órgano es feo, pero tenerlos todos inflamados al mismo tiempo. Yo no le deseo eso a nadie, la marihuana y la morfina me calmaban por ratos y cuando se despertaba ese dolor otra vez veía al diablo. Llegué a pensar que ese era mi día, que me moría, antecito de desmayarme en la entrada de la clínica’’. Solo se aferraba a sus oraciones y escuchaba alabanzas para distraerse. Poco a poco las cosas fueron mejorando y se veía una luz, ella no se atrevía a asegurar nada para no hacerse falsas ilusiones, pero era inevitable notar la gran mejoría que mostraba su organismo. En octubre del 2015 le quitaron el seguro estudiantil que cubría todos sus gastos, pero era una locura ponerle pausa al procedimiento, por lo cual la siguieron tratando mientras que una deuda se extendía hasta llegar a los 100.000 dólares. Alejandra creó un fondo monetario para conseguir pagar algo de la deuda y era impresionante cómo la gente en Barranquilla movía sus influencias y poco a poco se iba creando una red de gente que sin ni siquiera conocerla, donaban en cantidades. Alejandra no se cansa de agradecerle a Dios por haberle regalado compasión a los corazones de esa gente y de pedirle bendiciones en abundancia para ellos y sus familias.

En el 2016 recibió la mejor noticia de su vida, Alejandra estaba sana y con más ganas de vivir que nunca, podía regresar a su país, a su ciudad, a su gente y disfrutar todo lo que pudiera con la condición de volver periódicamente a sus controles y a aplicar sus siete vacunas completas. En el Ronald McDonald la extrañan, varios de sus amigos del hogar han salido sanos y salvos a sus respectivas casas, otros lastimosamente se quedaron en la batalla y otros con mucha fe aún siguen en ella. Hoy alex le sirve a Dios en agradecimiento al interior de un grupo de oración en Barranquilla llamado Emaus, donde la valoran de gran forma su servicio, sus ganas de agradar y cada una de las palabras que desde su experiencia ha brindado con su comunidad. Cuentan que quieren mucho y no dejan de sorprenderse de su fortaleza. Es fiel creyente de que todo en esta vida pasa por algo y lo que a ella le pasó durante todos estos años le dejó grandes enseñanzas, la convirtió en una mujer mucho más fuerte y agradecida. Pasaron los días y luego de haber enfrentado cirugías y tantos tratamientos hoy se siente la tranquilidad que Alejandra respira. “No hay nada que me asegure que no me va a volver a pasar, pero tengo fe en Dios y en que él nunca me va a soltar de su mano misericordiosa’’.

Hoy todavía hay algo que ‘Alex’ pide con todas las fuerzas de su corazón y eso es poder estudiar y cumplir su sueño de volver a su Universidad en Estados Unidos, a donde ha escrito durante los últimos seis meses y se llena de impotencia al no recibir respuesta alguna. Mientras tanto en Barranquilla disfruta todo lo que puede con sus amigos, los pocos que en realidad considera sus verdaderos amigos, pues cuenta que después de haber pasado por los momentos más difíciles de su vida se dio cuenta de quiénes eran. Durante los últimos meses ha viajado varias veces a sus controles y a aplicar juiciosa sus vacunas, de las cuales ya solo le queda faltando una para el mes de julio. Tiene un viaje pendiente, para cumplir uno de sus sueños, a Europa y solo se hace fantasías de cómo puede llegar a ser esa nueva experiencia para ella, las fotos que se quiere tomar, el amor de su vida que quiere encontrar y toda la ropa y maquillajes que pretende comprar. Alejandra hoy solo destella felicidad y a pesar de que dice que su sueño de ser profesional se ha visto truncado y que se aburre sola en su casa sin hacer nada, está completamente segura de que el plan de Dios es perfecto y tiene fe en él de que algún día podrá cumplirlo.

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