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Por: Jose Berrocal Contreras

Andrés David barba es jugador de la selección Atlántico de Baloncesto en silla de ruedas, donde ha encontrado más que una pasatiempo un estilo de vida que las barreras de una sociedad excluyente, no le impiden realizar.

Sus manos son negras, están percudidas por el sucio, llenas desde la palma hasta la yema de los dedos con vejigas y cayos “ya casi ni se quieren limpiar”. No son propiamente las manos de un mecánico.  Estas manos son, quizá, la herramienta más importante de Andrés Barba un joven de 18 años que hace parte de la selección Atlántico de Baloncesto en silla de ruedas.

 

Llegó hace unos dos años a la selección por cuenta de un amigo que lo convenció para que se quedara. Desde entonces se desplaza desde su casa ubicada en el barrio Salamanca en Soledad hasta el parque Tomás Suri Salcedo a entrenarse con sus compañeros los Miércoles, Viernes, Sábados y Domingos.

“Tengo que subir unas cuadras para poder tomar un alimentador, pero tengo que esperar el alimentador que tenga el ascensor y ver que funcione. A veces se complica” dice.

La Selección se prepara para los clasificatorios del mes de septiembre en la ciudad de Cali que le permita participar de los juegos Paranacionales el próximo año.

 

 

Los mangos

Cualquier día, Andrés, se encontraba con su hermano y unos primos alcanzando mangos montados en un árbol, querían “tumbar” un par de mangos que estaban distantes. Andrés fue quien más cerca estaba del tan anhelado tesoro y con una vara quiso tirar de ellos, sin percatarse de los cables de alta tensión camuflados entre las ramas. Recibió una descarga eléctrica que lo arrojó del árbol desde unos siete metros de altura.

Por esos tiempos Andrés tenía doce años, luego de la caída fue auxiliado por un vecino que lo llevó a la clínica. El resultado, una vertebra rota y otras más desviadas de su posición habitual. Los médicos dijeron que era imposible que volviera a caminar. Desde entonces una platina en la columna y la silla de ruedas lo acompañan a todos lados.

“Antes de mudarnos acá vivía en la urbanización Los Mangos en un tercer piso. Era complicado necesitaba ayuda para subir y bajar, si no había nadie tenía que esperar abajo que llegara mi hermano o mi padre”.

Choque de aluminio

En una de las canchas de baloncesto del parque entrenan a la vista de todos, robando la atención de los curiosos que cautelosamente toman asiento en las pequeñas gradas ubicadas a lado y lado de la cancha. Las personas, asombradas, disfrutan del  juego.

Con un pitazo inicia el “picadito”. Los gritos del esfuerzo de los jugadores siguen convocando espectadores, las sillas chocan y el balón dribla de un lado al otro.

La agilidad para moverse y bloquear al contrario es importante en el juego que no tienen ninguna diferencia con el baloncesto. En este caso los pasos se interpretan como giros sobre la rueda y las reglas son iguales.

Andrés ha estado concentrado con la selección Colombia a la cual anhela poder llegar. El baloncesto se volvió parte de él y no puede faltar a un entrenamiento porque se siente “sedentario”. Amor al deporte.

 

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