Por: Felipe Mario Gutiérrez Urueta
La mayoría venden mecatos, agua, gaseosa, bebidas energéticas y hasta aguacates. Otros tienen sus puestos de venta en las esquinas en donde se ganan la vida vendiendo arepas rellenas o incluso almuerzos para los encargados de la mano de obra. Las personas que viven de esto en las calles han sido empujadas a causa de varios factores: el desempleo, la ausencia de educación y/o la complicada situación que enfrentan en su país de residencia.
El término que utilizamos coloquialmente es “vendedor ambulante”. Sin embargo, existe cierta nomenclatura para referirse a los vendedores informales:
Primero está el subempleo subjetivo, que define a las personas que poseen únicamente el deseo por querer mejorar sus ingresos. Luego está el subempleo objetivo, que comprende a quienes tienen el deseo pero además han hecho una gestión por materializar su aspiración. Gran parte de los vendedores en Barranquilla ocupan la etiqueta de “subempleo objetivo”.
José Luis Ramos, economista y docente de la Universidad del Norte de Barranquilla, expresó lo siguiente acerca del tema de la informalidad en ‘La Arenosa’: “Las empresas que están emergiendo no están produciendo empleo. Estas empresas son parte importante de la estructura productiva de la ciudad”, dijo el profesor Ramos.
“En la industria podemos destacar sectores como el metal-mecánico, plástico, alimentos, químico en los que se podrían hacer grandes esfuerzos de encadenar otras actividades de proveeduría como para bajar las tasas de informalidad en la ciudad”, siguió, “Los procesos de automatización que se están generando están amenazando a todos los mercados laborales, algunos más que otros, pero es una realidad que no puede detenerse”, afirmó.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la capital del Atlántico registró un 58% de empleo informal en el trimestre abril-junio del presente año. Hubo un aumento del 2,2% si lo comparamos con el trimestre enero-marzo que marcó un 55,8%. Estas son cifras que en definitiva van a seguir dilatándose si no existe un cambio sustancial en la economía colombiana.
Los cocos fríos de Don Ramón
Ramón García, de 54 años, vende coco frío en la playa de Puerto Colombia desde 1999. “Antes vendía hasta cien cocos por día”, exclamó orgulloso; “pero hoy en día alcanzo a vender como mucho hasta 20 o 30 cocos acá en la playa”, aseguró.
Ramón nació en Corozal, Sucre, y llegó desplazado a Puerto Colombia, en donde encontró trabajo con un tío que pescaba en el muelle. “Los cocos los compro en Granabastos a mil pesos, pero me toca coger como tres buses para llegar acá. Cada pasaje me sale a $2.700. Imagínate, casi diez mil pesos en buses”, concluyó.
Ramón lleva sus cocos en una bicicleta improvisada y vende cada coco a $3.000. En un buen día, gana en promedio entre 70 y 90 mil pesos. En los días de semana, que son los días de menor venta para Ramón, con suerte llega a los $20.000.
Cuando me iba le agradecí a Ramón por el coco y por responder a las preguntas. Él me extendió la mano, me miró a los ojos y me dijo, sonriente: “Gracias a ti”.
Gafas de sol en el Country
“Desde que tengo uso de razón he vendido gafas de sol. Vivo en Soledad. Siempre me gustó el comercio. Llevo ya 30 años vendiendo gafas aquí, de la mano de nuestro señor Jesucristo”, expresó Édgar.
A diferencia de Ramón, Édgar, de 55 años, parece tener un poco más de cariño hacia lo que hace. Así como él hay varios que venden gafas en este sector de la ciudad, aunque lo que ganan no justifica el sol que soportan día tras día.
“Todos los días me da para el sustento, pero digamos que los días buenos vienen en diciembre”, comentó. “En las navidades llego a ganarme hasta $50.000. Antes vendía en Playa Mendoza, Caño Dulce, pero ya estoy muy viejo. El sol le da duro a uno”, afirmó.
Bon Ice desde Venezuela con cariño
César Villanueva, venezolano de 36 años, llegó en el 2016 a Barranquilla por recomendación de un primo colombiano que lo vinculó con la micro-empresa Bon Ice. César tenía un trabajo en Maracaibo, pero debido a la situación actual del vecino país, ahora tiene un empleo informal y una vivienda que comparte con su primo.
“Yo soy técnico de plantas eléctricas, tenía ocho años trabajando en la compañía y mira donde vine a caer, por culpa de un mal gobierno y una mala administración. El culpable se llama Nicolás Maduro, lamentablemente”, mencionó César.
Un detalle que no pude dejar pasar mientras conversaba con César era su falta de contacto visual. Me miraba y luego lo evitaba, como si de alguna manera estuviera avergonzado de lo que es hoy en día y con un mensaje claro en sus ojos me decía: “Lo estoy intentando, no fue mi culpa”.
“Normalmente me puedo ganar $30.000 en un día que ya de por sí es más que un sueldo mínimo en Venezuela”, contó.
Más de la mitad del empleo en Barranquilla es informal. Es una cuestión complicada y que requiere tiempo, organización y por supuesto, dinero. Por el momento tendremos que atenernos a las circunstancias que se nos presentan y velar por una Barranquilla con alto porcentaje en el empleo formal.
Foto: OJO DE ASTRONAUTA on Unsplash