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Por: Katherine Gualtero

El Festival Internacional de Street Art de Barranquilla inició a tomarse la ciudad con el Taller de Cartel a la Mano, dictado por Gabriel Acuña Rodríguez, el artista y docente de la Universidad del Atlántico.

“Cada cosa que he hecho, me coloca en el lugar de ahora”. Aquella frase la usó el artista y docente Gabriel Acuña Rodríguez, para referirse a las experiencias artísticas que lo llevaron a dictar el Taller de Cartel a la mano para Killart vol.5, en la Alianza Francesa.

Gabriel Acuña empezó por exponer algunas obras de otros artistas, como “Prohibido fijar avisos”, el cartel Ros-ka, el billete firmado de 10 dólares y entregado a los mexicanos en la frontera y el mapa de la travesía de los haitianos para llegar a Puerto Rico.

Así mismo, mostró obras de su autoría como “Hágalo usted mismo”, una intervención hecha en el Museo de Arte Moderno, en 2005, que representa instrucciones para hacer una fabricar una horca, con datos reales sobre las fórmulas para calcular la hipotenusa y el cateto para el tipo de clavo y con el 18,66 escrito porque se trata de “18 de los 66 carteles que se distribuyeron por los particulares de la ciudad”.

Luego, se refirió al poeta catalán Joan Brosan, quien trató de unificar la poesía no limitando la zona al texto sino generando Lenguajes Artísticos Combinados, es decir, de la poesía con rima o un texto completo.

Acuña prosiguió con el taller a partir de su propuesta estética poética y de desestructurar el mismo hecho gráfico de la letra en un elemento. Una de las figuras de Brosan es una botella de vino con una letra “a” que, al invertirlo, pasa a un vaso o copa, y por ese cambio de ángulo genera tensión o expectativa en el público.

El taller

Luego de dar las instrucciones, invitó a todos a pasar al la mesa donde estaban puestos todos los materiales para que la realización de los carteles con la técnica del grabado que, según el artista, es con la que todos pueden interpretar el mundo y metaforizar la realidad con un método propio.

Entonces, repartió los moldes de neprona, un material de suela de zapatería, para tallar una letra dando a escoger las figuras que la acompañarían. Entre estas podrían optar por samurais, armas de mosquito, cocodrilos, un dragón, helicópteros, un globo de texto que podían rellenar como quisieran. Todo hecho en moldes de madera.

A ese punto, la esencia era repetir una imagen y poder comprobarla, pero se podía romper con aquello pues la idea, según Acuña, era generar imágenes únicas. En su ir y venir, Gabriel Acuña llegó con un termo y unos cacaos a los que les quitó la cáscara y ante la inquietud de aquello, expresó que era como comer chocolate amargo.

Después de que el primer asistente hizo una “u”, para cuyo tallado con un instrumento de metal parecido a un destornillador debía hacer mucha presión, Gabriel procedió a hacer una demostración de cómo hacer el grabado. Con cada paso, se escuchaban los sonidos de cada acción con más fuerza por ser una sala cerrada.

Acuña puso un papel y sobre este fijó el molde de la letra para hacer el registro, es decir, la marca donde se quiere que quede. De esa manera, pasó la brocha sobre una tabla con tinta litográfica negra para “tinturar” el molde. Sin embargo, se manchó un poco con la tinta, por lo que se limpió con su camiseta negra y dijo, con una sonrisa, que llevar una camisa negra le permitía hacer eso.

Ya pintando el molde, tomó otro papel del mismo tamaño y, ubicando dos puntas con las mismas puntas del papel en la mesa, lo dejó caer lentamente. Luego, con la concavidad de una cuchara de madera, fue presionando el papel de encima contra el molde pintado.

De esa manera, retiró el papel lentamente y con un gancho de madera lo colgó a una cuerda transparente. Así, recomendó poner un pedazo de papel en la parte sin molde para que no se ensucie la hoja de registro y que, si sucede, se puede usar tiza porque el yeso absorbe el aceite de la tinta.

Acuña repitió el proceso de impresión hasta obtener el diseño que el asistente quería. Luego de la explicación, los cinco asistentes se adueñaron de la mesa para comenzar a imprimir su grabado mientras Gabriel, los supervisaba.

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